-- Introducción --

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Prologo


Es un día frió, la nieve es cada vez más espesa y por ende los pies se hunden hasta las rodillas. Un avezado leñador marcha a paso lento por aquel bosque.

Iba vestido con una gran piel de oso como abrigo a sus espaldas, en su mano derecha lleva una gran hacha bastante oxidada.

—Este invierno está siendo bastante helado.

Es un joven leñador que no cuenta con más de 13 años, es una costumbre para el salir temprano por la mañana a su bosque más próximo en busca de leña.

Amarró los débiles y escuálidos troncos unos con otros colocándoles en su hombro.

Yo y los habitantes de mi pueblo pertenecemos a una misteriosa y antigua especie de humano, no somos del todo humanos claro... toda nuestra estirpe son descendientes directos del sol o eso al menos fue transmitido de generación en generación por los ancianos del pueblo.

—Diablos como pesan, son más pesados que aquel ciervo del otro día...

El aliento se escapa de su boca vislumbrando las bajas temperaturas del ambiente extremo en el que vive, su familia fue usada como esclavos por el imperio real, aunque eso fue hace muchos años.

Su hogar ya se asomaba a la distancia, fue una ardua caminata el paisaje es completamente blanco y grandes montañas abrazan al pueblo.

Unos crujidos se escucharon detrás de él.

—¿¡Quien anda hay!? ...

Un gran oso pardo se alzó en sus dos patas traseras y lanzo un gran rugido al aire.

Me quede completamente paralizado observándolo con mis manos temblorosas, por todo mi cuerpo surgía una sensación de miedo que no me permitía ni siquiera gesticular alguna palabra.

*El abrigo de piel era medianamente reciente, por lo que el olor a otro oso pudo haberlo atraído...

*Que idiota soy, supongo que se acabó...

—No en mi guardia niño.

Una voz acudió en mi auxilio cargando una gran arma y apuntándola directo al oso.

Se trataba de un vecino cercano a las fronteras del pueblo, era el encargado de cuidar esta respectiva entrada. Entre su arsenal se encontraba un viejo rifle y un gran cuchillo de caza.

—Ese oso se ve bastante debilitado... no es común que salgan en el apogeo del invierno.

 Comento el guardián, el oso se veía más delgado de lo acostumbrado lo que no le quitaba el peligro de que atacara por falta de alimento.

—Ya que siempre te veo por aquí mocoso deberías aprender a defenderte de una vez.

A mis pies lanzo el gran cuchillo de caza que colgaba de su cinturón de cuero.

Entendiendo sus palabras corrí velozmente para tomarlo, lo que hizo que el oso reaccionara a mi movimiento acercándose con gran velocidad y agresividad hacia mi posición.

*Mierda me alcanzara, mierda...

Eran segundos decisivos, sin embargo, logré tomar el cuchillo y rodé para evitar las mandíbulas del oso.

Choque torpemente contra un árbol cercano lo que me dejo adolorido de la cabeza, pero gracias a mi largo cabello pude amortiguar el golpe.

—Vamos muchacho muévete.

Los Hijos del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora