capitulo uno

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Después de 5 largas, eternas y sufridas horas de viaje en carretera con mi madre, con quien apenas crucé tres palabras. Nuestra relación era...complicada, decidió voltear nuestras vidas de cabeza sólo para mudarse a Madrid para buscar a mi padre, quien la dejó hace un par de años. Me parecía lo más humillante del mundo hacer toooodo por un hombre, pero era muy tarde para intentar hacer algo para abrirle los ojos. Mi madre tenía una venda en los ojos y esa venda era el amor, por lo que ella solita tendría que quitársela.

— Tendrás una habitación muy bonita... — dijo ella, nerviosa, turnando la mirada entre el camino y el GPS del móvil que estaba pegado con cinta al coche. — Te va a gustar. 

— Seguro que sí...— dije mirando por la ventana. Estaba lloviendo un poco, por lo que miraba detenidamente las gotas deslizarse por la ventana, sonreí de lado y suspiré. Saqué mi móvil y me dispuse a leer de todos los mensajes de despedida que mis amigos en Barcelona me habían enviado, sentía lágrimas amenazar en salir así que guardé el móvil de nuevo. 

— Loli, la que nos renta el piso, mi amiga de hace años, ¿recuerdas? — dijo mirándome por primera vez

— ¿La del pelo rizado? — dije curiosa, intentando ceder

— ¡Ella! Tiene un café, en el mismo edificio, en la primera planta. Le he dicho que eres muy trabajadora y que te gusta hacer tu propio dinero y te ha ofrecido un trabajillo de barista, por si quieres. — dijo ligeramente alegre — Sé que no es lo mismo que el de Barcelona, pero...

— Me mola, sí, me encanaría — sonreí. 

El rostro de mi madre se iluminó un poco, sonreí para mis adentros. Era bueno verla feliz, lo merecía. Estaba muy molesta y eso era innegable, se me hacía una tontería todo esto, sin embargo, lo último que necesitaba en ese momento era hacer la vida de mi madre aún más difícil, así que decidí cooperar, hacerle todo esto más fácil. Y la realidad es que Madrid no estaba nada mal, de hecho siempre había sido mi plan mudarme aquí al terminar la carrera, porque bueno, es Madrid, la capital, sin embargo todo esto había sido tan repentino que simplemente no pude analizar lo bueno, y Nicolás tampoco. Él era mayor, tenía 24 y decidió quedarse allá, nadie sabía si era por un tiempo o para siempre, pero no había mucho que hacer. Después de horas manejando, mi madre paró el coche, se sentó unos segundos en silencio, apretando fuertemente las manos al volante

— Vamos a estar bien — dije posando una mano en su hombro — Todo va a estar bien, ¿okay? 

Ella sonrió y me dedicó una mirada cristalina, cerró con fuerza los ojos, dejando caer un par de lágrimas. La cogí de la mano, la apretó y sonrió mostrando todos los dientes. Apagó el coche y nos bajamos de él. Levanté la mirada y observé con cuidado aquel viejo edificio, era....bueno, viejo, no se veía nada moderno ni cuidado, pero había algo sobre él que simplemente me cautivó. Sonreí de lado. Mi nuevo hogar, huh. Mi madre posó su mano sobre mi hombro, dirigiéndome suavemente al primer piso, y ahí estaba el café que me había mencionado. Era...perfecto. Sonreí fijándome hacia sus adentros, sólo podía asomarme ya que aparentaba estar cerrado. Me acerqué a las puertas de cristal y miré detenidamente su interior, era precioso. Las paredes estaban pintadas con un bonito color turquesa, y una que otra tenía un par de diseños, círculos de colores. Las mesas eran de madera negra, y las sillas de metal, creo que definitivamente era lo más moderno del edificio. 

— Cómo has crecido, _______ — dijo una voz detrás de mí.

Me giré rápidamente y sonreí, un poco exaltada por aquella inesperada interacción. Reí y me acerqué a ella y a mi madre. 

— Hola, Loli —dije con una sonrisa melancólica. No había envejecido en lo absoluto, al contrario, se veía joven, llena de vida, tenía una...cierta luz. 

— Tu mamá me dijo que estabas preciosa pero jamás creí que tanto — dijo tomándome de la mano, casi impulsándome a dar una vuelta — Buaaa, cuerpazo — dijo mirándome de pies a cabeza

Mi madre y yo reímos, me sonrojé ligeramente ya que no supe cómo reaccionar a su comentario además de agradeciéndole y decirle que ella también se veía como de 20 años, lo que le encantó escuchar por su reacción.

(...)

— Y bueno, este es vuestro piso, como podéis ver cada piso es exclusivo por lo que el ruido y eso no será tanto problema, arriba de vosotras estamos yo y mi hijo, Aarón y de momento el piso de abajo está desocupado así que podéis caminar con tacones todo lo que queráis — dijo ella dándonos un pequeño tour por el piso. 

Y para ser sincera, estaba bastante enamorada. Era un piso muy bonito, amplio, más que perfecto para dos personas. Tenía dos baños, dos habitaciones, una linda cocina y una bonita sala de estar, ara nuestra grata sorpresa estaba amueblada, con un estilo negro, muy bonito. Mi madre estaba en la luna, se veía feliz, emocionada. Sonreí al ver su reacción. Loli nos dejó las llaves y se despidió de nosotras con un beso, antes de cerrar la puerta llamó mi atención. 

— Hey muñeca, si quieres trabajar en el café pásate mañana y te explico todo, ¿vale? — dijo sonriendo

— Mil gracias, Loli. ¿En la mañana está bien? Quizá vaya a dar un paseo por la ciudad. 

— ¡9 a.m está más que perfecto! — dijo posando una mano en su pecho, como con ternura — Ahora descansad preciosas, que ha sido un viaje muy largo. María, tú y yo nos ponemos al corriente mañana ehh. 

Mi madre rió y asintió con la cabeza, Loli se fue cerrando la puerta detrás de ella. Dejé caer mis cosas y me lancé al sofá, suspiré aliviada. Por fin un poco de comodidad después de horas en un pequeño cochecito por toda la carretera. Era un poco tarde, así que decidimos relajarnos y descansar por hoy, mañana nos acomodaríamos. 

Mr. Doblas (rubius & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora