Recostado en un diván, se le nota impaciente por comenzar la sesión. Luego de varios largos minutos de espera entra el doctor mirando al paciente, quien tenía la mirada fija en el techo, y sus piernas en movimiento de forma intermitente. Inmediatamente que escucha al doctor pasar por la puerta, clava su mirada hacia el mismo.
—¡Doctor! Al fin, estaba muy ansioso...
—Sí, lo note ¿Lo aflige mucho su problema?
—No se da usted una idea, permítame empezar —dijo con ansiedad, mientras se acomodaba en el diván.—Por supuesto, para eso estamos acá.
Entonces el paciente prosigue:
—Mire, hace ya cuatro meses mi novia y yo terminamos. Todo iba marchando con normalidad en la relación, hasta que la he notado diferente, fria, distante.—Así siempre empieza el declive ¿O no?
Mire doctor; estamos acostumbrados a que un «te amo» dicha por las personas que ponen nuestro mundo de cabeza, nos produzca sensaciones tales como: felicidad mezclada con sorpresa, junto con una buena inyección de seguridad y confianza; entre otras muchas cosas. Pero nunca imaginé, doctor, que un «te amo» me causaría escalofríos, ese «te amo» desnudaba el desprecio en su mirada, una mirada fría, lejos de darme confianza me hundía en un terror atroz —ante la atención absoluta del psiquiatra, el paciente seguía con su relato—.
Ella salía con más frecuencia que antes, era de hacerlo para tomar aire y estar sola, no la culpo, todos necesitamos espacio, sin embargo lo suyo no era normal, al menos no para mí.
Una tarde su amiga vino a visitarla, y fue ahí donde se me aclaro mucho más las cosas, al verla así: alegre, divertida y casi feliz, pero cuando se tenía que dirigir a mi, de nuevo esos ojos tristes, como si toda la lástima y compasión que existían en ella me atravesaran con su mirada. Al ver el comportamiento con su amiga noté que ella estaba bien, pero era conmigo que no lo estaba, y dispuesto a saber el «¿por qué?» Al final nunca triunfamos en siquiera una conversación que sacara a la luz esos hechos problemáticos para poder fluir como antes. No conforme decidí investigar; buscando, no sé, alguna pista de posible infidelidad, o alguna otra cosa que me explique su actitud. Escuche doctor, usted se debe imaginar que si hoy estoy acá es porque algo encontré; efectivamente así fue.
Había estado alerta esperando ver alguna evidencia, no solamente de algún engaño, sino alguna explicación de su distancia y rechazo hacia mi, pero no tenía nada concreto, hasta que llegó en un día cualquiera, que ahora ya no lo era. Al fin lo descubrí, es como esa mala noticia que necesitas saber pero quisieras evitarla y ser totalmente ignorante acerca del tema; ojalá fuera este el caso, pero no, quedó claro, fui y soy muy consciente como en ese entonces. Sí, ella me era infiel. Usted, doctor mire... Primero ¿Lo puedo tutear? —pregunta de repente.
—SÍ, sí podés —contestó el doctor.
—Mirá siempre fui hombre de pocos amigos. Cuando estaba a la espera de conocer la, irónicamente, inesperada noticia de infidelidad, hablaba con un amigo de mi situación de pareja para así contar con un confidente. Siempre me sentía más relajado luego de hablar con él —se hace un silencio, luego suspira bien hondo, y exhala de a poco, de repente da un grito de dolor y llora— ¿Por qué con él? ¿¡Por qué!? él estaba donde yo jamás pensé que estaría, en la posición de ¡traidor! Me engañaba con él.
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Cuentos De Eric Machado: La Campera Azul
Short StoryLo difícil que es seguir con el corazón roto, esta persona buscará ayuda en un especialista.