When I was your man ♡ YoonMin

♡epílogo

Yoongi estaba decidido, se iría de la ciudad, y tenía dos razones concretas para hacerlo.
Una, no era bueno para su salud mental seguir viendo a su ex pareja.
Dos, no deseaba causarle más molestias al antes mencionado.

Su hermano le había ofrecido quedarse con él en su ciudad natal, Daegu, ésto luego de una larga y doliente explicación por parte de Yoongi. Él entendía que el karma lastimaba horriblemente, y por más idiota que fuera su hermano menor, siempre le ayudaría.

Era viernes, el último día en que asistiría a clases, pero no lo haría para entregar tareas ni recoger sus papeles de traslado. Ambos temas no eran su prioridad a pesar de que debían serlo.

Iría al campus sólo por un motivo.
Entregarle las notas a Jimin él mismo.

¿De dónde sacó valor?, ni siquiera él lo sabe, pero lo haría.
Reunió las páginas que había escrito durante un largo tiempo, las acomodó según las fechas en que las había redactado y adornó el pequeño paquete con un listón rojo. Lo guardó en su mochila vacía, la cual sólo llevó para aparentar que aún tenía interés por estudiar una última vez.

Jungkook, cuando se enteró de su partida, le dio un abrazo, diciéndole que lo extrañaría mucho y le deseó suerte en su nuevo hogar.
Hoseok le dio ánimos para ir y entregar sus notas a Jimin, de hecho, todos ellos lo hicieron.
Namjoon y Jin también lo abrazaron, ellos prometieron ir a visitarlo pronto.
Incluso las novias de Jungkook y Hoseok le dieron buenos deseos sobre las dos situaciones que afrontaría.

Yoongi decidió saltarse su clase de gimnasia, sabía que a esa hora Jimin tenía tiempo libre y Taehyung no.
Quería verlo a solas, ya suficiente dificultad tenía la situación como para sumarle al chico castaño.

Salió al pasillo de casilleros y ahí lo vio, cambiando sus útiles según el horario correspondiente.
Respiró profundo, sacó el presente y a pasos acelerados llegó hasta él, había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había tenido tan cerca.

—Jiminie.—llamó, provocando un bufido del mencionado—¿Puedo hablar contigo?...—incluso su voz sonaba temblorosa.

—No.—soltó con extrema seriedad, dando un portazo al casillero—Tengo clase.

—Sé que no la tienes.—aseguró tomando algo más de valor—Jimin, por favor...

El rubio se giró encarándolo, en una posición recta y con los brazos cruzados, se quedó en silencio unos instantes esperando a que su mayor hablara.

—¿Y bien?—apresuró.

—Quería darte... Ésto...—le extendió la pila de hojas atadas—Lo escribí para ti.