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Madrid

Cuando aterricé en Madrid me di cuenta de lo perdida que estaba.
Después de más de un año viajando y cumpliendo con mi trabajo, por primera vez tenía el presentimiento de que esta ciudad cambiaría mi vida por completo, pero, ¿por qué? ¿Qué tiene Madrid de especial que no tenga Praga, París o Berlín?

Como era mi último destino, decidí que mi estancia sería más larga y vine sola. Mi compañero, el mejor guía turístico que conozco, había vuelto a Italia, así que no tenía ni idea de por dónde empezar a visitar la ciudad. A pesar de mi trabajo, a veces me produce ansiedad viajar sola a ciudades totalmente nuevas para mí, pero al final te acabas acostumbrando.

Respiré hondo y pensé en visitar a María, una de mis mejores amigas. 
La conocí en Verona, ella estaba de vacaciones y había contratado una visita guiada con la agencia para la que yo trabajaba en aquel entonces. Ese día, mi compañero Enzo se encargaba de las visitas; yo tenía el día libre pero quise acompañarle para hacer algunas fotos. No sé si fue destino o casualidad pero no me arrepiento de haberles acompañado. María es una persona magnífica, risueña y muy segura de sí misma, admiro su personalidad.

Cogí un taxi al salir del aeropuerto, no era un trayecto largo pero el tráfico así lo hizo. Iba escuchando música con los ojos cerrados, concentrada en las letras de las canciones. 
Revisé instagram un momento y no pude evitar sonreír, ¿me acababa de seguir un jugador del Atleti o estaba soñando? Siempre he sido muy fan del fútbol pero no he seguido muy de cerca la liga española, aunque el Atlético de Madrid me llamaba la atención.
Cuando leí el comentario de mi amigo Adrián me di cuenta de lo mucho que añoraba Italia y a mi familia. Realmente no tengo prisa por volver, adoro mi trabajo y dedico mucho tiempo a ello para hacerlo bien, muy pocas veces viajo por ocio. Pero esta vez quería aprovechar, mi primera vez en España no merecía menos.

Bajé del taxi y llamé a María para ir a su casa.

- ¡Tania! -gritó mientras corría hacia mí para abrazarme. - No sabes cuánto te echaba de menos.

- Yo también te echaba de menos -nos separamos y la miré sonriendo. - ¿Cómo has estado? Creo que tienes muchas cosas que contarme -reí.

Me miró sonriendo y cogió mis maletas para llevarlas a su habitación. Vi a un chico moreno y alto salir en el pasillo, tenía una barba abundante y llevaba pendientes. Pude reconocerlo cuando entró a la habitación, era Yannick Carrasco, el belga del Atlético de Madrid. No me lo podía creer.
Ya lo conocía, desde que éramos pequeños. Mis abuelos vivían en Bélgica, eran vecinos de la familia de Yannick y solíamos visitarlos con frecuencia. Jugábamos en el jardín hasta que llegaba la hora de dormir. Intentamos tener una relación pero sabíamos que no iba a funcionar porque nos considerábamos hermanos. Poco después, mis abuelos fallecieron y no viajábamos mucho a Bélgica, por lo que hacía casi tres años que no veía a Yannick. Qué alegría habernos vuelto a encontrar después de tanto tiempo, tenerle cerca me ayudará.

Estuvimos hablando por horas mientras tomábamos un aperitivo, para ponernos al día.

- Tengo que irme, nos vemos luego -dijo Yannick levantándose del sofá.

Aprovechando que se había ido, María me contó cómo se conocieron. Fue en un evento benéfico en Vilvoorde (Bélgica); Yannick había donado una gran cantidad de dinero a una fundación contra el cáncer infantil y María se encargaba de la organización del evento. Ella sabía que era futbolista por los medios ya que no es muy fanática del deporte. Al principio de la relación todo eran formalidades y timidez, pero enseguida Yannick dio el paso y se declaró. No me sorprendió, siempre fue un romántico. A día de hoy llevan dos años juntos, que no han sido fáciles, pero han conseguido superar los obstáculos que la vida puso en su camino.

- Me alegro tanto por vosotros -dije sonriendo.

- No sabía que estabais tan unidos, me encanta -sonrió- ¿Te apetece comer fuera?

Asentí.

Durante el camino iba haciendo fotos a todo lo que me llamaba la atención. Llevaba tiempo pensando que necesitaba un cambio en mi vida y quizá sea éste.

- Oye, no trabajes tanto y disfruta -dijo María entre risas.

- Sólo estoy subiendo unas historias, no te preocupes -reí y guardé el móvil.

Cogí a María del brazo y paseamos alegres por el centro de Madrid. Ella fue la primera en saber que quería quedarme un tiempo en la ciudad y me ofreció vivir con ella, acepté sin dudarlo.

No tardamos en llegar al restaurante, uno bastante lujoso por cierto. A pesar de mi reconocimiento en redes sociales, prefería el ambiente de las terrazas comunes de los locales más humildes; pero no siempre te reencuentras con tus mejores amigos después de tanto tiempo. La ocasión lo merecía y María siempre ha tenido buen gusto para estas cosas, seguro que no me defraudaría.

- Espero que te guste -dijo sonriendo.

- Seguro que sí -sonreí.

- Mira, ahí está Yannick -dijo señalando a tres hombres a lo lejos.

Miré cómo se abrazaban y me acerqué a saludar a los que supuse que eran amigos de Carrasco.

- Soy Tania, encantada -sonreí algo nerviosa.

- Tranquila, no mordemos -dijo uno de ellos mientras se reía. - Encantado -se acercó para darme dos besos.

- No te fíes de estos dos -dijo Yannick riendo mientras se acercaba a nosotros.

Estos dos eran Antoine Griezmann y José María Giménez, surrealista, ¿verdad? Yo tampoco me lo creía.

Durante la comida no me sentí incómoda, tanto Griezmann como Giménez fueron muy cercanos y no paramos de reír con sus anécdotas. Me costó soltarme al principio pero se dieron cuenta y empezaron a hacerme preguntas para acomodarme en la conversación.

Los chicos se fueron antes porque tenían cosas que hacer y María y yo decidimos perdernos un rato por las calles de Madrid.



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