Capítulo 50

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Moon-jae nunca escapó de su trabajo en el mundo criminal, solo cambió de puesto como consecuencia de su decisión de abandonarlo. No huyó con la rapidez suficiente.

Solía robar y estafar, todo bajo órdenes del hombre que lo recogió de la calle esa semana que fue abandonado por su familia. Tenía dieciocho, estaba solo y su único propósito en ese momento era no morirse.

Al principio todo fue divertido y llevadero. Cumplía con lo que le pedían, vivía en un buen sitio y no tenía que arriesgarse durante las noches como aquellos hombres que manejaban negocios ilegales. Solo debía memorizar códigos, aprender japonés y vaciar todas las cuentas bancarias que estuvieran a su alcance.

A cambio, una mejor vida.

Justo como me contó esa noche que descubrí su gran tatuaje, cedió fácilmente ante las constantes alabanzas de sus compañeros mayores y se dejó llevar por la corriente sin pensar en dónde estaba metido. Se tatuó un gran pez koi por toda la espalda y, como era de esperarse, se ganó la confianza de sus superiores a través de su gran desempeño.

Mientras yo cursaba la universidad, él se convertía en un destacado e invisible miembro yakuza.

—Yo era ajeno a casi todo lo que hacían —se limpió la sangre de la nariz con el dorso de la mano—, hasta que empecé a ver cómo mis compañeros torturaban y asesinaban.

Algunas víctimas fueron socios, otros más eran de agrupaciones rivales. Pero lo que realmente le hizo temer y dudar del lugar donde estaba, fue que se deshicieran de otros compañeros —traidores o endeudados— como si entre ellos jamás hubiese existido alguna buena relación.

Órdenes eran órdenes y todos debían acatarlas si querían conservar las entrañas.

Moon-jae dejó de sentirse libre, aunque él no tomase decisiones que pusieran en riesgo su libertad. Sin embargo, tuvo en la mente esa constante idea de que, si algún día quería dejarlo, no podría llevar nunca más una vida tranquila.

—Tuve que hacer cosas que no quería y eso acabó conmigo. —Se abstuvo de dar detalles—. Quise desertar, pero esa idea no les gustó.

Dejó de contarme la historia con tristeza en el rostro. Lloraba más por enojo y frustración. Yo me quedé quieto sobre la silla, callado, serio y herido. Lo miraba lo menos posible para no sentirme perjudicado por su historia.

Dos años atrás Moon intentó suicidarse para ahorrarse las torturas, pero ese plan solo le trajo consecuencias opuestas. Sus superiores consideraron que era un posible y peligroso traidor. Dejarlo ir no se les pasaba por la cabeza, matarlo solo sería complacerlo.

Un importante socio de su jefe intervino en la decisión. Moon lo conocía por los negocios que manejaba, pero jamás habían interactuado. Propuso hacerse cargo de él bajo la excusa de darle un nuevo trabajo que les haría ganar mucho.

—Kougi solo quería utilizarme primero —miró hacia abajo— antes de venderme como mercancía.

Su nuevo jefe dijo que complacer a los que pagaran por él era mucho más sencillo y mejor que terminar encerrado en algún sitio asqueroso hasta morir de hambre o por los abusos y torturas. Trató de convencerle de que no era tan terrible, cosa que obviamente no resultó porque siempre estuvo obligado a ceder.

—Hubiera preferido morir torturado hace dos años —tenía ambas manos sobre el torso, presionando una parte que le dolía.

Moon-jae no se acostaba con cualquiera. Solo con los que pudieran pagar el alto costo que Kougi imponía. Los grandes empresarios, políticos y otros adinerados, tanto locales como extranjeros, eran sus mejores clientes. Varios de ellos formaban parte de la piel de Moon-jae con tinta permanente.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora