1| Casi analizada.

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|1. Actualidad. 

—¿Cómo me veo?

Fijé la atención en mi hermano tras escuchar su pregunta mientras él se acomodaba el cabello rápidamente. En los únicos momentos que solía hacer eso, y que de hecho me formulaba esa pregunta, era cuando le llamaba la atención alguna fémina presente. Traté de ubicarla con la mirada, pero esto no sucedió hasta que él quedó embobado en dirección a mis espaldas. Procurando darme vuelta cuidadosamente, como si no quisiera acechar a alguien con mis ojos, intenté obtener una imágen de la mujer y conseguí vagamente la de una pelirroja de cuerpo esbelto sentada en el borde de un asiento a lo lejos.

—La baba, Seth -le indiqué con una seña, acomodándome en mi lugar y volviendo mi vista hacia la ventana del tren.

Estábamos volviendo a nuestro pueblo en el único transporte que lo conectaba con la Gran Ciudad de Okra. Doscientos kilómetros de recorrido en la nada misma. Y digo la nada misma porque literalmente lo que dividía ambos lugares se asemejaba a un desierto, no había ni una planta para apreciar mientras se andaba. Contradictorio con el hecho de que el tren en sí tenía pintas muy modernas y hasta pasaba alguien con un carrito ofreciendo aperitivos a bajo costo.

Mi hermano era lo que se podría decir mi cable a tierra. Dos gotas de agua, aunque ligeramente parecidos a nuestros padres. Siempre se caracterizó por ser una persona con buen sentido de humor, despreocupado, protector -por lo menos conmigo-, gentil y un tanto vanidoso. Tenía de qué agarrarse para expresar su narcisismo, Seth era guapísimo. Cualquiera le daba dos miradas si se cruzaba en su camino. Ambos de tez morena clara, un natural cabello negro lacio, ojos azules (aunque los míos eran más oscuros, con una manchita negra que los distinguían fácilmente de otros), y cuerpos bien trabajados. Claro que en el físico sí que nos diferenciábamos, pero sólo por los atributos de cada género. Él era más alto que yo, y tenía la espalda claramente más grande, y los brazos, y... bueno, casi en todo, en realidad. En fin, bien trabajados porque nos habían hecho trabajarlos. Prácticamente obligado, de hecho. Cuando cumplimos doce años, nuestro padre, querido Alcalde del pueblo, nos aplicó a clases de defensa personal y a todo aquello que nos hiciera trabajar fuerza y agilidad. Tres años después de eso, contrató a un entrenador personal consiguiéndonos una sala de entrenamiento en Okra, y haciéndonos asistir hasta la actualidad.

Me hacía un poco de ruido que con ventiún años siguiéramos acatando sus órdenes, pero al fin y al cabo nuestro padre hizo todo por nosotros desde que nacimos, y si a cambio sólo nos pedía que entrenáramos, pues lo hacíamos.

Seth se formó como funcionario público hacia ya cuatro años y trabajaba codo a codo con él, por lo que se veían casi todos los días la mayor parte del tiempo.

En mi caso, me limitaba a perfeccionarme en fotografía y dibujo, y aportaba económicamente con eso. En el pueblo muchas personas acudían a mí buscando que les dibuje o incluso les haga cuadros de paisajes, mi punto débil. Incluso en Okra conocidos de mi familia empezaban a buscarme por lo mismo, hecho que me contentaba a más no poder.

—¿Gustan algo, chicos?

Admito que me sobresalté tras escuchar aquella voz que no me esperaba. Dirigí mi mirada hacia un niño llevando un carrito, que a su vez me miraba expectante. En nuestro pequeño pueblo, bien conocido como Orkus, un gran porcentaje de personas vivían en pobreza. Seth y nuestro padre presentaron un proyecto en Okra para que se le permitiese a familias del pueblo ofrecer aperitivos en el tren. Al principio parecía que no tenía futuro cercano, pero tras meses de lucha y convicciones a otros funcionarios, lograron que se aceptase. Y esto fue de mucha ayuda para algunos: las madres cocinaban postres y mandaban a los niños a ofrecerlos en el tren. Se le daba una oportunidad a cada familia, siguiendo un cronograma con los apellidos de éstas.

Éramos Sol y Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora