Sólo un trago más

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Era la octava copa de vino que se tomaba en menos de treinta minutos, pensó Kazuto, y si bien sabía que aquella dulce bebida no era muy fuerte, en comparación a otras que conocía bastante bien, y que debía pasar algo más de tiempo hasta que el alcohol empezara a hacer efecto en una persona, podía resultar poco beneficioso. Aún así, no podía evitar mirar con curiosidad y tal vez, solo tal vez, con un poco de preocupación a la delicada joven que se encontraba sentada al otro lado de la barra, en tanto él se encontraba secando algunos vasos y copas de vidrio para luego dejarlas en el estante a un lado.

Habían pasado cinco horas con dieciséis minutos desde que Kazuto había empezado su turno, y tan solo veinticinco, desde que aquella hermosa joven había llegado, según señalaba en su reloj de pulsera, y no es que en realidad haya estado contando los minutos desde que aquella jovencita de aspecto elegante y a la vez depresivo, había arribado hasta el bar del hotel, dónde él se desempeñaba como bartender un par de noches a la semana. Pero era su deber evitar que sus clientes se pasaran de la raya con las bebidas, en especial si se trataba de mujeres sin compañía y aún con mayor razón, si lo único que ésta hacía era extender su copa vacía hacia él, para que se la llenara nuevamente con aquel suave líquido de color tinto, como si quisiera beberse el mundo desde su copa, después de todo, uno nunca sabe quién quisiera aprovecharse de una situación como esa.

—Además —pensó nuevamente —una mujer como ella definitivamente no pasaría desapercibida por nadie y menos por la forma en la que está vestida —repasó su intensa mirada por la silueta femenina.

La joven llevaba un vestido celeste, corto, llegandole por encima de las rodillas, un poco sencillo, pero con unos pocos encajes a la altura del pecho, creando un patrón muy bonito a la vista, se ajustaba perfectamente a su torso, y quedaba suelto de la cintura para abajo. Su larga cabellera caía completamente a un lado, simulando una cascada de fuego y acariciaba su tersa piel blanca, llevaba el maquillaje ligero o al menos eso creía, después de todo él no sabía nada sobre maquillaje. La muchacha se había desecho de sus tacones, olvidándolos en el frío suelo y a un lado del banquillo sobre el cual se hallaba sentada, tenía la cabeza recostada en la palma de su mano izquierda, mientras con la otra sostenía la copa de vidrio y hacía pequeños movimientos circulares, logrando crear un pequeño revuelo con el líquido que aún contenía.

La joven dejó inmóvil la mano, miró atenta unos segundos a su alrededor como si estuviese pérdida y tras dar un fuerte y sentido suspiro, adentró todo el contenido sobrante a su boca. Una vez hecho esto, su mirada viajó directamente, casi como su fuese un imán, hasta Kazuto, pidiéndole sin hablar que volviera a su rutina de llenar la copa.

—No sé que te tenga así... — Kazuto se aventuró a hablar por primera vez, colgandose al hombro el trapo que había estado usando  —pero definitivamente sea lo que sea, no puedo dejar que sigas bebiendo —terminó retirando lentamente y sin apartar la vista de ella, la fina copa de vidrio de su alcance y esperó paciente la reacción de la joven.

Por su parte ésta rió de manera burlona e irónica —es un bar, donde se bebe y... ¿me estás negando la bebida? —cuestionó la castaña y volvió a reír casi forzado y sin humor —vaya, pero que buen servicio —replicó con molestia, acto seguido sacó su cartera y le tendió algunos, muchos billetes y los dejó sobre la barra —¿Esto es suficiente para que me puedas servir otra copa? 

Por su parte Kazuto solo frunció el ceño ante la acción, y le dedicó una fugaz mirada al dinero frente a él, era mucho, demasiado razonó, pero él no era de aquellos que se dejaban impresionar por mucho que lo necesitara, no podría vivir con la culpa si algo le pasase a la joven. Así que solo se quedó callado, manteniendo su postura.

Ante la falta de respuesta de Kazuto, la castaña volvió a reír está vez un poco más animada por así decirlo —Claro... no es suficiente, ¿verdad? —exclamó para terminar en un susurro —nunca nada es suficiente...

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