Hinata no era feliz.
Sus sentimientos siempre fueron muy claros para Hinata. Desde pequeña se había enamorado de Naruto Uzumaki, lo admiraba, quería ser como él y en un futuro que la mirase de la misma manera. Realmente se había enamorado de ese rubio hiperactivo y de buen corazón.
Logró casarse con él y formar una familia. Tenía dos hijos que amaba más que a su vida, una preciosa casa, un patio al que cuidar, un padre mucho más amoroso de lo que podría imaginar, una hermana que la adoraba, unas amigas incondicionales, un esposo al que todo el mundo admiraba.
Pero aún así no era feliz.
No sabía el porqué, pero se sentía incompleta. Su vida se había consumido por la monotonía, se había convertido en una esclava de su casa, de sus hijos, de su marido, de su propio destino. Dejó de ser Hinata Hyuga, la heredera del clan Hyuga, para ser Hinata Uzumaki, la esposa del Hokage, y eso no le sentaba bien.
Nadie la veía como Hinata. A nadie le importaba como Hinata. Era la esposa del Hokage, la madre de Boruto y Himawari, la hermana de Hanabi, la hija de Hiashi, pero nunca era simplemente Hinata. Habían días dónde se preguntaba si ella existía siquiera, si ella necesitaba existir para los demás o si en algún momento de su vida existiría para ella misma.
Esos días eran los más oscuros, dónde se encerraba en su cuarto y lloraba durante horas hasta que su hija volvía de la academia, en ese momento volvía a ser madre de Himawari, abandonaba su puesto como Hinata, se secaba sus lágrimas, ponía la mejor sonrisa que podía y nuevamente era alguien ajena a sí misma, no una persona, simplemente una madre amorosa, nada más que eso.
Luego llegaba Boruto y debía convertirse en una madre exigente, una guía que regaña, pero que al mismo tiempo intenta que avance más en su vida, ya que su niño era demasiado irrespetuoso y desagradecido hasta cierto punto, volvía a ser alguien que no era y que nunca fue.
Y finalmente, cuándo la noche caía, después de la cena y de arropar a sus niños, dejaba de ser una madre, se quedaba horas consigo misma, arrepentida de abandonarse como persona, como kunoichi, como mujer. Pero volvía a ser simplemente Hinata. Hasta que se iba a dormir, soñando en cortar con toda esa monotonía.
Eso sí tenía suerte.
Si era desafortunada, Naruto llegaba en plena madrugada y volvía a ser alguien que ella no reconocía. Era una esposa servicial y sumisa, debía hacerle de cenar si él no lo hizo ántes de llegar, ignorar el perfume masculino ajeno al de su marido y las pequeñas partículas de arena que dejaba de vez en cuándo, preparase para fingir un orgasmo si Naruto tenía ganas de hacerlo, y nuevamente abrazarse a un pecho que ya no le daba calidez.
Dormir y despertar para realizar una y otra vez el mismo ciclo.
Estaba harta de ese círculo vicioso.
Y así llegó su salvación un día, con una sonrisa de oreja a oreja y una caja de rollos de canela entre sus manos.
Hinata había dejado de existir durante tanto tiempo que se olvidó de su propio cumpleaños y allí estaba, su salvación, con las mejillas algo sonrojadas por el calor del exterior y los ojos brillando de alegría, demostrándole que Hinata existía, que no era un simple recuerdo en su cabeza.
La invitó a pasar, obviamente, no haría esperar a la única persona que recordó a su verdadero ser. Ambas se sentaron en el sofá, y se enterneció al ver que no era un pastel, si no rollos de canela. Si, a la verdadera Hinata le daba un poco igual los pasteles, prefería los deliciosos rollos de canela recién hechos, y al parecer su salvación recordaba aquello.
La mayor sacó de su bolsillo dos velas. El número tres y el dos. Hinata cumplía esa edad, pero ni ella misma lo recordaba, como todos aquéllos detalles que la otra parecía saber. Eran de color lavanda, su favorito o tenía una leve sensación de aquello.
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Who? ; SakuHina.
Romance"¿Quién soy?." "¿Qué soy?." "¿Cuál es la razón de mi existencia?." Hacia tiempo que Hinata no era feliz, no se reconocía, estaba vacía y siquiera estaba segura que ese sea su verdadero nombre. 🦋SakuHina🦋 -Parte única. -Guiño muy leve al GaaNaru...