Miro a Elena.
Está cabreada, lo sé. Lo siento en cada fibra de mi ser. Casi como si su ira emanase de ella, golpeándome sin miramientos.
- ¡Joder! -susurra, levantándose sin previo aviso, asustando a los que están a su alrededor y que no se han dado cuenta de lo que ocurre.
- ¿Qué le pasa? -pregunta Jorge.
Nadie responde.
Nadie lo sabe.
Nadie, menos yo.
Tras un suspiro, me levanto y la sigo, encontrándola en la terraza. El pelo suelto, meciéndose al viento, y la luna reflejada en su piel.
- Es gilipollas -la oigo murmurar.
Sonrío, acercándome a ella, apoyándome en la barandilla, junto a ella.
Me mira, en silencio, con los labios tan apretados que apenas parece tener.
Del bolsillo trasero de mi pantalón saco mi pitillera, acercándosela por si le apetece uno, y ella coge dos. Con una media sonrisa en mis labios, cojo uno y saco el mechero, encendiendo nuestros respectivos tubitos de nicotina.
- Es gilipollas -repite.
- Eso ya lo has dicho.
Si las miradas matasen, ahora estaría a dos metros bajo tierra.
- ¡Es que es gilipollas!
Intento no reírme.
- ¿El mensaje era suyo? -pregunto, guardando pitillera y mechero.
Asiente.
- ¿Quién coño se cree que es? -salta por fin- ¿Le pillo con otra, me piro y, encima, se cree con derecho a exigirme que le diga dónde estoy y con quién? ¿Este tío es tonto o gilipollas?
Me callo, aprovechando para dar una calada.
- Pasa de él -digo, con la mirada fija en el suelo, sintiendo como la suya se clava en mí.
Y ambas callamos, escuchando ese silencio roto por las risas de los demás dentro de casa.
- Corté con él -susurra.
Y me sorprendo por esas tres palabras que acaba de pronunciar.
- ¿Cuando? -pregunto, descubriéndome nerviosa.
- Antes de venir.
Suspiro. No, no suspiro. Más bien libero el aire que he retenido durante el tiempo que ha tardado en responderme.
- No quiero volver a verle -murmura, dando una calada a su cigarrillo.
- No lo hagas.
- Tengo mis cosas en su piso.
Otra calada.
- Iré yo a por ellas.
- ¿Tú? -se sorprende, mirándome.
Se le ha caído el cigarrillo al suelo.
- Sí, yo.
- No -me corta.
- Sí -repito.
- ¡Que no, joder! -me grita.
La última calada y apago mi cigarrillo, apagando el suyo por si acaso.
Me yergo, quedando cara cara con ella, seria.
- ¿De qué tienes miedo? -pregunto.
Duda, lo veo en sus ojos.
ESTÁS LEYENDO
Baúl de los relatos
RomanceRecientemente encontré una vieja carpeta en el fondo de mi ordenador con todo lo que escribí hace años. He aquí lo que había dentro.