Después de la muerte de mi madre, me vine a vivir con mi tía Anna, una mujer de 35 años que tiene un bar en un pueblo, no cualquier bar. También es un sitio donde los hombres buscan la compañía de mujeres, para satisfacer sus necesidades o simplemente beber o tener con quien conversar.
Al principio no fue fácil, estar en medio de un ambiente de vaqueros lleno de testosterona hace que te pongas a temblar, más aún siendo virgen. Jamás conocí el amor y siempre estuve ocupada cuidando a mi madre enferma y por eso a mis 25 sigo siendo virgen.
Las chicas que trabajan en el bar son buenas personas, al menos casi todas. Solo había una que me hacía la vida imposible pero no me dejaba intimidar.
Vivía en uno de los cuartos que tiene el burdel, al igual que lo hacían algunas chicas y mi tía. Tengo mi propia habitación y dispongo de mi privacidad. Los cuartos donde las chicas tienen sexo con los clientes quedaban a unos metros de mi cuarto, algunas veces las escuchaba gemir como si disfrutara del placer de un desconocido.
Me hice amiga no solo de las prostitutas y meseras, también empecé a conocer a los hombres que iban a beber o por compañía.
Empecé a trabajar para mi tía, me dedicaba a limpiar y atender detrás de la barra, eso me hizo conocer muchas historias. Algunas tristes y otras increíbles.
Había un hombre que llamó mucho mi atención, su nombre era Rick. Él solía y solo a beber, jamás lo vi yéndose con alguna chica del bar. Su mirada era intimidante, tiene unos ojos azules hermosos que te hace sentir que traspasa tu alma.
Al principio se quedaba a unos metros de donde yo estaba, solo bebía hasta que sentía que no podía más y se iba tambaleando del lugar. Esa era su rutina de casi todos los días.
Por lo que se sabe de él, es que trabaja en las fincas aledañas haciendo todo tipo de trabajo, en construcción o cualquier cosa que se le atraviese. Se muele trabajando para gastar lo que gana en un día en bebidas. Una persona solitaria que me hace sentir que necesita ser amada y cuidada.
Cada día que pasaba sentía las inmensas ganas de acercarme, quería saber de él, ganarme su corazón. Es como un imán que te atrae. Su aura me hacía sentir excitada, jamás me había sentido así con algún hombre y decidí arriesgarme y la próxima vez que venga me acercaré a él.
Miro el reloj que está sobre la pared, falta poco para que Rick entre por esa puerta. Las ansias y el miedo de ser rechazada me hace temblar, desde que decidí acercarme no dejo de soñar con él.
La campanilla suena anunciada con la entrada de un cliente, no es necesario voltear para ver quién es el que está aquí. Siento su mirada sobre mi. Rosaly se acerca y le sirve una cerveza ¡Rayos! Se me adelantó. Sigo limpiando la barra y atiendo unos clientes, mientras lo hago siento su mirada sobre mi.
-¡Otra!- Lo escucho decir y le hago cara a Rosaly que me deje servirle, ella asiente con una sonrisa y voy hasta la nevera y saco una cerveza bien fría. Mis manos tiemblan y carraspeo mi garganta para darme valor de acercarme.
-Aquí tienes vaquero - Destapo la botella de cerveza delante suyo y levanto mi mirada y nos quedamos observando por un momento.
-Me llamo Rick- Un escalofrío atraviesa mi cuerpo al escuchar su voz ronca.
-Lo se- Sonrió y él me observa por un momento antes de darme una sonrisa ¡Dios! Que hermosa sonrisa. No puedo creer que un hombre que se ve tan desaliñado tenga esos dientes tan perfectos y blancos -Me llamo Emilia- Susurro con voz ronca.
-Lo se- Dice y ambos sonreímos.
A partir de ese momento todos los días Rick y yo hablamos toda la noche, siempre se sienta en el banco donde este cerca de mi y espera que atienda la barra mientras hablamos. Algunas noches salimos a caminar y seguir nuestras conversaciones.
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Vuelve a mí
Short StoryPerdí a mi madre, no conocí nunca a mi padre. Mi única familia es la hermana de mi madre, mi tía y decidí irme con ella hasta poder ahorrar y pagar mis estudios pero las cosas no serían fáciles. mi tía es dueña de un bar de un pueblo, no cualquier...