Padre

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Hoy había amanecido de muy mal humor, no se debía a los cambios de humor que tiene cualquier adolescente.
Hoy tendría un almuerzo familiar si es que a eso se referían el que viniera una vieja arpía a usurpar su casa.

Martha, la hermana de su abuela, tía de su "padre", su tía abuela. Soltaba visitas nada reconfortantes cuando se aburrida de su vida y quería jodersela a su familia, eso pensaba Abigail.

Cuando salió rumbo al comedor, luego de una charla con su mamá, en la cual le había rogado que hiciera oídos sordos a todos los malos comentarios que Martha soltará, solo tendrían que aguantar una tarde, solo una.

Todo iba bien, para la suerte de la azabache, pero todo terminó cuando la gran suripanta decidió abrir la boca;
—Y díganme, ¿han sabido algo de mi sobrino?

Todo el comedor quedó en silencio hasta que su madre decidió hablar.
—Creo que está bastante bien con su novia.

Abigail agradeció que ya estuviera terminando su ensalada, quería acabar y correr a encerrarse a su habitación.
Pero hoy la suerte no estaba de su lado.

—Abigail, cariño, dime de seguro hablas con tu padre, ¿Cómo está él? ¿Come bien? ¿Dónde vive ahora? ¿Su novia? —preguntó dejando todo en silencio.

—Lo sabría si me interesará. —susurró la chica presionando su tenedor.

—¿Cómo dices? No te escuché, —Al no recibir respuesta empezó a susurrarle lo suficientemente audible a su hermana,— Lo vez Clari, así se comportan cuando crecen sin padre, desafortunado sin duda.

La madre de Abigail notó rápidamente la mueca de su hija, estaba furiosa, así que solo se limitó a sujetar su mano debajo de la mesa, demostrándole que ella estaba ahí para cualquier cosa.

—¡Abigail! —gritó Martha llamando su atención.— Contéstame niña irrespetuosa, él es tu padre debes hablar con él.

Y sin poder aguantar más, lo soltó;— Disculpe, pero yo no tengo padre. —habló sabiendo que lo que venia era aún peor que una guerra.

—¿Cómo dices? —preguntó con voz lastimera, si, esa vieja estaba totalmente loca.— Como te atreves a decir eso... Es tu padre, no importa lo que haya hecho, él es tu padre, te dio la vida, deberías estar totalmente agradecida, gracias a él tu tienes vida y existes, le debes respeto. ¡Es tu obligación respetarlo! —Hablaba bastante exaltada.

Abigail mando todo al demonio en ese preciso instante.
Vivir diez años con aquella bestia, le habían enseñado, vivir seis años más sin esa bestia le había enseñado más.

Presiono la mano de su mamá, y la miro triste, disculpándose de antemano con lo que diría.

—¿Sabe qué? —Empezó tirando su tenedor— si, lamentablemente ese hombre es mi padre de sangre, lamentablemente él me dio la vida, pero yo no le debo respeto a él.
No, mi mamá me educó lo suficientemente bien como para saber que yo debo respetar a todos aquellos que me respetan.

Martha quiso hablar pero ella la cayo;— ¡Cállese!... ¿acaso usted cree que el me respeto? ¿Es respeto meter a sus amigos ebrios a casa teniendo a una hija de doce años?, ¿es respeto que cada que el llegaba ebrio y con ganas  de golpear a mamá... me gritará que no era su hija?, ¿es respeto que cuando lo intentara ayudar a dormir... me tirará objetos o me golpeara contra el espejo?, ¡¿es eso respeto?!

》—Él nunca estuvo cuando yo sacaba buenas notas, cuando tuve aquel accidente, o nunca fue a las obras de la escuela... ¿sabe qué feo se siente? Que todos tus compañeros hablen de sus papás, y yo lo único que sepa contar es que me golpea o grita, ¡a los malditos seis años!

》¿Sabe que feo se sintió? Se sintió horrendo verlo besándose con aquella mujer, a mis ocho años, cuando lo único que deseaba era una familia feliz... se sintió aún más feo que todos me trataran de mentirosa.
¡Usted no vivió lo qué mi mamá y yo vivimos cuando él se fue de aquí!
Usted no soporto esos rumores de que mi mamá solo estaba con él por dinero, no, ¡usted era la que los creaba!

》Tener catorce años... y lo único que podía hacer era llorar junto a mamá, ¡por culpa de sus estúpidos amigos!... yo tengo miedo... tengo miedo que cualquier hombre se me acerque... ¡usted no sabe lo que hacían cuando se ponían a tomar en casa¡

》Tener quince años... y aún ilusionarme pensado que él llamará para desearme un feliz cumpleaños... porque se supone los quince es la edad más importante de toda chica. Tener esa edad y no pensar en fiestas ni vestidos como las demás, si no pensar en qué comeré al medio día, porque mamá está de viaje por los estúpidos juicios que hay en todo esto.

》Tener dieciséis y soportar los comentarios de que tiene un hijo de mi edad y uno de ocho... ¡tener dieciséis malditos años y soportar comentarios de estúpidas mujeres como usted!

—Si usted cree que yo debo respetar a un monstruo como él, —concluyo colocándose de pie—, está muy equivocada.

—Como te atreves a gritarme así... —Martha levantó la mano, dispuesta a darle una cachetada—, maldita niña.

Y antes de cualquier acción, la madre de Abigail la sujetó, mirándola enfadada.
—No se atreva a tocar a mi hija. —Y sin más la arrastró a la salida, siendo seguidas por Clarise, la abuela de Abigail.

Minutos pasaron y gritos se escucharon, de pronto llegó su mamá, bañada en lágrimas.
Ambas se abrazaron y empezaron a llorar, tal y como lo hacían hace seis años.

—Fuiste muy valiente.

Y lo era, lo más valiente que cualquier adolescente podía hacer, era gritar sus miedos, gritar sus problemas.

Porque ningún chico es culpable de las acciones de sus padres, ellos son pequeños diamantes, frágiles, los cuales deben ser cuidados.

—Estamos mejor sin él, estamos mejor sin él. —susurraba su mamá, dejándole besos en la cabeza.

Y así era, aunque al principio su mamá pensó que no valía nada sin él, pronto se dio cuenta, ella valía mucho más.
Después de todo de había hecho cargo de todos los problemas, nunca había utilizado a su hija para nada y ambas eran felices, estaban mejor sin él.

"—Papá, en donde quiera que estés... por favor no vuelvas nunca, porque estoy dispuesta a cerrarte la puerta en la cara."

Abigail ya había esperado demasiado... lo suficiente como para darse cuenta que no necesitaba un padre en su vida.

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