Capitulo uno: Huérfana

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El gobierno siempre había apoyado al orfanato femenino “Teresa de Calcuta”

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El gobierno siempre había apoyado al orfanato femenino “Teresa de Calcuta”. Íbamos a una escuela que estaba justo al lado. Los fines de semana éramos libres de ir a donde quisiéramos, siempre y cuando regresáramos antes de las 6. Obviamente no todos tenían el derecho de ir y venir cuando quisieran. Yo perdí ese derecho un tiempo, entre los doce y los catorce años, fue mi etapa de “rebeldía”, quería encontrar a mi familia. Intenté escapar muchas veces, pero Ofelia se la pasaba detrás de mí. Después de eso intenté terminar con mi vida dos veces, obviamente no lo logré y un día me rendí. Dejé de ir en contra porque me cansé. Ya no sabía si era más difícil intentar dejar de vivir o seguir la corriente.

Un día entendí que, si estaba en ese lugar, era por una razón, aún no la encontraba, pero mientras trataba de cuidar de las más pequeñas y mantener mi permiso de buena conducta para poder ir a la plaza a vender pulseras todos los fines de semana. Era huérfana, si, era pobre, también. Pero al menos tenía dignidad y podía ganar dinero para comprar materiales escolares y un suéter en los tiempos de frío. Yo no tenia familiares que me visitaran como muchas chicas en el orfanato, tampoco me gustaba ir a los eventos que realizaban personas para “apoyar a las pobres niñas huérfanas”. Me sentía exhibida, como en un zoológico.

Era sábado al fin, me preparaba para ir a la plaza de enfrente; tenía un banco, que nunca había utilizado, una tienda de ropa, una papelería, y el área de puestos artesanales, en medio había un quiosco y podías encontrar comida de todo tipo. A veces compraba churros de azúcar para mí y Evelyn.

Nunca había comprado nada en la tienda de ropa de la plaza, pero si en los puestos de ropa de segunda mano, en realidad había ropa más bonita ahí.
 
Cuando crucé la calle, miré a una mujer muy elegante bajar de un auto justo frente al orfanato. Llevaba el cabello rubio lacio y un vestido azul marino justo debajo de la rodilla, llevaba zapatillas e inspiraba superioridad, verla me hizo caminar un poco encorvada. Nunca sería como ella. Aunque fingiera sentirme suficiente con mi aspecto y la vida que me había tocado, lo cierto era que, en el fondo, muy en el fondo, a veces siente envidia de esas personas con una vida “normal”.

La llegada del invierno hacía que las personas llegaran con menos frecuencia a la plaza, mis pulseras las vendía a 15 pesos, a veces iba Evelyn a vender conmigo y dividíamos las ganancias, pero últimamente no me ayudaba a hacer pulseras, así que evitaba decirle y ahorraba el dinero.

Ese día había vendido tres, solamente me dejaban ir dos horas. Regresé con mis 45 pesos, en realidad no sentía que fuera un día perdido ni nada por el estilo. Esas dos horas las aprovechaba para mirar a las personas y estudiar su comportamiento, a veces me gustaba imaginar la vida de los demás.

Esa chica, la de ahí con un blazer rojo había salido de la tienda con cara de tristeza, tenía meses mirándola entrar y salir, al inicio la veía un poco llenita, pero ahora se veía delgada. ¿Intentaba encontrar ropa de su talla? Juraba que en los puestos de segunda mano encontraría cosas para ella. Pero no me atrevería a decirle nada. El señor que siempre venia y se compraba una nieve, hoy se veía un poco mas alegre y los dos hermanos de aproximadamente diez años que corrían en el quiosco tenían unos tenis nuevos y fingían correr más rápido.

Cuando volví al orfanato seguía el carro estacionado, sobre el cofre estaba recargado el hombre que le había abierto la puerta a la mujer rubia. ¿Los ricos no son capaces ni siquiera de abrir una puerta?

Ofelia estaba en la habitación en la que dormía con otras cinco chicas, pero estaba justamente en mi cama y llevaba una sonrisa enorme.

—¿Qué pasa señorita, ahora que hice? —en realidad no recordaba haber hecho nada malo, pero la sonrisa en su rostro me daba un poco de curiosidad. Y miedo.

—Hayley. Una familia quiere conocerte.
La miré sonreír, pero no supe que sentir. ¿Querían conocerme? ¿A mí? ¿Cómo para qué?

Tal vez tenían un canal en YouTube y querían regalarme ropa para que sus seguidores miraran lo buena personas que eran…

—Se llama Tammy. Pero no puedo hablar más, anda, Esperanza te está esperando.

Esperanza es la directora, tiene solo dos años aquí, no es mala, solo no nos conoce.

—Bien.

Caminé mecánicamente hacía la dirección. Traía puesto un pantalón de mezclilla un poco desgastado de abajo, mi cabello estaba un poco despeinado y tenía los labios resecos y partidos. De momento me dio pena mi aspecto. Recordaba haberla visto, se veía tan pulcra.

Llegué a la dirección y respiré diez veces como mínimo antes de jalar la perilla.

Ahí se encontraba la mujer rubia que tenía menos de cuarenta años, pero ahora al lado de ella estaba un hombre igual de bien vestido que ella con una ligera barba canosa y un sentado de estatua.

—Hayley. —dijo ella cuando me miró, no revisó mi aspecto, ni me miró de arriba abajo como imaginé, solo se acercó a tomar mi mano y darme un abrazo.

No pude moverme.

—Tú no sabes quién soy. Pero yo sé quién eres desde antes de que nacieras.
Tenía los ojos verdes y de pronto empecé a verlos cristalizados, pero eran mis ojos los que se llenaban de lágrimas.  Duré dieciséis años buscando razones de mi existencia.

—Hayley, quieren llevarte a comer para hablar acerca de tu familia. Les dije que podías ir, pero no sé si estés lista. —Esperanza me miraba preocupada. Claro, ella llegó cuando empecé a ser la chica ejemplar y sensible, pero el día que llegó yo acababa de escaparme.

—Está bien.

—Gracias —la señora no me había soltado la mano y su esposo no había hablado.

—Yo, iré por mi carro y te esperó en casa Tammy, mucho gusto Hayley, les daré su espacio por ahora —se levantó e hizo un asentimiento con la cabeza un poco incomodo con la situación.

La seguí hasta su auto ignorando las miradas de todas, solo le sonreí a Evelyn cuando pasé por su lado.

Me subí a su auto y acepté que su chofer me abriera la puerta. Horas atrás critiqué el estilo de vida, pero ahora me sentía como una pequeña niña disfrazada de princesa siendo llevada a un castillo.

—Bien. Ya cumpliste dieciséis, ¿verdad? —me preguntó cuando nos subimos al auto.

—Si.

—Te pareces mucho a ella.

Sonreí. No se necesitaba mucho para entender a estas alturas que hablaba de mi madre. Siempre supe dentro de mi corazón que ella estaría muerta. Siempre quise creer que el único motivo para estar en ese lugar seria que mi madre hubiese fallecido. Pero ahora dolía. Como si en verdad la hubiera tenido toda mi vida y ahora me la arrebataran.

—Lo siento, no llores. Ese no es el propósito de mi visita.

Llegamos a un café que estaba en la plaza más linda del vecindario. No era la que quedaba frente al orfanato, era una más bonita. Sentí varias miradas y recordé mi aspecto, pero quise ignorarlo.

—Sé que no es el lugar más privado, pero quiero hablar contigo antes de que vayamos a casa.

—¿Vayamos?

—Si, no puedo ahora conocerte e ignorarlo, te he buscado desde que supe de tu existencia. Puedo ofrecerte una casa, comida y vestimenta, pero además quiero que seamos tu familia.

—¿Y entonces cómo terminé aquí?

—Es una larga historia. ¿Quieres oírla?

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2021 ⏰

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