Epílogo

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Yo fui la peor madre y hermana mayor que alguien pudiera tener. Tan inútil, vacilante y egoísta. Por eso dejé de ser ambas cosas muy pronto.

Todos los días me acordaba de Moon, aunque fuese por un segundo. No sabía cómo dejar de agradecerle por comprar para mí una vida desde cero. Lejos de un marido abusador, de un constante encierro, de un hijo en el que de vez en cuando pensaba con una sonrisa de alivio.

Vivía para mí y para hacer que el sacrificio de mi hermano valiera la pena.

El día era hermoso. Caliente, soleado y azul. Andaba a pie por las pacíficas calles de una ciudad transitada, antes desconocida. Nadie que pasara cerca de mí se detenía a observarme. Era común y un tanto insignificante para el mundo. Nadie me buscaba.

Moon-jae planeó mi desaparición lo mejor que pudo, sin importarle ninguna consecuencia. Por eso en los últimos cinco años logré llevar una vida lo suficientemente tranquila. Me cambié el nombre e hice lo mismo con toda mi documentación. Un desconocido al que le pagué me ayudó a que ese proceso fuese sencillo y lo menos ilegal posible.

La gente de mi entorno nunca me llamó Sol-gi, sino Monnie. Amaba mi nombre, aunque históricamente no tuviese ningún significado valioso. Todo aquel que lo pronunciaba también decía a inconsciencia el nombre de mi hermano. Y si bien no sonaba igual, tenía un importante valor para mí. Era mi manera de honrarlo.

Contaba con un buen empleo; era jefa de piso en una compañía de mediano prestigio desde hacía tres años. Gracias a él compré un pequeño apartamento cerca de la ciudad, donde vivíamos mi pequeño gato y yo. Solo tenía que preocuparme por nosotros dos, sin complacer a nadie.

La depresión que enfrenté durante mi matrimonio disminuyó considerablemente después de ir a terapia y tomar adecuadamente la medicación. Mis autolesiones dejaron marcas permanentes, pero no volvieron a abrirse. Poco a poco abandoné las mangas largas y con ello también se fueron mis complejos e inseguridades. No tenía de qué avergonzarme.

Llegué a la cafetería con diez minutos de antelación, como era mi costumbre. Subí los cortos escalones e ingresé al establecimiento con una media sonrisa en la cara. Saludé amablemente a los empleados y me dirigí a una mesa amplia para esperar a las amigas que no veía desde la preparatoria.

No muy lejos de donde me encontraba había una gran pantalla transmitiendo el noticiero. Fingí que lo veía y escuchaba, aunque realmente tuviera que prestarle atención al menú sobre la mesa.

Durante dos años sobreviví con el dinero que Moon me dio y el que ganaba de empleos temporales. Fueron días complicados. Me escondí lo mejor posible por temor a que me persiguieran y encontraran las mismas personas que tuvieron cautivo a mi hermano. Dejé crecer mi cabello, lo teñí de un castaño rojizo como parte de mi diario disfraz.

Mientras yo me ocultaba en las sombras y ahorraba para no tener que enfrentar futuras carencias, Luke Vang estaba siendo tragado por las élites y la fama a costa de la vida de Moon-jae.

Un día decidí abandonar mi anonimato y escribirle desde mi viejo correo electrónico. En él, le reclamaba por vender con tanta frialdad las fotografías de Moon a tan solo meses de que muriera. No fui lo suficiente sutil a causa del enojo e impotencia, pero Luke no me respondió de la misma forma en la que yo lo hice.

Me dio un número telefónico, sin añadir ni una palabra.

En los cinco años que pasaron tras la muerte de Moon solo pude hablar con él dos veces. Y la primera de ellas no resultó bien. No es que nos hubiéramos dicho cosas desagradables, sino que llamé en el momento incorrecto. Luke estaba muy ebrio.

Nuestra corta conversación fue un fracaso. Él no paraba de decirme al teléfono que mató a mi hermano por accidente y que lo lamentaba. Pero yo sabía que aquello no podía ser verdad. En mis adentros estaba segura de que los yakuza lo habían lanzado al vacío.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora