Doble vida.

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-Adelante, dime que ocurrió- dijo la mujer sentada en el sofá, observándome atentamente mientras sostenía su cuaderno y pluma, lista para tomar notas.

-Bueno, es extraño, no sé cómo explicarlo- comencé, esperando que se formaran las palabras en mi boca, no quería dejar ni una sola parte de la historia fuera de mi relato.

Hace aproximadamente dos meses, al despertarme, observé algunos rasguños en mis brazos, me sentía totalmente cansada y me dolía todo el cuerpo. No recordaba haberme caído o algo parecido, pero creí que era un asunto sin importancia.

Al día siguiente ocurrió lo mismo: rasguños, moretones y fatiga total. Nunca he sido una persona muy activa, no me gusta hacer ejercicio, así que me preocupé, pensé que quizá estaba enferma. Fui al médico para saber que ocurría, pero no había nada distinto en mi organismo. Pasaron los días y las semanas, y todo se repetía, además, observé que a diario distintas prendas de mi armario desaparecían. Llegué a pensar que quizá alguien invadía mi casa mientras yo no estaba, pero aunque eso fuera verdad, los rasguños no tenían explicación. A veces había unos peores que otros, en ocasiones ni siquiera tenía rasguños nuevos. Era raro.

-Continúa- agregó la mujer con un poco de interés.

-Me di cuenta de que todo esto me ocurría en las noches, así que una noche me quedé despierta, para ver si algo fuera de lo común pasaba. Pero no ocurrió nada. Comencé a hacer conjeturas y llegué a la conclusión de que era sonámbula y que yo misma me rasguñaba y golpeaba. Incluso yo misma desaparecía mi ropa. Estaba equivocada.

Tres días después de realizar estas conclusiones, ya me encontraba tranquila. Fue cuando la llamé para que me diera una cita. Independientemente de que el temor se había ido de mí, quería ayuda. No podía seguir lastimándome a diario.

Pero ayer ocurrió algo, algo que me dejo muy claro que el sonambulismo no era mi problema. Fue mi día de descanso, estaba muy relajada,  y cuando llegó la hora de dormir, me dirige a mi habitación. No me sentía cansada, así que tardé un poco en quedarme dormida. Pero después de una hora aproximadamente, me dormí. Entre sueños escuché como alguien gritaba, gritos ahogados, como si alguien le estuviera tapando la boca. Era la voz de una mujer. También sentía un dolor intenso en los brazos, alguien rasguñándome y golpeándome con sus puños. Quería despertarme, pero no podía. Al final lo logré. No estaba en mi casa, me encontraba en un callejón, sólo una luz brillaba en la oscuridad. Los gritos que había escuchado no eran míos, eran de una mujer rubia, yo estaba sentada encima de ella. Ella me arañaba y gritaba. No sabía muy bien porque. Mi mano izquierda tapaba su boca. Mi mano derecha tenía un cuchillo. No sabía qué hacer. ¿Por qué estaba ahí? De pronto todo encajó, había escuchado historias de personas con doble personalidad, y supe que yo era una de ellas. “De día una chica buena, de noche una chica mala” pensé. Doctora, se que piensa que en ese momento deje el cuchillo y permití que la mujer se fuera. Pero no fue así, la idea de ser dos personas me agradó. Tomé el cuchillo con más fuerza y lo hundí lentamente en al abdomen de la chica. Ni siquiera la observé, sólo podía ver y sentir como el cuchillo penetraba su piel. Se sentía bien. Saqué el arma y volví a enterrarlo, una y otra vez, cada vez más rápido. La sangre fría en mis brazos, en mi cara, en mi ropa. Me gustó la sensación.

-¿Me das un segundo? Tengo que realizar una llamada.- dijo la psicóloga, el terror se reflejaba en sus ojos. Trataba de parecer tranquila, pero su mirada la delataba.

-A la policía, ¿no es así?- respondí.

-No, no, claro que no. Será nuestro secreto, no se lo diré a nadie- dijo con una sonrisa muy poco convincente en su rostro.

-No soy tonta- negué con la cabeza. –Me temo que no podrá realizar la llamada. Chica buena de día, chica mala de noche. Y la noche ya llegó, ¿sabe lo que eso significa, no?- sonreí. 

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