Ciento cuatro

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El tiempo pasó rápido, arribando así al día en que Benedict debía marcharse, para continuar con la gira por sí solo.

La despedida en el aeropuerto fue apasionada, con un beso cálido y largo, más varios abrazos llenos de sentimiento.

—Te extrañaré mucho... —dijo Amelia mientras lloraba.

—Yo también... —musitó el mientras secaba las lágrimas de ella con su dedo—. Pero te llamaré a diario...

—¿Lo prometes en serio? —inquirió ella.

Él sonrió, y acarició su mejilla con cariño.

—Lo prometo... —respondió.

Ella lo miró de lado, con una expresión de suma pena.

—¿Qué sucede? —preguntó él.

—Me apena saber que no pasaremos navidad ni año nuevo juntos... —murmuró la mujer.

—A mí también... pero no importa, festejaremos cuando vuelva...

—En marzo del próximo año... —farfulló Amelia.

—Es demasiado, lo sé... —habló con pesar—. Pero es lo que acordamos... hay que agradecer que dejaron que yo continuara la gira sin ti...

Ella asintió.

—Te amo, Amelia... —susurró él.

—Yo también te amo, Ben... —respondió ella—. Te estaré esperando...

Él la miró con tristeza, y comenzó a caminar con su valija de mano, alejándose lentamente de ella, sin ganas de hacerlo realmente.

—No me seas infiel... —habló él deteniéndose a un metro de ella.

Ella negó con la cabeza mientras sonreía.

—Tampoco tú... sé que verás chicas lindas por Oceanía y América, resístete lo más que puedas...

Él sonrió de lado.

—Recordaré lo de hoy en la mañana cada noche... —masculló con un tono sugerente—. Para tener algo en qué divertirme antes de dormir...

—No seas asqueroso, Ben... —dijo ella cubriéndose la cara.

Él soltó una carcajada.

—No te gusta que lo haga yo, pero sí te gusta hacerlo por ti misma... —susurró él.

—¡Ya! —vociferó ella sonriendo avergonzada—. Tu avión se irá...

Él se acercó a mujer, y dejó otro beso sobre sus labios.

—Adiós... —dijo él.

—Cuídate mucho, Ben...

Él asintió, y caminó hasta que ella lo perdió de vista entre la gente.

Amelia salió del aeropuerto mientras lloraba en silencio.

Se puso su casco rojo, y se montó a su moto del mismo color, una Harley Davidson, modelo Breakout Softail, al igual que la de Benedict.

Poco después de comprar la motocicleta pudo obtener su licencia provisional, la cual le duraría dos años, teniendo hasta entonces para adquirir una oficial, pero con esa era más que suficiente por el momento.

Debía ir a su piso para alimentar a los gatos, y luego tomar el metro hasta casa de Tom. Era temprano por la mañana, y tenía que ir a asegurarse de que comiera su desayuno, y tomara su medicación paliativa para aminorar sus molestias.

Acompañarlo, esa era su misión. 


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 ✒Mazzarena

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora