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El aire tira contra mi, los pétalos se abalanzan ferozmente, traspasando un par de piel y huesos a lado de unas bestias batallando cuerpo a cuerpo como si de eso dependiera la misera pertenencia, mientras uno sudaba y sangraba aquel compañero risueño le sonreía, mientras uno lloraba el otro lagrimeaba a carcajadas descarado y animado, bien sabía tu inmundo secreto, nadie te veía, yo y solo yo tu musa, te sentía, sentía tus gritos y tus caricias traspasar cada una de mis pesadillas porque vivías abrazado a mis entrañas recordando las tardes de amantes en las más lujosas llamas.

Mi cuerpo estaba derrumbado en la esquina, rogando por ser amparado, falleció lamentándolo inevitablemente como se había decretado, no había sido capaz de ganar ni capaz de luchar por sanar al ver devastados los suelos que había pisado, las días soleados que había nublado, las lluvias que habían inundado y el fuego a todos devoró, solo yo, yo he arruinado a cada dulzura amargantos sus tallos, las horas pasan y el dulce se empalaga cuan mermelada.

Durante la aflicción, el viento restregaba su felicidad a los cuatro vientos y yo con resignación desfallecía hurtando el brillo del testigo arriba mio, con un cuchillo rozaba su hombro tan desatino a favor mío, se burlaba con la pistola en mano acatando un lúgubre y cruel afán, que era lo que yo hacía?, siquiera el morir, me serviria, no es así?, una vez más pregunto...  tu, querido y confuso mundo, tu que me has trazado con las pinturas más descoloridas, mi titiritero, con desaliento al preguntar de nuevo te veo y escucho tras la puerta de rodillas muerto en vida y despavorido, sin rudeza ni esperanzas de lo que hace tiempo deseaba desde muy adentro y luchaba por ello, porque hasta el más bello y hasta el más bueno termina entre las rejas añorando su felicidad, me ofreces solo esto?, he trabajado en ello, te he fallado?, sencillamente fue algo superior.

- Pasaste estos últimos inviernos al calor de un infierno, lo has visto?, el mundo derruido, me he perdido. - con su voz de miel responde.

Sin embargo, me encuentro caminando desanimado, desnudandome sin quitarme el traje siguiendo el camino al más viejo de los ritos, empapado y aturdido, susurraba silbando una larguísima canción, -este mundo indescifrable, donde lo natural es odiarse- me dije y he de reconocer con cierta convicción, añadi, - si lo hacemos tonto mío, pues hagámoslo como es debido. 

Mientras caminaba, mi mirada baja, el olor a pureza, los hilos de la línea que desgarraban arriba y abajo al sentir como en mi hombro algo enterraba su mirada vaciando lo que más le agobiaba a quien menos lo merecía con sus engaños cuando se despistaba, volteo atrás con dolor, deseando que los sentimientos torpes no me acobarden, volteo y veo aquello a lo que me aferro, unido a mi, roto junto a mi pero sin compartir el verme morir, se asoman nuestras manos entrelazadas con fervor latiendo en sintonía ante un erróneo falso amor, unidas en el delirio que nos perturbaba desleal.

Me enganche en el sufrimiento y de pronto siento que tropiezo, veo sangre y lágrimas vertidas sobre el subsuelo, también veo con desilusión mi solitario mar, mis pensamientos eran nuevamente encarcelados, con tu puerta de cuarenta y tres candados.

No tenia idea de por que el camino con el paso de los días, a la mañana se pudría, su calor enfriaba nuestros besos y el sinsabor que degustaba de la vida dia tras dia crecía.

Que habría sido de los días si yo no seguía de pie parado frente a la misma mañana creyendo en la compasión de bellas y siniestras estrellas sucumbiendo a sus más incógnitas hazañas.

Mis ojos iban y venían, veía tanteando al levantar mi cabeza a un lado adornado con pétalos blancos cubriendo todas esas rosas ahogadas en las espinas, el circulo que recorría me llevaría a la esperanza, y es que ya no hacía falta siquiera ponerme a pensar si alguna vez llegaría a casa donde anhelaba pudrir y santiguar mi alma, la luna jugó cada dia contra mis batallas, ahorcandome con manos de hierro en nombre del llanto impidiendo atisbar cómo mi cuerpo torcido y roto desprendía los pedazos salados, despellejando a los gritos, sembrando la tortura y la penuria corrompiendo al espejo enfrente mio.

 Al otro lado unas rejas con telas de seda en la entrada, con una luz que destellaba, y con los brazos abiertos aguardaba por alguien que sin duda salvaje y herido sin vida su cuerpo y corazón le latía.
























M A . V I E™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora