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"Si un animal o un ser humano concentra toda su atención y su voluntad en una cosa determinada, la consigue. Ese es todo el misterio"
Hermann Hesse

El intenso perfume de la tierra se esparcía por el aire, y cuando la ligera brisa agitaba los árboles del bosque, entraba nuevamente la primavera. Se podía ver una hermosa explosión de colores a lo largo de la arboleda, el follaje emitía una sensación reconfortante como si hubiese un carnaval y pequeñas hadas danzando en cada flor. ¡Que hermoso sería pertenecer a ese pequeño mundo, donde Dios cuida cada uno de sus delicados pétalos!, no tendría que preocuparme por el tiempo, ni por la vida, solo en crecer y resplandecer.

Mientras me preparaba para lo que sería mi quinta cita con un chico que conocí en una aplicación de playstore, pequeñas gotas de sudor caían al suelo, no podía negar que estaba nerviosa. Era un chico de unos diecinueve años, su cabello era castaño y con unos cuantos rizos, no era como esos jóvenes con cuerpos lánguidos, sino que su cuerpo cumplía con mis estándares de belleza, sus ojos eran color café y su piel era rosada, casi como la de un melocotón. Finalmente me di los últimos retoques y me dirigí al lugar donde habíamos acordado vernos.

Pensarán que soy muy urgida por encontrar afecto pero no es así, estaba haciendo un experimento con aquella aplicación ya que quería aprender un nuevo idioma, el chico comenzó a hablar conmigo y me agrado tanto que decidimos vernos, al principio pensé que podía ser algún traficante de órganos pero para mi sorpresa, encontré al mismo chico de las fotos sentado afuera de la cafetería con un croissant en sus manos, se miraba tan adorable que desde ese momento supe que podría ser mi ser amado. Tan inocente y desesperada por amor...

Tomé el bus en la parada de la calle once y cuando subí ya no había asientos desocupados, a los cinco minutos de haber abordado, un mensaje cayó de imprevisto, era el chico de la app diciendo que lamentaba mucho el no poder ir y que ya no nos podíamos seguir viendo. Me decepcioné mucho y sentí que el mundo me tragaba, una gran masa negra me consumía y yo solo quería salir de ese vehículo gritando y llorando por la ira. Es imposible adivinar el final de una historia mientras la estás viviendo; carece de contornos y constituye una serie de palabras y datos incipientes. Fui una completa idiota y merecía que Dios me castigara por mi insolencia.

Bajé en la parada catorce, estaba tan desolada que daba un poco de miedo y parecía como si Ted Bundy en cualquier momento bajaría de su auto para decirme que le ayudase a arreglarlo. Caminé sin pensar a dónde dirigirme y miré un gran puente, para ser más exacta, el puente "Meraki", nombre en honor a todos aquellos pueblerinos que habían dado su vida para asegurar que su villa se modernizara, hoy en día tenemos que agradecerles ya que realmente es una de las mejores ciudades del país, y contamos con muchos beneficios que otras ciudades jamás podrán obtener. Observé nuevamente el puente y me percaté que había un muchacho viendo hacía el horizonte.

El muchacho tenía los ojos cristalinos, parecían vacíos y su interior gritaba de dolor. Comencé a acercarme poco a poco, no parecía haber notado mi presencia. Lo observé, era un chico muy guapo, a diferencia de Terrence, él tenía los ojos color verde y era un poco lánguido. Sus manos eran más delicadas que las mías y vaya que eso me había sorprendido y preocupado, a su vez, sus labios eran rosados, eran muy lindos y su nariz, ¡Dios!, ¡ni con mil cirugías podría obtener una así de perfecta!

-¡Hey!, si no quieres quedar vivo, deberías optar por tirarte de aquel edificio, es mas alto y hay menos probabilidades de salir ileso. - Hubo una pausa que me desconcertó, miré nuevamente al joven y vi que esbozaba una sonrisa reconfortante.

-Lo siento, te mirabas tan triste que pensé que realmente querías suicidarte. - dije un tanto nerviosa. El chico me miró sin decir nada y eso solo me hacía preocupar mas. No comprendía la situación, quería irme a casa y en mi vida hablarle nuevamente a un hombre.

-Siento haberte preocupado. - dijo finalmente, mohíno, con una sonrisa en su rostro. - me imagino que a tus ojos yo tenía un aspecto irrisorio. Sabes, este puente tiene una historia muy fascinante, sin embargo, para aquellos que trabajaron arduamente fue un suplicio, y ¡he aquí el hombre!, disfrutando del dolor de otros.

Hubo una pausa, necesitaba aclarar mis ideas para no ofenderlo, suspiré y contesté.

- Ciertamente fue una carga para todos ellos pero lo hicieron con el objetivo de que la villa saliera adelante así que creo que mientras ellos tuviesen en mente eso, el amor que le tenían al lugar donde nacieron les permitió trabajar hasta que la obra fuese terminada, siento que si ellos estuviesen vivos y viesen lo que un puente hizo a ésta ciudad, estarían muy felices.

-De cierto que eres una jovencita muy lista, nunca te había visto por aquí. - dijo con algo de curiosidad. Su manera de hablar me incomodaba demasiado, sentía que estaba hablando con algún caballero de 1880.

-Un tanto, si, vivo con mis abuelos por la calle once, es casi por la tienda de los Ritchen. Mi nombre es Lyonette, tengo diecisiete y estudio en la academia Klinton, ¿Cuál es el tuyo? - contesté rápidamente sin darme cuenta que dije datos que tal vez a él no le importaba saber pero igual dije porque soy una completa idiota.

-Mi nombre es Damie, este año entraré a esa academia y parece que tenemos la misma edad. Desafortunadamente no conozco ese sitio, no soy de salir mucho fuera de casa, lo lamento. Verás, mi padre es un megalómano y no quiere que su hijo se involucre con los pueblerinos de aquí.

No sabía el significado de esa palabra pero sonaba muy bien, incluso la repetí nueve veces en mi cabeza para buscarla cuando llegase a casa, por hacer eso no escuché lo último que dijo así que no le di tanta importancia. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando entró una llamada a mi móvil, inmediatamente respondí y lamenté al cielo por haber hecho eso, era la abuela Sheryl quien llamaba preocupada dándome reprimendas por salir de casa sin avisar. Grité "! No soy una niña y puedo salir y regresar a la hora que yo quiera!", al ver mi comportamiento el joven de sonrisa perfecta y de comportamiento aristocrático se despidió y nuevamente ahí estaba yo, sola y enojada.

Regresé nuevamente a la parada algo sofocada. En un día tan perfecto habían ocurrido tales desgracias, era como si el destino me dijese que no buscara a un hombre y que simplemente disfrutara del amor que me entregaban los mil gatos que hay en casa de la abuela. Tras unos diez minutos el bendito bus apareció, gracias a Dios habían lugares vacíos así que no tendría que ir golpeando a la gente que estaba sentada y podría disfrutar de la vista y del viento golpeando mi rostro.

Tras bajar del transporte, pensé en no ir casa, aunque igual tenía que hacerlo, no quería ver a la abuela, odiaba ese lugar y no sentía que fuese un hogar como tal, no después de los comentarios que ella hizo hacia mi padre. No podía perdonar al hombre que había asesinado con tanto odio a quien me dio a luz, a mi todo, y sabía que algún día él vendría también por mí, me mataría sin ningún remordimiento y después vendría la abuela nuevamente a defenderlo y a pagar para que no se hablase del caso y es que es por culpa de ese hombre que hoy en día no tenemos dinero, para poder mantener ese oscuro secreto, su madre tuvo que pagar una gran suma de dinero que la dejó en la quiebra.

Éramos pobres, a veces solo podíamos saciarnos con latas de frijoles y con carne seca, odiaba toda mi situación y sé que hay personas que pasan por peores cosas pero, ¿acaso hay que hacer de menos los problemas de los demás solo porque no sean "graves" como los tuyos?, siento que vivo en una burbuja de mentiras, me gustaría algún día volverme millonaria e irme de esa prisión.

-Finalmente estás aquí. -musitó. -No sabes lo preocupada que estuve debido a tu insolencia, eres una muchachita muy desconsiderada, si vas a salir ¿no crees que lo mejor al menos sería avisar?

Ignoré su comentario y entré, subí las escaleras, abrí la puerta blanca con madera gastada y la cerré de un portazo. Cogí mis audífonos que estaban hechos un nudo, introduje la entrada en el agujero que se supone que es solo para ellos, subí el volumen del aparato y comencé a escuchar Ain't It fun de paramore. Cerré los ojos recobrando la escena que me marcaría toda la vida, hasta que mi mente se quedó en blanco y finalmente caí en un sueño profundo.

HeavenwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora