LA SESIÓN.

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- ¿Podés decirme quién y cómo sucedió?-
- En este preciso momento sólo recuerdo el nombre, Juan Carlos. Él era casi 10 años mayor que yo, todo comenzó hace poco más de un año, era invierno y estaban mis primos conmigo. Habíamos ido a tomar un helado en una heladería que quedaba a unas cuadras de mi casa. Cuando llegamos, había un chico de tez morena y pelo negro con el uniforme del lugar atendiendo detrás del mostrador. Yo ya había ido a esa heladería antes, era mi favorita, aunque eso no importa mucho. Pedimos los sabores de los helados y antes de que me fuera a sentar con mis primos me preguntó “¿Todo bien?”, a lo cual yo respondí que sí y tuvimos una breve charla, no recuerdo bien qué dijimos. Después de unas semanas volví a la heladería pero esta vez sola, y él estaba ahí. Compré un cuarto de helado, y mientras me lo servía conversábamos. Me dijo su nombre, su edad, yo le dije lo mismo, hasta que en un momento intercambiamos nombres de usuario de Instagram. Esa misma tarde recibí una nueva solicitud de seguimiento y era él, la acepté. En ese entonces yo tenía trece años, el 21. Nos hicimos amigos, a veces salíamos a la plaza, una vez me fue a buscar en moto al colegio. Después de un año, o sea en este, un día me propuso fumar marihuana con él, luego de la escuela, en su casa. Yo acepté, no me daba miedo drogarme dado a que ya había probado esa droga. A la salida del colegio me fue a buscar, fuimos a pedir comida rápida para llevar, y fuimos a su casa. Comimos mientras hablábamos hasta que salimos afuera a dar unas vueltas por ahí a fumar la marihuana. Cuando regresamos a su casa, yo me sentí un poco rara por la droga, el me estaba mirando y en un momento me besó, yo no podía poner resistencia alguna, me sentía muy débil y mareada. Fue ahí entonces cuando... Sucedió. Luego de todo eso me llevó hasta unas cuadras cerca de mi casa en su moto, recuerdo que no quería tocarlo, pero tenía que aferrarme a él para no caerme durante el viaje. Nos despedimos brevemente y me fui caminando rápido directo a mi casa. Apenas llegué lo único que hice fue bañarme, quería borrarme del cuerpo esa horrible sensación. Se hizo de noche, comí y me acosté para usar el celular y distraerme, me costó un poco al principio, tenía los ojos llorosos. De repente, llegó un mensaje suyo, decía “Nunca más me hablaste”, y le contesté “Y espero nunca volver a hacerlo”. Lo bloqueé de todos lados. Jamás lo volví a ver. Salía con miedo a la calle. A los pocos días se lo conté a mi psiquiatra, yo le pedí que no le diga nada a nadie, pero su condición fue que lo hable con mi psicóloga. ¿Y sabés que pasó cuando se lo conté a ella también? Me echó la culpa. Me llamó “Pelotuda” por fumar marihuana, ingenua por creer que un chico que conocía hace un año no me iba a hacer nada malo y que yo me lo busqué... Y a los dos días... Intenté suicidarme.-

Pamela se quedó en silencio unos instantes.

- Wow, Meli. Lo lamento mucho, pero déjame hacerte una pregunta... ¿Denunciaron?-
- Sí, mi papá lo hizo.-
- Tu psicóloga no debió tratarte así, fue horrible lo que pasaste.- Me dijo en un tono comprensivo.

No recuerdo mucho más de la charla. Sólo recuerdo que nos despedimos con un abrazo, me pidió que me cuide y que le avise a las demás que ya podían entrar al comedor si así lo querían. Regresé a la habitación y la vi sentada a mi mamá en su cama.

- Hola, ¿De qué hablaron?- Me preguntó- ¿Todo bien?-
- Mamá, es mi terapia, puedo decirte pero no quiero hablar de eso.-
- Me refería a que de qué es la terapia.-
- Nada en especial, es una psicóloga.- Le comenté.

Mi mamá no pronunció palabra alguna acerca de eso y me dijo que se iba al comedor a pensar un poco. Era una de las pocas veces que alguien me decía que haga algo con respecto a lo que me había pasado. No había pensado en lo que me pasó, al menos no en estos días. Tampoco quería hacerlo, más bien quería ignorarlo aunque sea difícil, así como lo hice con todos mis problemas a lo largo de mi vida. Necesito escribir. Tomé el lápiz y di vuelta la hoja porque ya no quedaba espacio de ese lado.

Quiero:

“Ojalá la gente se tomara un pequeño tiempo para conocerme antes de sacar conclusiones. Necesito ser escuchada, no quiero que me pongan más etiquetas hirientes, quiero que me dejen hablar como yo quiero, ir a donde quiero. Me aíslo del mundo porque me da miedo conversar, tener distintas opiniones y que lo único que quieran es cambiarme y moldearme en base a lo que ellos quieren ver. Pero esa que está en su imaginación no soy yo, no puedo simplemente ser algo que no sea yo misma. Intento, juro que lo intento, acercarme sin miedo de que me tuerzas el brazo. Quiero poder amar sin miedo, querer sin miedo. Ser yo”.

Aunque era bastante poco, me gustó. Empecé con la escritura a los 13 años, comencé a escribir porque nadie tenía tiempo de escuchar lo que sentía. A veces publicaba mis escritos por medio de las redes sociales y veía que a mucha gente le gustaba lo que hacía. Eso me alentó a seguir haciéndolo. Mi mamá interrumpió mis pensamientos avisándome que ya estaba lista la comida.

Hoy había pizza de almuerzo, me serví un poco de jugo de naranja y me senté junto a Fede.

-¿Cómo te fue con Pamela, Fede?- Le pregunté.
- Bien, eso creo. ¿Y a vos?-
- Bien, tampoco estoy muy segura de cómo me haya ido- Le respondí.

Pasé todo el almuerzo pensando en todo y en nada al mismo tiempo, sólo sabía que quería estar en los brazos de Marcos, el acariciándome y diciéndome que todo iba a estar bien. Pero al mismo tiempo quería estar sola en mi casa y en mi habitación escuchando “Creep” de la banda Radiohead, una de las canciones con las cuales más me identifico.

Me dirigí a mi habitación, dejando a Miriam, a mí mamá y a Fede charlando. Quería escuchar música, perderme en mi mundo, esa era la forma que tenía para encontrarme a mí misma. Necesitaba paz, pero aunque yo ya sabía esto no era un bodrio me refería a paz mental, todos los recuerdos que tenía del día ese en el cual me arrebataron mis planes a futuro me estaban atormentando la cabeza.

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⏰ Última actualización: May 29, 2020 ⏰

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