Para mi querída Esther,
Por desprender esa magia tan poderosa.
¡FELIZ NAVIDAD!
Se despertó sobresaltada. El corazón le atizaba el pecho con tanta fuerza que temió se le escapara. Se sentó en la cama, inhalando y exhalando en un intento de normalizar la respiración. Con la mano temblorosa se frotó la frente, limpiándose el sudor que caía por su sien. Los malditos sueños iban a acabar con ella. ¿Cuánto había pasado ya desde el primero? ¿Un año? No, mucho más.
Un mundo de magia y seres brillantes le recibían al acudir a Morfeo. Esther, en cada sueño, se sentía como en casa. Como si llevara años lejos de su hogar y en aquel lugar lo encontrara. Le pedían ayuda, le urgían a que volviera. Y en cada madrugada, antes de despertarse, un elfo de hermosos ojos violetas se despedía de ella, rogándole que volviera, implorándole que regresara.
Meneó la cabeza y los mechones de su pelo oscuro cayeron hacia delante. Resopló, queriendo aliviar aquella opresión en el pecho.
—Te estás volviendo majara— Se dijo a si misma, pues nadie dormía su lado.
Sacó los pies de la cama y el frío suelo la recibió. Tras echarle una ojeada al reloj de su mesilla se levantó y fue directa al baño. El agua caliente simulaba un calmante para los demonios nocturnos, pero ella bien sabía que solo la sosegaría durante un corto tiempo, pronto volverían.
En el colegio los niños corrían entre risas y gritos. Esther los miró con ternura, sintiendo un gran cariño por sus alumnos. Le gustaba su trabajo; enseñar y ayudar a que aprendieran era la sal de su vida, pero también agotador. Después de dos extenuantes horas, se permitió unos segundos de paz. Se acomodó en uno de los sillones de la sala de profesores, con un café, o mejor dicho, un intento de café en las manos y observó el lluvioso día. Las gotas se aferraban a los cristales, deslizándose con parsimonia hasta quedar olvidadas. Cerró los ojos unos instantes y una suave brisa le acarició la nuca. Un escalofrío la recorrió. Alzó los parpados abruptamente, girando la cabeza para comprobar que nadie la acompañaba y las ventanas estuvieran cerradas.
Negó con la cabeza. Los sueños comenzaban a afectarla.
De un trago acabó el asqueroso brebaje y se puso en pie. Recogió los exámenes que debía corregir y de entre los folios se escapó una pequeña nota, flotando hasta llegar al suelo. Se agachó y mientras se enderezaba leyó el contenido. Aquel no era un idioma que conocía, pero que, por algún extraño motivo entendió:
Te espero, princesa.
Su cuerpo se tensó. Su parte racional pensó quien podía ser el gracioso de turno, llegando a una terrorífica conclusión: Nadie. Esther nunca había hablado con nadie de sus aventuras nocturnas. Sabía que si lo hacía la tacharían de loca. Aquellos sueños eran demasiado vívidos. El recuerdo de aquel elfo de ojos violetas se dibujó en su cabeza; El pelo dorado y largo, nariz estrecha y mandíbula ligeramente marcada. Los labios rezaban ser suaves y dulces al contacto. En su rostro siempre había un expresión de dureza, la cual le recordaba a un guerrero, en cambio, la perdía al clavar los extraños ojos en ella.
Esther releyó la nota y un relámpago de imagines cruzaron su mente: Una pequeña niña corriendo por un prado, siendo seguida por seres brillantes y voladores. Un enorme palacio, donde la cría se sentaba sobre las rodillas de un hombre con orejas puntiagudas y una hermosa mujer de largo cabello rojo, con las mismas orejas que el macho, le regalaba palabras cariñosas. Luego la pequeña, convertida en adolescente, cabalgaba un precioso corcel blanco, sonriéndole al muchacho de mirada violeta que la observaba desde lejos. Y pronto todo se tiñó de negro, el mundo de colores y luz se volvió oscuro, estallando una guerra. La joven lloraba a los pies del mismo hombre que la sostuvo en su regazo, rogándole que la dejara quedarse.
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El mundo de Elemírë
FantasyRELATO CORTO. Esther lleva más de un año soñando con un mundo mágico y criaturas sobrehumanas. Pronto entenderá que sus sueños son más reales de lo que ella piensa...