Era de madrugada, su canción sonaba, él miraba al techo satisfecho y sobre su pecho, ella acostada, él pegando la última calada, en el suelo las almohadas, la alarma apagada y en la mesilla la taza de manzanilla inacabada. De repente se levantó totalmente desnuda, sus ojos no eran capaces de abarcar tanta hermosura: su pelo, su espalda y cintura, esos pasos con elegancia, aquella fragancia y su sonrisa en abundancia; él solo sabía que la amaba sin censura, cosa que ella nunca dudó.
Y si le preguntas que paso aquella noche, ya no lo recuerda, pues dejó de estar cuerdo cuando su blusa desabrochó y se emborrachó al catar sus labios perdiendo así la noción del tiempo y el espacio, cuando la acarició despacio y con su intrépida lengua sin tregua recorría leguas de su piel haciendo que ésta estremeciera y que ella gimiera de placer, cuando su lasciva mirada le invitó a entregarse a la exacerbada pasión en ebullición que en el ambiente se cocía.
Seguía siendo de madrugada y su amada le dijo que se marchaba, que se tenía que ir, que le quería, pero que no estaba segura de lo que realmente sentía, y él estupefacto, recibió el impacto de cada palabra en el acto, pensó en insistir pero prefirió dejarla ir, así que sentado sobre el borde de la cama se limitó a mirar y retener en su memoria las facciones de su rostro, y sin ninguna otra explicación ni dilación ella cogió sus cosas y salió de la habitación. Era una ruptura, hecho que le pasaría factura y que le provocaría una fractura en su corazón, y su reacción ante el fin de la relación fue acallar sus sentimientos oprimiendo su lamento e intentar no vivir el momento.
Eso de ser su exnovio era un agobio ya que vivía ausente en el presente debido a un reciente pasado que todavía no había superado y que le hacía proyectar un futuro oscuro. Y es que su partida fue el arma que le dejó el alma partida, ya no era el chico majo que los vecinos conocían, no realizaba ni recibía visitas, pasaba la mayor parte de los días en espera de la melodía de su teléfono, pero no sonó; y tras semejante decepción, en la más profunda depresión que atravesaba su corazón, llegó a desear no existir para no sentir el dolor que su abandono produjo; en un arrebato se llegó a preguntar si realmente ella le merecía, cuestionó si ella tenía el derecho de llevarse su alegría, ¿quién era ella para causarle tanto sufrimiento? no era justo tal disgusto, y es que prefería arder mil veces a lo bonzo, morir desollado o degollado, hundirse en el fondo del más profundo océano ahogado o de las formas más cruentas ser torturado, porque todo aquel dolor no era nada para el en comparación al daño que su abandono le producía; estuvo a punto de ponerse una soga en el cuello pero supo que con aquello nada iba a resolver. Pensó en hacer terapia, acudir a un psicólogo para aliviar su ahogo, pero prefirió romper sus fotografías y deshacerse de todo aquello que avivara su recuerdo. Dejó el trabajo y por la calle casi ya no se le veía; se dejó crecer la barba, ya no se acicalaba ni dormía, no hablaba y a penas comía; se la pasaba preguntando durante tardes enteras donde y con quien estaría, si le recordaba con la misma intensidad que él hacía
La esperaba despierto cada amanecer y yerto al anochecer, sin nada que hacer creía enloquecer si no la volvía a ver, si entre sus brazos no la podía tener; él jamás llegó a entender por qué se fue, pero si sabía que daría lo que fuese por retroceder en el tiempo y repetir infinitas veces el momento exacto en que sus cuerpos entraban en contacto sucumbiendo a una de las mayores manifestaciones del tacto. Aun así intentó aprender aemprender su camino sin ella más de una vez, pero por mucho empeño que ponía, exasperado no lo conseguía.
Tras la época seca llegaron las lluvias, y es que el tiempo fue el único testigo de su castigo; de café, chocolate y cigarrillos subsistía y alimentaba su fría melancolía con la melodía de tristes tonos de blues, y aunque tras cada tormenta el cielo fuera azul y el sol emanara luz, nada cambiaba su actitud porque solo su regreso era lo único capaz de activar el retroceso de su inquietud. El fin de cada noche le conducía al principio de un nuevo día, estaba terriblemente mal solo, necesitaba su compañía, y ahí yacía ante la inmensidad de una cama vacía, como su casa, y es que por mucho que no la llamara ni buscase seguía esperando que regresara porque la extrañaba desde lo más profundo de sus entrañas; es cierto, la echaba de menos, la quería de mas, y por cierto, la quería olvidar, pero solo era capaz de recordar cómo eran las cosas a su lado: los días soleados de paseos por toda la ciudad y los besos por accidente, los "te quiero" de verdad, esas miradas confidentes, el deseo perverso en noches de pasión desmedida, los desayunos en la cama, las duchas juntos, acudir a sus espectáculos de danza, ella pidiéndole cantar una noche más, el regalándole poesía, ella y sus rabietas por tonterías, él y sus pésimos chistes. Y es que la presencia de su ausencia no ayudaba a borrar el recuerdo de esos carnosos labios rosados perfectamente moldeados, de la curvatura de su cintura o del resplandor de sus ojos castaños que ni la luminosidad de las estrellas ni el brillo de todas las piedras preciosas podían superar.
Habían pasado meses, casi un año pero aún le consumía el daño; ella se había ido, pero seguía presente en su mente constantemente, él se sentía herido y confundido ya que a pesar de sus repetidos intentos por olvidarla, no lo conseguía, porque al igual que los muertos soñaban con poder vivir, el soñaba con que ella regresaba a sus brazos curándole con besos y abrazos, recomponiendo así cada uno de sus pedazos, pero solo eran fantasías que no se cumplían y que le llenaban de un vacío, vacío que reafirmaba al sentirse solo, vacío que trató de taponar viajando; y es que por primera vez en mucho tiempo observó el mar y vio a los delfines nadar desde algún paradisiaco lugar de clima tropical en un archipiélago del Indico, contempló la hermosa Sabana africana, visitó la Habana cubana, sintió en sus carnes el frío glacial de la Patagonia, estudio la fauna y flora de la Amazonia, en Mesoamérica se puso en contacto con la cultura maya, alcanzó la mayor cumbre de la cordillera del Himalaya, se recorrió la gran muralla y estuvo de tapas por España. Después de conocer tantos parajes, tras todos y cada uno de sus viajes, al regresar a la vieja urbe colonial en la que nació y creció, por la que el tiempo transcurría y todo ocurría, entendió y supo que jamás podría olvidarla, porque tratar de olvidarla era como aquella historia del pirómano que quería ser bombero; así que la envió varias cartas y mensajes que no obtuvieron respuesta, la llamó pero jamás le contestó, y descontento él no se contentó con el precio de su desprecio con que ella le ignoró, por lo que se lanzó a su búsqueda; y la buscó, quizá en demasiados lugares: preguntó en hostales, bibliotecas y bares, en discotecas y demás locales; se adentró en varios barrios preguntado al vecindario, ofreció una desorbitada recompensa monetaria en la prensa, se anunció en la radio e incluso llegó a aparecer en el telediario, pero nadade eso compenso el esfuerzo invertido en hallar su paradero puesto que ella no hizo acto de presencia de ninguna manera y ante tal situación su obsesión por encontrarla acrecentó hasta el punto de verse con curanderos, adivinos y hechiceros de atributos divinos a lo largo y ancho de toda la región continental e insular, pero ninguno de ellos le dio la respuesta que quería escuchar.
Y en alguna cálida tarde del mes enero de cualquier calendario, sin casi dinero, cuando ya falto de fuerzas y esperanza no supo que otra cosa hacer, pensó en beber para no recordar, así que entró en la primera taberna con la que se topó, se sentó frente la barra y el barman le sirvió durante horas toda la bebida que pidió, y es que de cerveza en cerveza fue perdiendo la cabeza pero no la certeza de que su pobre noble corazón ya no aguantaría por mucho más el profundo socavón; y en la sazón de su embriaguez para desahogarse cometió la estupidez de pegarse con la pared, consiguiendo con tal desfachatez no solo sangrar sus manos en vano sino que le expulsaran del antro. En esa fría noche consumió demasiadas botellas, y una vez fuera, con su potada roció la fachada más cercana; miro a lo alto y en el cielo pudo contemplar las estrellas, sonrió, y de nuevo pensó en ella. Vahído y abatido por el efecto de la languidez se desplomó en el suelo con rapidez, pensando que la vida dejaba de tener sentido, que no era bella si no estaba con su dulce y preciada malabeña.
Una vez más volvía a ser de madrugada, las farolas ya habían sido apagadas y él estaba tirado en plena calzada a causa de un coma etílico, es todo lo que cabía esperar del melancólico alcohólico en que se había convertido.
Tras intensivos cuidados médicos despertó en una clínica dos días después y a sus pies pudo distinguir una silueta que le resultaba familiar. Creyó soñar, que aún permanecía bajo los efectos del alcohol o de la medicación, que su imaginación le estaba jugando una muy mala pasada, pero estaba en el mundo real y lo único que pasaba es que junto a él ella estaba.
Su mente colapsada no era capaz de procesar la realidad, y es que tras todo ese tiempo y dinero en su búsqueda invertido, tras tantos intentos fallidos, nunca se preparó para su regreso y por eso confuso no sabía si debía celebrarlo de alegría o descargar sobre ella su ira; tenia tantas preguntas que hacer: ¿por qué le había dejado?, ¿dónde había estado?, ¿por qué no respondió sus llamadas y mensajes?, ¿por qué no se dejó ver cuando con tanto ahínco la buscó?, y la más importante ¿para que había vuelto?; así que impasible decidió callar y aguardar a que fuese ella quien le diera explicaciones, pero ella tan solo le dedicó una mirada compasiva y se limitó a sonreír; que es lo que querría decir con esa sonrisa, el silencio crispaba su paciencia, pero su mirada mucho más, no se pudo aguantar y acabo preguntándole todos los "por qué" que hace tiempo tenía preparado, pero ella continuaba sin hablar, no le dejaba de mirar sonriente, de repente se levantó le susurró al oído: cariño despierta, el desayuno está listo.
Abrió los ojos y se encontraba en su habitación, semidesnudo en la cama y ahí estaba ella en ropa interior con una bandeja repleta de fruta. El no daba crédito ante la
situación y ella viendo su cara de preocupación se acercó y le besó tiernamente la frente,"¿te pasa algo? " le preguntó, "nada" dijo "pero si estar contigo es un sueño que nadie me despierte".