Oasis

Capitulo 1: El comienzo.

Como cualquier otro día más volvió sonar el desesperante sonido del despertador.                               Con desgana me incorporé y me acerqué a dicho aparato para apagarlo.

-Hoy llegas tarde- dijo mi hermano por detrás de la puerta que separaba mi habitación del resto de la casa. 

Miré el reloj digital que había encima de mi mesilla de noche. El bonito artilugio marcaba las 7:45 a.m. Como había dicho David, hoy llegaba tarde.

Me levanté inmediatamente y me metí al baño. Me quité el pijama y me metí a la ducha. El agua tibia cayó sobre mi dándome una sensación de relajación. Cuando terminé de ducharme lo primero que hice fue envolver mi pelo en una toalla y ponerme el albornoz. Me acerqué y me obsevé en el espejo que había situado a poco centímetros de mí. 

Horror.

Tenía unas ojeras impresionantes. Salí del baño y me puse a buscar mi neceser con mis productos de maquillaje. No pude evitar mirar el reloj de reojo, el cual indicaban las 8:00 a.m. Solo me quedaban 15 minutos para salir de casa. No era una de mis mejores mañanas.                                     Dejé la opción de taparme las ojeras por la de vestirme ya que no lo encontraba. Abrí el gran armario y cogí los primeros vaqueros pitillos que encontré con un jersey ancho de color blanco. A continuación me puse unos botines negros y una bufanda roja para dar algo de vida al conjunto, seguido de esto cogí mi mochila de cuero negra en la que metí mi archivador, libros y mi estuche. Cogí el móvil y encendí la pantalla (8:14) Solo me quedaba secarme el pelo. Me desenvolví la toalla y a toda pastilla me metí al baño para secarlo con el secador.

Tardé 5 minutos.

Mientras bajaba las escaleras me recogí el pelo en una coleta alta. Abajo me esperaba mi madre -algo raro- con una bolsa de plástico.

-Toma cariño, te he puesto algo para que tomes de camino. Hoy te lleva mi chofer, David ya se ha ido.

-Vaya, gracias mamá. Nos vemos luego.

Salí por el gran portón y en efecto me encontré con Mike (el chofer de mi madre).

-¿Vamos, señorita?

-Vamos- dije casi sin aliento mientras me metía en el vehículo.

Una mañana más trancurría.