tastes like sweet blood

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Min YoonGi miraba con atención aquel sofá donde días antes había tomado por primera vez a su querido dongsaeng , tomó el vaso con vino tinto y dio un trago hondo y largo de este, se dirigió al sofá que estaba justo enfrente de donde había tomado a su querido y delicioso JiMin. Se sentó en este y comenzó a recordar toda aquella experiencia vivida los días previos a ese. Recordó el sudor cayendo por la frente del menor, mojando y pegando sobre esta los cabellos de rojo encendido del más joven, los dulces y tiernos jadeos que JiMin dejaba salir y todos aquellos movimientos y palabras obscenas que salían de aquel cuerpo tan pequeño, lleno de deseo y lujuria.

Recordaba perfectamente como era que pedía más, como era que movía sus caderas al compás de la suave música de fondo que YoonGi se había encargado de poner, porque sí, Min YoonGi amaba tener sexo mientras escuchaba música. Recordaba con claridad todos los “Hmm, señor Min” y el montón de obscenidades que salieron de la boca del menor. Recordaba con delicia el sabor dulzón y embriagante de la sangre de JiMin. Toda aquella experiencia sexual que YoonGi había experimentado con su dulce dongsaeng vivía fresca en su memoria, como si solo hubieran pasado horas desde que lo había tomado sin piedad, y el tan solo pensar en ello y dejarse llevar nuevamente por aquella fantasía lo hacía querer volver a tomar a su querido y caliente JiMin, en volverse a perder entre la suave y delicada piel del menor.

—Puedes venir cuando quieras, mon petit, aquí estaré esperando. —le había dicho YoonGi al pelirrojo una vez que este ya estaba vestido y a punto de irse. Y así había sido como YoonGi le entregó una copia de sus llaves, y, de una manera indirecta, le había hecho una sutil invitación a ser compañeros de cama, piel y más que besos candentes.

Después de unos días, YoonGi se había sentido como un completo idiota porque Park JiMin no había vuelto a buscarlo. ¿Y qué podía esperar de aquel chico si llevaba poco menos de medio año conociéndolo?
El pelinegro lo recordaba perfectamente. Se habían conocido una noche fría y sola de invierno, el mayor había ido a un bar pues quería suplantar su soledad y su apetito sangriento buscando a alguien que le complaciera de la manera en que él lo buscaba. Y fue cuando lo encontró, ebrio a más no poder, sobre una de las mesas de aquel club nocturno, bailando y comenzando a desnudarse. No era como que aquello le molestara, es decir, buscaba con quien pasar la noche y saciar su apetito sexual y su hambre y aquel chico pelirrojo era lo que más llamaba su atención. Recordaba perfectamente que iba con un grupo de chicas y chicos que se fueron yendo uno a uno, ya fuera porque sus padres habían ido por ellos o porque simplemente era momento de irse… y JiMin se quedó hasta ya muy entrada la noche, bebiendo y haciendo mil y un locuras. Fue entonces cuando YoonGi se acercó al menor, con su instinto vampírico a flote, estaba dispuesto a seducirle con sus palabras y aprovecharse de su embriaguez.  Cuando llegó frente al pelirrojo, este ya estaba sentado y tranquilo en una esquina del bar, fue entonces que se percató que estaba llorando.

Aquella noche, Min YoonGi no pudo tomar a tan dulce criatura pues su instinto humano no dejaba que se aprovechara de él de dicha manera. Lo había llevado consigo a su casa, le había arropado en la noche y cuido de él hasta que llegó la mañana siguiente y el pelirrojo desapareció, solo para volver dos días después y pedir disculpas por haberse ido sin agradecer la hospitalidad del vampiro. A partir de entonces JiMin y YoonGi habían comenzado una relación meramente amistosa, se conocían el uno al otro con el pasar del tiempo... tanto había sido que el pelirrojo sabía de la verdadera naturaleza del YoonGi, y YoonGi sabía del manojo de emociones que era el menor y la relación tóxica que JiMin llevaba con su actual pareja.

Fue en una de las tantas discusiones con su novio que JiMin llegó en una noche lluviosa a la casa de YoonGi, estaba un poco ebrio, como en aquella noche en que se conocieron. Al vampiro le fue imposible ignorar el hecho de que JiMin otra vez estaba en mal estado por culpa de ese chico. Por eso, ese mismo día en que se hicieron uno y firmaron un trato de amantes clandestinos, salió de su casa, directo a acabar con el sufrimiento de JiMin.

Y era hasta ese día en que recordaba que ese era tal vez el motivo por el que JiMin no se había vuelto a aparecer en su casa.

Soltó un suspiro profundo, bebió todo el contenido de la copa en sus manos y se levantó del sofá. Caminó hasta su alcoba, donde se desnudó por completo para después envolverse en una bata de baño, llenar de vino su copa y caminar descalzo hasta el cuarto de baño, llevándose la botella con él. Preparó la tina con agua tibia, una esencia de rosas y pétalos de la misma flor. Esperó un par de minutos hasta que sintió que era el momento correcto para meterse en la tina.

Había un silencio abrazador, se vislumbraba en la ventana las luces de la hora mágica, el agua en la tina aún hacía un diminuto sonido, pues se había agitado un poco cuando el pelinegro se adentró en ella. Tomó a grandes sorbos el líquido de su copa y la dejó caer en el grande y suave tapete en el piso, echó su cabeza cuidadosamente hacia atrás, recargándose en la tina, dejando que el olor a rosas y el líquido que cubría su cuerpo le relajara los músculos y el ser entero, pues necesitaba sacarse de la mente al sensual JiMin y esa era una forma en que podía hacerlo.

Pero fue inútil. A los pocos segundos los labios de un precioso JiMin recorriendo su cuerpo y devorando los suyos aparecieron en su mente, la idea de su anatomía con la del contrario siendo uno y disfrutándose iba y venía en su mente. Pensar en algo así simplemente hacía que la excitación y el deseo crecieran poco a poco. Su semblante sereno se volvió en uno rígido, en una mueca de fastidio porque Park JiMin no salía ni un momento de su mente.

—Fue usted, ¿verdad?

Aquella voz tan conocida lo sobresaltó. Abrió sus ojos y guio su mirada a JiMin. Este último lucía molesto, agitado y asustado, había un montón de cosas pasando por su mente, todos esos días que había pasado lejos del vampiro había pensado en lo que hacía y había pasado el luto de su novio preguntándose porque todos relacionaban ese acontecimiento con un ataque animal si el bosque estaba muy lejos de donde él se encontraba. Y su cabeza solo llegó a una conclusión: Min YoonGi. En su interior creía que el vampiro tenía mucho que ver con la muerte de su pareja, quería engañarse a sí mismo y decir que no, pero el silencio del pelinegro le confirmaba todo lo que sospechaba.

—No sé de qué me estás hablando. —respondió con tranquilidad y giró su cabeza, volviendo a lo suyo.

—Por favor, señor Min, no me quiera engañar, los dos sabemos que usted no es ningún ingenuo y sabe perfectamente de lo que le hablo.

Sus ojos comenzaban a cristalizarse, su corazón latió con mayor fuerza y la furia se acumuló en todo su cuerpo.

—JiMin, es muy descortés de tu parte desaparecer por días de mi vida y después volver para reclamarme sobre la muerte de TaeMin, algo que obviamente es ajeno a mí.

JiMin abrió un poco sus labios, sorprendido por el cinismo que el vampiro dejaba al aire. Aunque al mismo tiempo se sentía herido y decepcionado, estaba en lo cierto: Min YoonGi había matado a su novio.

—Usted es un…

—¿Maldito? Sí, JiMin, lo soy —siseó y luego se mordió los labios en señal de nerviosismo—. Pero todo lo hice por un bien para ti.

—¡Usted no tiene idea de lo que acaba de hacer! —gritó desesperado, su voz temblaba—. Yo no quería volver a buscarlo porque le fui infiel a mi novio con usted, TaeMin era un hijo de puta, pero no merecía eso. ¡Él me quería!

—Eso es algo en lo que te equivocas, JiMin —alcanzó la botella en el suelo al igual que su copa, sirvió un poco de vino y luego lo bebió—. En todos los años que llevo aquí he aprendido a conocer las emociones de las personas, ese imbécil hacía todo menos quererte.

Una lágrima salió de los ojos de JiMin, lágrima que limpió rápido y contuvo las siguientes tan amargamente. Negó muchas veces con la cabeza, pero de alguna manera sentía que lo sabía y que Min YoonGi estaba en lo cierto.

—Hijo de… —hizo una pausa y guardó silencio unos cuantos segundos, bajo la mirada y miro un largo rato el tapete sobre el que estaba parado.

Se sintió pequeño ante la intimidante presencia del hombre en la tina de baño, sabía que frente a él iba a ser difícil hacerse el duro, pues ante Min YoonGi era la persona más transparente del mundo, lo conocía muy bien y después del encuentro de días atrás le era aún más difícil resistirse a él.

—JiMin… —el pelirrojo salió de sus pensamientos y lo miro—. Eres precioso cuando te quedas mirando así.

            El pelinegro clavó sus ojos en él, como comiéndolo con la mirada, notó que JiMin iba totalmente vestido de negro: una camisa de manga corta y cuello redondo, donde unas gafas obscuras colgaban descuidadamente, unos jeans que estaban lo suficientemente apretados para hacer lucir sus piernas mucho más apetitosas que de costumbre, unos botines negros eran una combinación perfecta a su vestimenta. Su rojo cabello estaba desordenado, había una expresión bastante inocente: su labio inferior temblaba y era mordisqueado unas cuantas veces por los nervios de tener la mirada del vampiro sobre él, su ceño se encontraba fruncido y sus ojos evadían los ojos del contrario.

            —Señor Min…

            Lo interrumpió antes de que dijera algo más.

            —JiMin, puede que en este momento no veas las cosas de la misma manera en que yo lo estoy haciendo, puede que me creas el peor monstruo de todos y que quizás no quieras volver aquí, pero eso no quita que te he quitado un gran problema de encima —retiró su mirada y bebió un poco más del vino antes de proseguir—: Las cosas no se arreglan de esta manera, pero si por más cuidados que tengas con una flor una plaga le sigue quitando la vida, entonces tienes que arrancar el problema de raíz.

            JiMin se quedó atónito, abrió sus finos labios queriendo contrariar lo que YoonGi acababa de decirle, sin embargo lo único que hizo después de meditarlo unos cuantos minutos fue darse la vuelta y dejar al pelinegro en su soledad una vez más.

            YoonGi observó desde la tina como JiMin abandonaba el cuarto de baño, suspiro largamente y luego volvió a recargar su cabeza en la tina, cerró sus ojos y disfruto del calor del agua en su cuerpo, el aroma a rosas era delicioso, jugueteó con la copa en sus manos por un par de minutos, dando vueltas en ella el líquido que aún contenía.

            No se sentía culpable de lo que hizo, al contrario, sentía satisfacción porque hacía tanto tiempo que no disfrutaba tanto de haber matado a alguien, era una sensación casi única esa que sintió cuando bebió hasta la última gota de sangre de TaeMin, las suplicas y el dolor del moreno lo llenaron de gozo y la el último aliento de vida que exhalo lo llenó de calma y tranquilidad.

            El oído del vampiro se agudizo cuando escuchó unos cuantos ruidos en la habitación, decidió ignorarlo por completo, sumergiéndose en totalmente en la tina del baño. La puerta de la habitación se abrió, dejando así entrar de nuevo esa presencia tan agradable.

            Caminó descalzo hasta que llegó al principio del tapete, las suaves fibras de este le produjeron un ligero cosquilleo en los pies, de alguna manera eso lo hizo sentir juguetón.

            —Señor Min… —murmuró en una suave voz.

            YoonGi salió del agua, frotó su cara tratando de quitar el agua en ella, sin embargo no le dirigió la mirada.

            —JiMin, no pienso seguir discutiendo el tema contigo —su voz retumbó en todo el cuarto, haciendo eco y estremeciendo la piel del pelirrojo, quien simplemente se limitó a sonreír travieso—. Y si lo que quieres es una disculpa, pues no la tendrás porque…

            —Señor Min…

            —No lo siento… —volvió la mirada hacia el pelirrojo que lo miraba atentamente con esa sonrisa en su rostro.

            Solo hasta ese momento Min YoonGi pudo darse cuenta de la nueva apariencia del menor: llevaba una bata de seda que envolvía su cuerpo, esta iba atada en “V”, de forma en que su blanco pecho quedaba a vista del vampiro, su cabello estaba aún más desordenado de lo que anteriormente iba. Desde esa distancia, Min YoonGi podía escuchar el acelerado latir del corazón del pelirrojo y la sangre correr por sus venas, podía notar como el pecho de JiMin subía y bajaba pues seguramente su respiración era rápida. La expresión en su rostro era pura y casta, pero sus ojos guardaban la lujuria que YoonGi conoció días antes, sabía que ese nerviosismo que emanaba era cierto, pero que era aún más cierto que deseaba un nuevo acercamiento con el vampiro.

            —Señor Min, no hablaremos de eso si no quiere... —el tono de voz que utilizó era aterciopelado y su mirada brillante. 
Sostuvo entre sus manos las cintas que anudaban la bata que cubría su cuerpo, se acercó con un sensual andar a la tina desanudando las cintas en la bata y  deshaciéndose de ella, dejando así su preciosa existencia expuesta al vampiro, quedando totalmente a su merced. Como pudo, se escabulló en la tina, YoonGi le hizo un espacio y se sentó de tal manera en que ambos estuvieran cómodos, JiMin quedó sobre las piernas del mayor. Sonrió juguetón.

—No tocaremos nunca más ese tema, pero sabe muy bien que hizo mal. —acercó su cara a la del mayor, conectando su mirada con la contraria, quedando lo suficientemente cerca como para robarle un beso.

YoonGi y JiMin rozaron sus labios, deseosos de unirse y comenzar una batalla boca a boca. La respiración de JiMin aumentó, su nerviosismo le hizo sentir a YoonGi su piel erizarse, sonrió con satisfacción, deleitado por la belleza del pelirrojo.

            Llevó su mano desde la espalda baja hasta la nuca de JiMin, donde acarició con delicadeza.

            —¿Y qué harás al respecto, mon monde? —murmuró sobre sus labios.

            —Recompensarlo, mon monsieur —sus ojos viajaron de sus ojos a sus labios y viceversa. Posó sus manos en las mejillas del pelinegro y unió sus labios con los contrarios en un muy corto beso que solo sirvió para provocar y aumentar la sed del vampiro, sonrió y prosiguió con su plan sin arrepentimientos, si se trataba de Min YoonGi jamás habría arrepentimientos—. Señor Min, tome y beba lo que quiera de mí, hágame eso que usted es tan bueno haciendo.

            Los ojos del vampiro se llenaron de codicia, sonrió y empujo la nuca del menor con la mano que tenía en esta, unió sus labios con los contrarios en un apasionado beso. Sus bocas se movían rítmicamente, mientras que las juguetonas manos del mayor se movían de arriba hacia abajo, acariciando la tersa piel del menor. Se separaron un momento, descendió sus besos por su cuello, lamiendo cada parte de este mientras JiMin hacía fricción entre su intimidad y la contraria.

            El baño se llenó de una sinfonía perfecta, una melodiosa canción que estalló en todo el cuarto con la etérea presencia del vampiro y el humano. El olor a rosas se mezcló con el de la sangre, creando un aroma único, el pequeño hilo de sangre salía del cuello de JiMin, escurriéndose por este y con ese acto ambos se sintieron lo suficientemente excitados. El vampiro lamió la sangre en el pecho del menor, este a su vez tiro de las hebras del cabello del contrario y con su otra mano tomo el falo entre sus manos, moviéndola con suavidad, su mano resbalaba con facilidad, pues el agua cubriéndolos era de mucha ayuda.

            YoonGi echó su cabeza hacia atrás, dejó sus labios entre abiertos y de su boca se escucharon salir roncos gemidos, JiMin observó lo excitante que se miraba el vampiro, estaba mojado, manchado de sangre y con unos cuantos pétalos de rosas en su cuerpo, de sus labios un fino hilo de sangre salía, sus colmillos relucían en un blanco perfecto. El de cabellos encendidos se acercó a su boca y beso con fervor, mezclando su saliva con los pequeños rastros de sangre que había en la boca del pelinegro.

            YoonGi jugaba con sus manos en el dulce durazno del menor, apretándolo y sacando así pequeños jadeos de la boca del pelirrojo, sus largos dedos se escabulleron en el interior del melocotón, a JiMin le fue imposible no gemir con intensidad al sentirse en el paraíso. Comenzó a mover sus caderas sobre sus dedos, agitando el agua y haciendo que esta se escurriera fuera de la tina.

            La virilidad de ambos estaba que explotaba de deseo, ambos lo querían. Se deseaban con la locura que nunca antes habían sentido, era algo que los hacía únicos, que iba muchísimo más allá de lo físico. Era una atracción que únicamente los que estaban destinados a algo que iba más allá del amor y de lo eterno y perfecto.

            Se miraron a los ojos y se sonrieron, eran cómplices de aquello tan colosal que los unía. JiMin movió sus labios como si estuviera diciendo algo que YoonGi no logró comprender, pero la sonrisa en sus labios le decía que podía continuar con su trabajo. Posicionó sus manos en cada lado de la cadera de JiMin, lo elevó un poco y seguidamente se introdujo en su paraíso.

            Sonrisas traviesas, manos juguetonas, besos candentes, palabras obscenas, mordidas aquí y allá, sangre mezclándose con lo rojo del agua, pétalos y agua regados en el piso, el sonido del agua era lo que hacía eco en la habitación suplantando los choques obscenos de piel con piel.
JiMin se enganchó al cuello de YoonGi mientras este daba fuertes y profundas estocadas y daba un gran sorbo a su dulce sangre. El pelirrojo se sentía satisfecho del satisfactorio pecado lujurioso al que Min YoonGi lo había arrastrado. Era como un ángel de la muerte que lo empujó al infierno sin advertirle que este iba a ser tan delicioso.

—Señor Min —jadeó sobre sus labios, se sentía desfallecer mientras ceñía su cadera y se creía llegar al éxtasis.

YoonGi hizo un murmulló que le hizo creer que podía continuar.

Los movimientos en ambos aumentaron, una fina capa de sudor cubrió sus cuerpos, la adrenalina recorrió el cuerpo de JiMin. Sus uñas se enterraron en su espalda, los caninos de YoonGi se enterraron en su piel.

—Señor Min —volvió a murmurar mientras se dejaba caer una vez más en el falo de YoonGi.

—Hmm…

Se corrió al mismo tiempo en que JiMin lo hizo, solo entonces cuando ambos se separaron, se miraron a los ojos y entonces JiMin pudo decir aquello que ansiaba sacar a relucir.

—Quiero ser como usted —habló con voz entrecortada—. Quiero ser un vampiro.

 Quiero ser un vampiro

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¿CONTINUARÁ?

-𝓢𝓮𝓫𝓮𝓵𝓽𝓵𝔂.

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