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Al sonar el timbre del tercer día, tal como la chica había dicho, ambos se reunieron en el patio de la escuela. Teru, que tenía solamente después de clases para descansar, decidió no dormir. Básicamente estuvo todo el día buscando aquel dichoso sello maleable que tan importante era... Logró encontrar uno que pertenecía a su tatarabuelo.
Logró hacer todo el proceso para proclamarse a el mismo como dicho dueño, así que ya estaba todo listo. Solo era llenar la pequeña orbe de vidrio con la sangre de ambos y colocarse el accesorio.
—¡Raise! —La llamó. La chica estaba de espaldas, fijando sus ojos en la pantalla del celular, el cual guardo en el segundo que la voz de su compañero de clases gritó su nombre. Era hora de poner en marcha el plan.
Ya cuando ambos estaban cómodos, Raise se cruzó de piernas, tomando los brazaletes. Eran de un color blanco y negro. El del amo siempre era el color blanco, y el sumiso portaba le que era de color oscuro. Parecía ser solamente una simple cinta metálica fina, o un accesorio sencillo.
