El club de duelo

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Al despertar la mañana del domingo, halle el dormitorio resplandeciente con la luz del sol de invierno, y mi cadera otra vez sanada sin ningún corte, aunque con cicatriz.

Harry ya se había despertado, me saludo y la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harry el brazo y los dedos y luego me puso una pomada en la cicatriz del corte.

-Todo va bien -nos dijo, mientras apuraba torpemente con mi mano las gachas de avena-. Cuando terminéis de comer, podéis iros.

Nos vestimos lo más deprisa que pudimos y salimos precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, deseosos de hablar con Ron y Hermione sobre Colín y Dobby, pero no los encontramos allí.

Los dejamos de buscar, algo molestos por no haberse preocupado por nosotros.

Cuando pasamos por delante de la biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho mejor humor que la última vez que lo habían encontrado.

-¡Ah, hola, chicos! -dijo-. Excelente jugada la de ayer Harry, realmente excelente. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!

-¿No has visto a Ron ni a Hermione? -pregunte.

-No, no los he visto -contestó Percy, dejando de sonreír-. Espero que Ron no esté otra vez en el aseo de las chicas...

Forzamos una sonrisa, y seguimos a Percy con la vista hasta que desapareció, y nos dirigimos derecho al aseo de Myrtle la Llorona. No encontraba ningún motivo para que Ron y Hermione estuvieran allí, pero después de asegurarnos de que no merodeaban por el lugar Filch ni ningún prefecto, Harry abrió la puerta y oí sus voces provenientes de un retrete cerrado.

-Somos nosotros -dijo el, entramos en los lavabos y cerramos la puerta.

Oí un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vi a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.

-¡Chicos! -dijo ella-. Vaya susto que nos habéis dado. Entrar. ¿Cómo está tu brazo Harry, y tu cadera Jean?

-Mejor -dije, metiéndome en el retrete. Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione.

-Pensamos iros a veros, pero decidimos comenzar a preparar la poción multijugos -nos explicó Ron, después de que Harry cerrara de nuevo la puerta del retrete. -Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla.

Los dos empezamos a contarles lo de Colin, pero Hermione nos interrumpió.

-Ya lo sabemos, oímos a la profesora McGonagall hablar con el profesor Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que era mejor darnos prisa.

-Cuanto antes le saquemos a Malfoy una declaración, mejor -gruñó Ron-. ¿No pensáis igual? Se ve que después del partido de quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con Colin.

-Hay alguien más -dijo Harry, contemplando a Hermione, que partía manojos de centinodia y los echaba a la poción-. Dobby vino en mitad de la noche a hacernos una visita.

Ron y Hermione levantaron la mirada, sorprendidos. Harry les contó todo lo que Dobby le había dicho... y lo que no le había querido decir, mientras yo asentía al relato de mi amigo.

Ron y Hermione lo escucharon con la boca abierta.

-¿La Cámara de los Secretos ya fue abierta antes? -le preguntó Hermione.

Jean Dekker //2//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora