CONTINUABA DESPIERTA.

42 5 2
                                    

Internación 1:

No recuerdo muy bien cómo o qué me despertó, sólo sé que lo hice. Me desperté. Ahí estaba mi papá, sentado a un lado mío, esperando a no sé quién. Hasta ahora pensaba que todo era un sueño y que al morir todo a tu alrededor era igual que uno, como una especie de transe antes de llegar a la nada. O al menos eso creía yo.

Alto. La palabra "morir". Ya recuerdo qué pasó ayer.

Apenas lo hice intenté lograr la muerte de cualquier manera. Estaba acostada en una camilla de hospital, tapada por una sábana blanca. Busqué a mí alrededor y vi algo parecido a una mesa de metal, me fijé en las puntas, una era filosa, así que intenté lastimarme con ella. Mi papá me vio e inmediatamente llamaron a un médico.

Me cambiaron de sala, me llevaron a la habitación de al lado.

Cuando me volví a despertar sólo recordé a un doctor inyectándome algo, algún sedante, supongo. Ésta vez estaban mi tío conversando con mi prima y unas mujeres con batas blancas de doctor.

- ¿Cómo estás?- Me preguntaron.
- Bien creo, ¿Dónde estoy?-
- En el Eva Perón, anteriormente el Castex.- Respondió una.

Miré a mi tío, que estaba distraído mirando su celular.

- Antes que nada...- Todavía estaba muy sedada.- ¿Puedo ir afuera a fumar?-

Se miraron entre ellas y una me preguntó y dijo en voz calmada pero a la vez seria:

- ¿Podés primero contarnos qué te pasó? Luego nosotras te llevamos a fumar, te lo prometo.-
- Está bien...-

No recuerdo muy bien esa conversación, de hecho, no recuerdo casi nada de ese día. Apenas terminamos la charla, las chicas se fueron a hablar con mis papás, y todos me miraron. Todos los que conocía, y acababa de conocer, me miraron. No podía significar nada bueno.

El único recuerdo que tengo desde ese momento hasta dos horas después es el de estar afuera fumando con mi tío. Cuando volví, mi mamá estaba en la habitación donde yo estuve antes. Ahí empezó todo.

Una mujer, creo que era una enfermera, me dijo que me iban a internar.

- ¿Dónde?- Pregunté.
- En una clínica de psicopatologías.- Me respondió.
- ¿Qué sería eso?- No sabía qué significaba, estaba muy perdida aún.
- Un psiquiátrico.-

En ese mismo instante pude sentir cómo las lágrimas de angustia y pánico se desbordaban de mis ojos, estaba desesperada por poder saber si era todo un sueño o si era la realidad. La maldita y fría realidad.

Se me estaba cayendo el mundo a pedazos, hace poco me habían arrebatado mi inocencia, me despojaron de mis sueños y ahora esto. No podía hacer más que llorar. Llegó una ambulancia al cabo de unos segundos, me sentaron dentro de ella, me pusieron el cinturón y mi mamá se subió conmigo.

- Tranquila mamita, todo va a estar bien.- Intentó calmarme sin éxito alguno la amable enfermera. Quería creerle, pero solo pensaba que las cosas iban a ir de mal en peor.

Fue un viaje largo, lloré más de la mitad del tiempo que nos tomó llegar. No miré ni por un segundo hacia fuera por la ventana, lo único que quería era ir a casa. Cuando bajamos de la ambulancia, pregunté en dónde estábamos.

- En Bernal.- Respondió mi mamá.

Miré para arriba y leí lo que decía sobre la puerta: "Clínica de psicopatologías 9 de Julio". El nombre era lo que menos me importaba en ese momento, pero buscaba cómo distraerme de esa horrible experiencia. Mi mamá toco timbre y se escuchó un ruido que indicaba que podíamos entrar. Vi el lugar por dentro, sillas para esperar, un dispensador de agua, y una ventana muy alta. Cómo si no quisiera que la alcancen.

Luego de que llegara mi papá, tras unos 10 minutos, nos anunció con una señora que estaba tras un panel de administración con vidrio. Tuvimos que esperar un rato antes de que llegara la psiquiatra de guardia. Nos llevó a mí y a mí mamá a una oficina con un escritorio y tres sillas. Me senté y mi mamá también.

- ¿Nombre completo y número de documento?-

Mi mamá le dió todos los datos que nos pidió. Hasta que me preguntó directamente a mi sí ya había estado internada, a lo cual respondí que no. Luego de unas preguntas más nos llevó a mi mamá y a mí arriba. Mi papá se despidió rápidamente y nos dejó . Subimos unas escaleras azules con barandillas rojas, cuando llegamos al primer piso había una gran puerta, unas tres sillas y una tele por encima de la puerta. La psiquiatra nos mostró el lugar:

Dos baños, uno simple, sin ducha y sin espejo. El otro era para discapacitados, pero si tenía ducha, aunque desafortunadamente tampoco tenía espejo. Luego de los baños, a lo largo del pasillo, había un comedor con cuatro sillas, una mesa, una mesita en frente con una televisión de esas que tienen botones para subir y bajar el volumen y cambiar los canales, unas cuantas ventanas con rejas, otra mesa al fondo del comedor con juegos y varios dibujos. En las paredes había papeles con frases basándose en que la vida es hermosa y que vale la pena vivirla. En la puerta del comedor había un cartel que decía: "Terapia ocupacional".

Avanzamos por el pasillo y vi varias habitaciones vacías, de la uno a la seis, dos con la puerta cerrada. Hasta que llegamos a la nuestra. Era una habitación un poco más pequeña que la que tenía en casa, había dos camas individuales, una mesita de luz flotante color azul con un teléfono sobre ella. También sobre las camas había cuatro ventanitas cuadradas con rejas, un pequeño armario con dos cajones, un perchero y un tachito para la basura.

- Los teléfonos sólo se usan para llamar a enfermería, para guardia psiquiátrica y para la cocina. No los pueden usar los menores de edad.- Nos explicó.
- Buenísimo, gracias.- Dijo mi mamá.

Íbamos a guardar nuestras cosas y acomodarnos hasta que llegó una mujer rubia, bajita y delgada. Vestía un uniforme color azul grisáceo.

Clínica 9 de JulioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora