Prólogo

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Nunca había visto un cadáver en persona. Me quedo quieta y observo mi habitación, parece falso, parece una de esas habitaciones de las casas de terror que se montan en Halloween, mi padre había hecho una este año. Miro al suelo y veo mis zapatos, están sobre un charco rojo, parece pegajoso, no parece líquido, pero no me muevo para comprobarlo.

La observo, está en la cama tendida, pero no es ella, no parece ella, no es ella entera, hay muchas partes de ella. Tiene los ojos cerrados, es como si durmiera, como si al mirar solo su cara durmiera, pero no duerme, no es como otras veces. Soy consciente de lo que pasa, pero no reacciono, creo que no reacciono, el tiempo se congela y no puedo moverme, no puedo gritar, no puedo llorar; ¿por qué no lloro? Esto es real, es triste, parece real... debería estar triste, debería... quizás debería llamar a mi padre, pero ¿y si esto le hace daño?, ¿y si esto le hunde?; ¿por qué no lloro?

Estoy paralizada, pero consigo alargar mi brazo, estoy muy lejos de la cama, estoy lejos de ella. Fijo la mirada en mi mano y recorro esta desde la punta de mis dedos hasta la muñeca, continúo recorriendo mi brazo con los ojos y por un momento desvío la mirada hacia ella, hacia su mano, su mano no tiene continuación en un brazo... antes la tenía.

Me muevo, algo hace que me mueva, una sensación que me inunda, pero no sé describirla, nunca he sentido nada así.

Todo es rojo, hay mucho rojo, en las paredes, en el suelo, en mis cosas; mi cama era azul, pero ya no lo es. Todo es rojo.

Estoy al lado de la cama, me siento aturdida, siento que no estoy viendo bien. Al principio no proceso lo que ocurre y me lleva unos segundos asimilar la escena. Pero no consigo sentir nada, no aún.

Toco su brazo, está frío, está recubierto de algo, no sé qué es... y mis dedos se tiñen de rojo. Sigue sin parecer ella, para mí no es ella, pero, aun así, estiro el brazo y cojo su mano, no es ella, pero es su cuerpo.

No sé cuánto tiempo permanezco allí, no sé cuánto tiempo sostengo una mano, una sola mano que no parece ser de nadie. Y entonces alguien entra y grita, mucho porque lo escucho cuando antes no oía nada. El tiempo empieza a correr de nuevo, todo se reinicia, incluida yo y empiezo a ser más consciente de todo, dejo de estar paralizada y su mano cae de la mía, cae al suelo y escucho el golpe demasiado alto.

Y cuando siento que me ahogo Kate me saca de allí, me empuja y me lleva fuera de la habitación, me aleja de su cuerpo y entonces todo es caos.


La chica que no podía huirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora