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Caminando por el pasillo de la universidad de Seúl hacia su salón, Choi Minho tomó un sorbo del café que había comprado en Starbucks veinte minutos atrás y que aún se conservaba caliente. Saludó con un asentimiento de cabeza a un alumno que pasó a su lado y echó una mirada por debajo de sus gafas a los exámenes calificados que llevaba en la otra mano. Hizo una mueca al imaginarse los quejidos y ruegos que recibiría en unos minutos cuando entregara las notas poco satisfactorias de la mitad de su clase.

Ni siquiera eran las ocho de la mañana y ya le estaba empezando a doler la cabeza.

Suspirando, miró por el jardín y notó que la mañana estaba fría, anunciando que su época favorita del año estaba acercándose, ¿y lo mejor? Las vacaciones también. Por lo regular, le gustaba mucho su trabajo, pero este ciclo escolar había sido un tremendo dolor en el culo.

Cuando un rostro de ojos afilados invadió su mente provocando que vacilara sobre sus pasos y casi derramara el café, Minho soltó una maldición. Cristo, le era difícil comprender cómo uno de sus mejores alumnos, se le había metido bajo la piel en pocos meses.

Tenía que aceptar que el chico era brillante y estaba seguro que no ponía ni la mitad del esfuerzo que usaba para vestirse en estudiar. Y eso jodidamente lo irritaba.

A Minho le gustaba ser un profesor adulador cuando sus alumnos sacaban buenas notas para que se esforzaran siempre, pero nunca había sido así con KiBum. Dios lo librara de inflar el ego de por sí ya grande de Key...

Se detuvo en seco, espera un maldito minuto, ¿desde cuándo pienso en él como Key?

La cara que debió haber puesto fue una de completo horror porque una voz burlona junto a él preguntó. –¿Se encuentra bien, profesor?

Inmediatamente, su espalda dio un tirón al igual que la cosa entre sus piernas. Jesús, ¿qué demonios le pasaba? Mientras giraba la cabeza para ver a KiBum sonriéndole como un maldito tiburón, Minho pensó que necesitaba vacaciones urgentemente. Un tiempo lejos de la tentación que tenía delante de él le parecía ahora una fantástica idea.

Que tuviera una atracción sexual por uno de sus alumnos estaba completamente mal y fuera de discusión, iba contra la política de la escuela. Le llevaba diez años, por amor de Dios. Aunque si tuviera cuidado...

Detuvo el rumbo de sus pensamientos en ese punto, no debería estar pensando en la posibilidad de romper las reglas, maldita sea. Apretó la mandíbula ante la bola de disgusto que sintió subir por su garganta y clavó la mirada en los ojos gatunos sonrientes.

– Todo bien – dijo continuando su andar, odiándose por haber sido incapaz de haberse fijado en lo bien que se miraba KiBum el día de hoy. Con esos pantalones de colores pegados como una segunda piel a sus piernas y un suéter negro con estampados de dinosaurios verdes. Por no mencionar su rostro, Minho estaba seguro que KiBum se delineaba los ojos, haciéndole ver más atractivo e intrigante. Era ridículo, nunca había conocido a alguien que se vistiera de forma tan llamativa como KiBum y, que no le importara lo que pensaran los demás de él, sumaba puntos a su atractivo.

Y si Minho era sincero, lo respetaba por eso. Incluso suponiendo que le hubiera gustado vestirse tan llamativo, Minho sabía que ni loco se pondría ese tipo de prendas en su día a día.

Obligándose a no mirar sobre su hombro, entró en el aula y se dispuso a concentrarse en lo que de verdad importaba y para lo que le pagaban.


Mientras miraba a su profesor de historia del arte huir dentro de su salón, KiBum no pudo evitar dar saltitos de emoción. Había notado como esos enormes ojos marrones detrás de esas gafas redondas lo habían mirado con anhelo antes de que la irritación los ensombreciera. Sabía que estaba jugando con fuego al tratar de coquetear con su profesor, pero valía completamente la pena.

Tormento Personal (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora