Abro los ojos, aún no sale el sol, la única idea plantada en mi mente era la de buscar comida.
El sonido del silencio abrumó mis sentidos, sentía el sudor de mi piel caer, en ciertos momentos lo confundí con el sereno de la madrugada abrazándome.
Me estiré, tronando mis huesos, disfrutando lo poco que se puede de esa sensación. Giré el cuello hacía atrás, para dejar de sentir el frío y la humedad acompañante de la noche. Unos botes de basura sorprendemente vacías acompañaban mi espíritu, mis ojos eran apuñalados por las luces neón del foco parpadeante, muchas veces pensé que me había hablado.
Vi a lo lejos aquellas máquinas que asesinaron a tantos compañeros, sin moverse. Aquellos círculos giratorios estaban quietos, la velocidad era nula, no le tenía miedo. Corrí un poco para despertar mis músculos, hoy sería un trabajo arduo. Algunos de mis amigos estaban aún descansando, reposando sus cabezas en el frío pavimento, esperando que se calentara. Algunos quizás ya estaban muertos, eso me entristece mucho.
Mi mejor amigo despierta, mira asombrado la calle vacía. No nos dirigimos la palabra, pero sabemos qué piensa el otro; la gente se fue. Compartimos dolor, pensamientos y felicidad. Pienso que el dolor no es malo, al contrario, necesito un poco para saber si sigo sintiendo. La única cosa real es el dolor, me avisa cuando tengo demasiada hambre, lo que me da mis dos opciones más comunes; matarlo olvidando hoy o buscando algo por ahí, encontrando a los pocos ángeles que aún existen.
Volteo a ver a todos lados, solo pensaba en "¿Esto significa que tampoco hay demonios?". Los demonios se ven como las personas o los ángeles, pero nos hacen daño. He visto cómo han muerto mis amigos a manos de ellos, se divierten lastimando a todos, incluso a ellos mismos. No lo entiendo, pero mi instinto siempre me ayuda a evitarlos.
Sin tiempo que perder, llego a una de esas máquinas donde salen personas, le grito desesperadamente para saber si hay alguien dentro. Nadie toma mi llamado. Pronto paro, mi garganta seca arde al gritar.
Mi amigo llega corriendo a mi lado, nuestro silencio dice demasiadas cosas. Inmediatamente corremos a nuestro lugar, a buscar un ángel, se encuentra tras una enorme puerta maloliente gris, él nos da un poco de comida sobrante de aquel lugar. Nadie responde. El silencio crece a medida desenfrenada, así que seguimos nuestro recorrido con un poco más de calma, si corremos entonces sentimos nuestro estómago vacío golpeándonos desde dentro.
Nos asombramos al ver a nadie salir, ninguna de esas personas que inundaban las calles con gritos, sus máquinas escandalosas pararon por completo. Claro, uno que otro demonio caminaba por ahí, con grandes bocas azules y blancas. Me sorprendió el cambio, pero no podíamos distraernos, el sol ya había despertado también, sabíamos que siempre alzaba su voz roja, pero ese día era uno sin precedentes, ni eso nos molestaba.
Mientras caminábamos asombrados, preguntándonos a dónde habían partido todos, vimos un poco de agua flotando. Al acercarnos bebí de forma frenética, ¡llevaba más de 2 amaneceres sin beber nada!
Mi amigo gritó para avisarme que había galletas. Eso era horrible, pero es preferible a tener el estómago vacío. Me guardó un poco. Satisfechos, corrimos a buscar un refugio, a los demás.
El silencio gritaba en todas las calles. Pasamos mucho tiempo buscando a los ángeles, a las personas y los demonios. Pensé en esos días que no hay personas en la calle, pero los sonidos explotaban, aunque había pasado poco tiempo de eso, no era normal. Donde diariamente vemos enormes máquinas yendo rápido solo visualizábamos la nada. Esos espacios estaban vacíos, sin ruido.
Los demás que caminan atados tampoco estaban, algunos animales gritaban, quizás haciéndose las mismas preguntas que nosotros; ¿dónde estaban las personas?
He vivido por bastante tiempo, más del que cualquiera puede creer, nunca había pasado algo así. Sí, había uno u otro con esas bocas extrañas, pero no como siempre, ¿qué pasó?
La noche llegó, lo único que logré comer fueron esas galletas que siempre nos dan. Regresé al callejón donde dormí la noche pasada, para ser sincero era mi lugar favorito; era frío en este lugar tan caliente. Mi amigo llegó, me miró y el silencio creció cómo lo hace el hambre. Intenté ver entre la oscuridad, buscando el sonido de mi esperanza. Espero que siga encontrando ángeles, son quienes le dan sentido a este tipo de vida. Quizás en otra vida sea alguno, estoy seguro que en esta vida solo voy pasando.
Nota del editor:
Cuándo me veas en la calle, sólo recuerda que no tengo la voz para decirte todo mi sufrimiento, ¿te haz visto en mis zapatos, qué harías en mi lugar?
Tan solo en la Ciudad de México existen un millón 200 mil perros callejeros.
El día que puedas ayudar a uno de los míos, no pierdas la oportunidad, créeme que te agradeceremos hasta una simple mirada. En esta temporada de COVID-19, muchos ángeles están cuidando de sí, ¿pero a nosotros quién nos cuida?
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Solo voy pasando
Non-FictionEsta es la historia de nadie en particular desde una visión única. Las etiquetas no las entiende, su única determinación es la sobrevivencia con una pizca de curiosidad. La nueva ciudad vacía lo desconcertó, ¿Dónde están los ángeles? Descubre este r...