Capítulo 1

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Hoy es la esperada la Noche de las Hogueras. Es la noche más luminosa del año, pues se encienden grandes hogueras por todo el condado: en la playa, en los montes y por todas las calles. Siempre me imagino que, si fuese un pájaro observaría miles de puntitos luminosos creando una atmósfera mágica. Ese día, con todo el pueblo doblegado  al fuego y a las cenizas, nadie logra pensar  que la oscuridad va a cobrarse a su próxima víctima.

Me despierto jadeando y con un sudor frio recorriendo mi espalda. Había soñado lo mismo de siempre. Corría por el bosque cuando unas garras se aproximan a mí. Corro y corro pero esa criatura me atrapa y esta lista para matar cuando me despierto. Hay veces que cambia. Puedo verlo en primera persona, es decir, desde mi punto de vista; también puedo verlo desde los ojos de la criatura, ver su ansia por despedazarme, sus ganas de arañar mi carne; lo más extraño es cuando lo veo en tercera persona, como si fuese el espectador de una lucha encarnizada, el narrador de mi propia muerte. Esa visión es la que más me inquieta.

Me quedo en la cama unos minutos hasta que tomo aire y me levanto. Por la ventana veo a mi padre apilar viejos troncos de abeto y paja para la hoguera. Sonrío y me voy al lavabo. No puedo ver gran cosa en el espejo (soy pequeña para tener 12 años) pero me devuelve la mirada una niña pelirroja y pecosa con los ojos verde esmeralda.

 Abajo se oye un jaleo tremendo. Bajo apresuradamente y me encuentro a mamá intentando hacer el desayuno. Me dedica una sonrisa radiante y sigue cocinando. Me fijo en ella. Tiene mis mismos ojos pero el pelo rubio y lacio los hace más brillantes y bonitos. Su cuerpo es fino y delicado, como el de una muñeca y temo que un día se caiga y se rompa en mil pedazos.

Me siento en la mesa y contemplo mí ''desayuno´´: dos tostadas quemadas untadas con mermelada de naranja y unos huevos demasiado revueltos. Aun así le sonrío y empiezo a engullir mi plato. Ella nunca ha cocinado del todo bien, pero a mí personalmente la comida no me importa. La puerta trasera se abre y entra papá. Me mira con sus ojos azules destellantes y se pasa una mano por el pelo, que es de un marrón sedoso. Todavía no sabemos de dónde procede mi pelo color fuego, pero me da igual. Se acerca a la mesa y se sienta haciendo mucho ruido.

-Buenos días, pequeña-dice sonriéndome. Oh, se refiere a mí. Quizás no sepa que he cumplido doce años pero aun así le sonrío con la boca llena de mermelada y pan- Buenos días, Elisabeth-mama le sonríe y se acerca con su desayuno que él se mete a la boca sin mirarlo siquiera- ¿Y tu hermana?- me pregunta alzando las cejas.

-Mhm, pienso que seguirá durmiendo. – desde hace unos días, Rose no sale de su habitación apenas. Sé que en realidad no duerme en la noche, la oigo hablar hasta las tantas de la madrugada. Pero no soy una chivata y si por la mañana parece un zombi no es mi culpa.

-Menuda marmota esta echa- dice mamá alegremente mientras friega los cacharros. Me encanta su manera de verlo todo tan fácil, como si en realidad no importase nada. Mamá me sonríe- Jezabel, ¿vas a ayudar a tu padre?

No me gusta  que me llamen por mi nombre completo. Lo odio. Jezabel significa juramento a Dios, algo que nunca he hecho y nunca haré. Soy cristiana, pero el hecho de que hay alguien ahí arriba que controla el mundo me da miedo. Mis amigos y amigas me llaman Jez.

Nos levantamos de la mesa y sigo a papá al jardín. Adoro nuestro jardín. Está lleno de árboles frutales y hierba, además de pinos y encinas que hacen sombra. Por estos meses, papá amontona montones de leña en un punto concreto del jardín. Esta noche ese punto concreto se convertirá en un chisporroteo de fuego, llamas y cenizas que se arremolinan gracias al viento.

Criaturas CambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora