Frente al árbol

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Has sabido siempre que la vida es un viaje al que te subes nada más nacer. Admiras a quienes creen que al final del trayecto hay algo más, envidias su esperanza y su fe, porque por mucho que te esfuerces sabes que por suerte o por desgracia tú nunca podrás creer en ello. Tu punto de vista es diferente, crees que es triste pensar que esto es una prueba de la que dependerá tu eternidad.

Cierras los ojos con la intención de estar en cualquier otro lugar, pero lo cierto es que no puedes escapar de ese bosque, de ese árbol. No importa a la distancia a la que estés de él, sigues sintiendo tu atadura a sus raíces. Sientes la brisa de verano golpeando tu delicada piel. Las deportivas manchadas de la seca tierra del suelo. El olor de la naturaleza. El brillante sol que te ciega. A lo lejos el sonido del tren. Las lágrimas llenas de agridulces recuerdos. Y al respirar, un escalofrío recorre todo tu cuerpo. Piensas en el tiempo perdido, recuerdas las personas que no ya no están, las que te han abandonado, y esos sentimientos que por más que lo desees jamás volverán. Sientes una furia por dentro, que te quema las entrañas, y por mucho que lo intentes, ese incendio no se apagará con agua. Inconscientemente todo se agranda, y de algo tan pequeño como un grano de arena se acaba formando toda una playa. Eres incapaz de ver la ansiedad que te crea el simple hecho de recordarlo. Sientes que es hora de olvidar. Pero ¿Cómo olvidar algo que te hacia tan feliz?, ¿Qué te convirtió en la persona que eres ahora?

Aprendiste ya hace algún tiempo que lo más importante no era aquello que podías poseer durante el recorrido, sino, la persona en la que te acabas convirtiendo. Has oído muchas veces a la gente decir que lo que eres es debido a las experiencias que has vivido, pero tú crees que no solo se debe a eso. Con certeza sabes que la persona que eres ahora es gracias a la gente que te has encontrado en el camino y de las que aprendiste algo, ya fuera olvidar o amar. De todas esas personas que aparecieron en tu vida siempre habrá alguien que guardas en los más profundo de tu ser.

Ahora, frente a ese árbol, dejas a tu mente recordar cómo comenzó todo. Como un simple desconocido, te enseñó todo el provecho que podías sacar de este viaje.

Mordisqueabas el herrete del cordón de la sudadera, te envolvía la agradable brisa de verano, tus zapatilla negras y rojas atadas con fuerza, el corazón a punto de salirse de tu pecho, una nube de mariposas revoloteándote en el vientre y tus húmedas manos escondidas en el bolsillo intentando ocultar el nerviosismo. Entonces aparecieron aquellas princesas, te rodearon e inundaron con su alegría y energía, sin ni siquiera saber tu nombre te acogieron y te hicieron sentir en casa. Te abrumaba el interés que mostraban por ti y temías no merecer aquello, ¿Qué habías hecho tú para merecer su atención? Deberías haberte sentido agradecida, tal vez al fin podrías encajar en algún sitio, pero eso tan solo te hizo sentirte más pequeña. Y justo cuando pensaste en desaparecer, apareció él. Las risas a lo lejos de aquel grupo de gente, te hicieron mirar. No viste más que un muchacho extrovertido intentado llamar la atención, pero lo que no sabías era que aquel muchacho marcaría un antes y un después en tu vida. Noches en vela preocupada por no encajar en aquel lugar. Poco a poco las bellas princesas se convertían en tu familia, y todas ellas por alguna extraña razón le daban a aquel muchacho la atención que tanto deseaba. Te sentías sola aun rodeada de gente, te diste cuenta que tal vez te equivocabas, quizás eras tú la que se alejaba de todos y no ellos los que se alejaban de ti, y cuando pensaste que eras invisible, él te vio.

Te gustaría no haber olvidado las primeras palabras que te dedicó, pero en aquel instante no parecían importantes. Tú nunca habías creído en los cuentos de hadas, ni en los valientes príncipes que prometen salvarte, pero le miraste a los ojos y te diste cuenta que a pesar de no conocerte, estaba dispuesto ayudarte. Veía en ti algo que los demás eran incapaces de apreciar. Por primera vez, alguien se había dado cuenta que tras esa sonrisa forzada que mostrabas, un gran infierno se ocultaba. Así que no pudiste evitar dejarte arrastrar por él, dejaste que te conociera, le mostraste tu faceta más madura pero también tu parte más niña, y con eso te descubriste a ti misma. Te dejaste encandilar por sus palabras, pues era el primero que te veía tal y como eras. No esperaba que hicieras algo que no podías hacer, no te forzaba, no intentaba cambiarte, no le importaba de donde venias, veía "eso" en ti.

"Eso" que con tanto ahínco habías tratado de guardar en lo más profundo de tu ser, pues si nadie lo descubría, si nadie te descifraba, jamás podrías salir herida. ¿No habías querido siempre que te encontraran? ¿Qué descubrieran quién eras? Pues ahí estaba. Consiguió que te abrieras, que te dejaras ayudar y confiaras. Consiguió que te lo cuestionaras todo, tus creencias, tus valores, tus planes de futuro, repentinamente el mundo a tu alrededor estaba siendo saturado de colores que nunca antes habías visto. Pensaste que todo era demasiado bueno para ser real, pero te dejaste guiar por él, ya que era el primero en querer guiarte.

Revives ahora cada instante, con miedo de poder olvidar. El latido de tu corazón al verle. El aroma que aun te invade cuando contienes las respiración, y que solía hacerte sentir poderosa. Sus consejos tan acertados. La confianza plena en ti que tanto te llamaba la atención, ya que él creía en ti más que tú misma. Las noches que pasaste en vela. La chaqueta roja que sigue en tu armario desde la última vez que le viste. Convirtió los miércoles en tu día favorito. La primera vez que te dijo lo guapa que estabas. El sentimiento de estar entre sus brazos. La dulzura con la que besaba tu frente. Sus miradas a lo lejos que te hacían sentirle cerca. La intensidad de sus caricias que parecían llevarse parte de tu piel. Las sonrisas que te sacaba entre las lágrimas. Su capacidad para llevarse tus demonios.

En ese momento habrías jurado que te conocía mejor que tú misma y quisiste aferrarte a creer que ese tiempo duraría para siempre. El concepto de siempre es mucho tiempo, y cuando te diste cuenta ya no había esa magia que os unía. No creías que fuera justo, no podía aparecer alguien en el camino, cambiarte y luego irse. Pasaste mucho tiempo intentando llenar ese hueco que dejó en ti. Pero lo cierto es que nadie es la misma persona después de alguien. Todas esas princesas con las que empezaste a sentirte resentida a pesar de todo lo que te habían dado, e hiciste que se alejan de ti. Creíste que tal vez el problema fue que tú nunca llegaste a ser tan importante para él como él lo fue para ti. Pues tú estabas dispuesta a romperte en mil pedazos si él volvía, porque creías que merecía la pena destrozarse el alma por volverle a ver. Quisiste odiarle muchas veces, pues así olvidarle sería más fácil, pero ¿Cómo odiar a alguien que te hizo tan feliz?

Tras unos meses lo entendiste, las cosas no son eternas, todo es pasajero, incluso las personas y lo único que queda es aquello que has podido conservar. Así es como funciona, conoces a alguien que te cambia y una parte de ti se van con ella, pero también una parte de ella se queda con contigo. Te gustaría saber de antemano lo que será de ti después de una persona, te gustaría conocer lo que te traerá su llegada, y lo que quedará de ti cuando se vaya, pero nunca serás capaz de saberlo, solo te queda confiar y esperar que deje una marca tan profunda, que perdure para siempre.



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