-Siento el calor hasta en los huesos.
-Pero se supone que yo tenía que arrancarte la ropa.
«Rodeó mi cuello con sus brazos, me dio un beso y dijo»
-Estoy dejando lo mejor para ti.
«Mis manos traviesas empezaron a rodear sus caderas»
-Te amo.
-Me gusta cuando lo dices, pero más me gusta sentirlo.
-Te estás robando mis palabras.
-Ahora son mías.
-Entonces me robaré tus besos.
Nuestras ropas quedaron sobrando, nosotros nos merecíamos quedarnos piel con piel, disfrutando de lo dulce y delicioso de nuestros cuerpos. Besos que desfilaban desde sus pechos hasta sus piernas, el inicio del paraíso que nos llevaba al callejón del infierno, donde el amor se hacía hasta morir.
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