Reto de junio 2020

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Huesos de abono

-¿Y con eso cómo te sentiste? ¿Deyvis? ¡Deyvis! ¡Deyvis!

Mi cerebro envió un corto circuito haciendo que mi cuerpo reaccionara sorprendido y con el corazón palpitando veloz. ¡Santo! Siento como si he corrido un maratón en vez de haber dormido.

Muevo mis ojos con pereza por toda la habitación mientras bostezo, pero me paralizo al segundo. Estoy seguro de que mi habitación no está decorada con aviones y peluches, esto se parece más bien...

Me salgo de la cama de un salto como si un animal me quisiera morder las nalgas, y entonces lo noto. Tengo un pijama de aviones, mis pies son muy pequeños al igual que mis manos, y todo mi cuerpo.

Otra vez no, por favor. Suspiro y decido salir de allí, frente a la puerta de mi antigua habitación hay un largo pasillo que lleva hasta las escaleras y el resto de habitaciones. Cuando llego a la planta de abajo escucho a mamá en la cocina.

-Hola, cariño. –Me saluda sin darse la vuelta, mis manos sudan. –Te he preparado un delicioso pastel con un vaso de leche ¿Te apetece?

-Cla... -Carraspeo un poco. –Claro, mamá.

Mamá se gira hacia mí con una sonrisa en el rostro. Algo va a suceder. Cuando pienso hablar escucho pasos bajar por la escalera, un olor espantoso llega a mi nariz, la sonrisa de mamá desaparece.

-Ve a tomar un poco de sol, te hará bien.

Mamá trata de decírmelo con diversión pero sé que es una orden, así que giro en mis talones y me dispongo a salir al patio de la casa. Cuando la puerta se cierra a mi espalda mis ojos solo pueden ver a una dirección.

Allá casi finalizando el patio, donde el césped se mezcla con la tierra amarilla, ahí está ese árbol que había sido alguna vez una simple planta.

Su madera no es marrón ni gris, como la mayoría de los troncos, es más bien como si los chicos del ejército lo hubieran pintado para camuflarlo en una misión, tiene dos diferentes tonos de color verde y un poco de un rojo.

¿Qué más puedo decir? Son las chicas quienes más saben de colores.

Trago el nudo que se ha formado en mi garganta y noto como todo se vuelve oscuro, ya no hay sol sino pura oscuridad. Lo primero que se viene a mi mente es correr lejos de allí.

Sin embargo, el suelo a mis pies comienza a moverse, el césped parece una especie de alfombra mágica que me hala hacia el enorme árbol. Quiero gritar pero las raíces del árbol salen a la superficie, y como si fueran serpientes, comienzan a meterse por mi boca, mi nariz, mis oídos.

-¡MAMÁ!

-Deyvis, cariño ¿Estás bien? –Mamá entra corriendo a mi habitación, todavía está en pijama pero sus ojos se ven rojos. -¿Has tenido otra pesadilla?

-Eso creo. –Me estrujo los ojos para desaparecer el rastro de lágrimas.

-Está bien, cariño, creo que dejaremos de comer dulces por la noche.

Mamá me susurra con diversión, es un secreto de los dos comer un poco de chocolate antes de ir a la cama. Luego me ayuda a levantarme para ir a la ducha. Me pasa una camiseta y un bermuda después de secar mi cuerpo, cuando me pongo mis tenis mamá se acerca y me pasa las manos por el cabello.

-Este señor necesita un corte de cabello.

-Olvídalo, no pienso quitarme mis hojas.

-¿Tus hojas? –Pregunta divertida. –Ah, ya sé... Eres un árbol.

Antología de diamantes de WonderlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora