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El canadiense estaba frente a la puerta, indeciso si debía hacer aquello que su hermano australiano sugería.

Sus manos sudaban y sentía muchos nervios, de hecho, su mano temblaba.

Finalmente, cuando se animó a tocar, la puerta se abrió antes de que él pudiera hacer algo.

-- ¿Canadá? --preguntó México deteniéndose abrúptamente, pues él iba a salir para tirar la basura.

-- E-Ey, Méx... Q-quería preguntarte algo --murmuró apenado.

-- Eh, claro, ¿qué se te ofrece?--sonrió.

Se tardó unos segundos para asegurarse si de verdad quería hacer aquello o si era mala idea.

-- Oh, oye, por cierto, hace tiempo quería invitarte a salir --mencionó con delicadeza.

Canadá se quedó paralizado, ¡le había robado la invitación! No se quejaba, pero le parecía injusto.

-- ¡Eso era lo que iba a preguntarte yo! --exclamó sonrojado, nervioso y un poco enojado inflando las mejillas.

-- Te estabas tardando mucho, mi güero --rió.

-- ¿Eso es un sí?

-- Por su pollo.

No entendió bien, pero dedució que el mexicano había aceptado salir con él, y eso lo emocionaba por completo.

175 palabras.

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