Sábado por la noche con un ambiente bastante animado en comparación con el día anterior, tanto la barra como las mesas se encontraban repletas. Sin duda, era una de las noches más agitadas para Kazuto.
Ese día, su turno había iniciado tres horas más temprano, debido a que uno de los empleados del turno de la tarde había sufrido un pequeño incidente con uno de los huéspedes del hotel que a tan tempranas horas, ya se encontraba ebrio, este altercado terminó con una de las botellas de champagne estampada sobre la cabeza del pobre muchacho, que solo se hallaba realizando su trabajo.
Debido a esto, el azabache no veía la hora de que la noche acabara de una vez, solían cerrar todo a las dos de la mañana y volvían a abrir al día siguiente para el medio día, esto con el fin de que los huéspedes del hotel, no tuvieran la necesidad de salir a buscar en otro lugar lo que el bar tenía a disposición y claro, también porque era dinero que no querían perder.
Además se sentía bastante cansado, no solo por todo el trabajo que tenía esa noche, sino por iniciar su turno antes, justo cuando el día anterior se había quedado hasta el amanecer en compañía de aquella castaña tan peculiar, en una boda en la que no había sido invitado, pero que sin duda había valido la pena la desvelada, cuando a las cuatro y media de la mañana se despidió de la muchacha sin siquiera una promesa de volver a verse.
Por ello, cuando por fin ya casi no quedaba nadie y el reloj marcó las una con cuarenta y cinco minutos y tanto él como sus compañeros se dispusieron a guardar y limpiar todo lo que usaron esa noche, de un momento a otro sintió un ligero golpe en su hombro, sabía que se trataba de su pelirrojo amigo, por lo que no se molestó.
—Oye Kazuto, puedes atender al huésped que acaba de llegar —habló a sus espaldas —debo llevar esta caja al depósito —terminó, Kazuto asintió aún sin mirarlo, pero si lo hubiera hecho se habría encontrado con la sonrisa pícara de su amigo.
Aunque se encontraba hastiado y faltasen solo diez minutos para cerrar todo definitivamente, debían de atender a todos mientras el bar se encuentre abierto, por lo que de inmediato dejó lo que estaba haciendo y con su característico acto de tirar el paño que usaba para secar las copas al hombro, se giró para tomar la orden del inoportuno cliente.
Sin embargo, solo se encontró con una delicada mano con una copa vacía extendida en su dirección, al levantar la mirada sonrió con diversión al encontrarse con la mirada de la castaña. Al parecer su pelirrojo amigo ya le había servido un poco de vino, pero al enterarse lo que pasó entre ambos la noche anterior, decidió ayudar a la joven para llamar la atención del azabache.
Ante esa escena bastante conocida para él, no pudo más que negar con diversión, sin duda era una grata sorpresa.
Por su parte Asuna le devolvió la sonrisa de manera burlona y continuó —Es un bar, donde se bebe y... ¿ me estás negando la bebida? —cuestionó la castaña y volvió a reír —vaya, pero que buen servicio —replicó con falsa molestia.
Ambos se quedaron viendo intensamente hasta que de un momentos a otro, soltaron una estruendosa carcajada que resonó por todo el lugar.
—¿Cómo estás? —se aventuró a preguntar el azabache, en tanto llenaba de nueva cuenta la copa de la mujer y otra para él mismo, después de todo, lo único que pasaría si lo descubrieran, sería que se lo iban a descontar de su sueldo, además, estaba bastante seguro de que se lo merecía por el extenuante trabajo que tuvo ese día.
—Bien, me alegra verte de nuevo —chocaron sus copas en señal de brindis para luego acabar con casi todo el contenido de un sorbo.
El azabache asintió —también me alegra verte, creí que ya no lo haría —susurró avergonzado.