La Esperanza

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El viaje en autobús había durado un día y medio desde Caborca ​​a la Ciudad de México, una mañana del mes de abril, el señor Ramiro Garrido llegó a la Capital Mexicana, como muchas veces más lo que había hecho en años pasados.

Se sintió un poco ansioso por la cita médica, ya que hacía seis meses que había tenido chequeo ahí mismo.

Viajó ligero de equipaje, dos cambios de ropa, algunos artículos personales y su diario que le había regalado ese año su compadre Benito.

Pensar en llegar al hotel de siempre, donde pasaría la noche previa a su cita, imagina la rutina de siempre al llegar al hotel: darse un buen baño, buscar algo de comida, descansar un rato en el cuarto y después al anochecer salir a tomar un buen café en uno de los tantos cafés de la calle del Ayuntamiento, pero en esa ocasión fue diferente, cambiar de opinión y analizar tomar un taxi con dirección a la avenida donde estaba el hospital.

El análisis que su estado de salud era bueno y aunque en ese momento se percató que sus ojos estaban un poco irritados, con escalofríos en todo el cuerpo y las manos sudorosas, que era parte del nerviosismo por tener frente a su vista una vez más , al hospital que ya consideraste parte de su historia, ya que tenía cuarenta años visitándolo dos veces al año.

Bajó del taxi y preguntándole a la guardia del hospital sí tenía manera de que le hiciera el favor de guardar su maleta pequeña que buscaría para buscar un hotel cercano al hospital; El guardia accedió a la petición de Ramiro y le pidió que venia de un lugar lejano y él le contestó: Amigo, vengo del estado de Sonora y quiero cambiar el lugar donde voy a descansar esta noche, mañana temprano tengo mi cita y prefiero estar cerca de aquí. El guardia le dijo que no tardara porque pronto sería el cambio de turno y llegaría a otro compañero de él a un suplirlo.

Ramiro se dio la media vuelta y cambios que de un lado de la avenida, numerosos letreros de diferentes tamaños y formas con la palabra Hotel se asomaban unos más que otros a la vista de los peatones y del lado izquierdo del hospital, notó diferente el lugar , observando por unos minutos, se dio cuenta de las ventanas del hospital a la vista hacia aquel lugar despejado sin limitaciones construcciones viejas fracturadas por terremotos pasados. La vista era de color verde, gracias a los Ficus, Tulipán de la India y Sauce Llorón que se asomaban como si fueran estupendos dando la bienvenida al hospital.

Después de encontrar una habitación en uno de los hoteles, de aquella avenida, la cruzó para hacer la cancelación de su reserva en el hotel de siempre.

Al recoger su maleta con la guardia, comió en uno de los restaurantes asentados en aquella zona, después de que fue al hotel para descansar y alistarse para su cita.

Por la mañana en el hospital, Ramiro llenó un formulario de preguntas que le proporcionó una de las enfermeras y esperó media hora para poder ingresar a uno de los doce consultorios que estaban en la planta baja del hospital.

Al terminar la consulta médica, Ramiro supo que esa noche la pasaría ahí mismo puesto que el Doctor Ornelas, el médico que atendió en el consultorio, le ordenó que realizara la medición de oxigenación de la sangre con un aparato novedoso del hospital.

Y así fue, Ramiro fue trasladado al último piso del hospital. Era un quinto piso, que tenía poco de ser remodelado, las camas, muebles y aparatos en general eran seminuevos y él tenía tranquilidad y emoción al ver que ese lugar tenía una ventanal grande cuya vista por un lado daba a ese lugar lleno de árboles que había visto después de dejar encargada su maleta con el guardia; a un lado de la arboleda, había un invernadero en construcción con muchas plantas que floreaban por la primavera, eso emocionó más a Ramiro, ya que el amaba la naturaleza. Al otro costado de esa ventana, la vista era hacia el mismo hospital, justo al primer piso nuestras ventanas eran mucho más pequeñas y ninguna tenía persianas, sino cortinas en tonos grisáceos que reflejaban estar en un lugar oscuro y frío.

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⏰ Última actualización: May 25, 2020 ⏰

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