(LGBT+) Un vampiro llega a Pompeya en busca de su alimento favorito: gladiadores. Esta vez, conocerá a uno capaz de hacerle frente. Terror+Romance.
▲ Coganadora del reto Orgullo Inmortal de @WattpadVampirosES
▲ Destacada por el perfil @FiccionHist...
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Siempre me gustaron los gladiadores. Sus cuerpos eran fuertes y su sangre espesa, impregnada de un sabor intenso que solo se manifestaba en quienes pasaban por los más duros entrenamientos.
Se resistían cuando me alimentaba de ellos, y al contrario que otros humanos, conseguían oponerse a mí con una ferocidad bestial. Los escogía durante el día, y los sorprendía en callejuelas y rincones oscuros por la noche. Ellos intentaban desprenderme de su cuello estrellándome contra las paredes, o atacándome con sus espadas, con poco éxito.
Al final, sin importar qué tan vigorosos hubieran sido en vida, todos caían a mis pies, inertes y vacíos en la muerte. Algunos llegaban a mirarme antes de morir, y yo veía en la manera en que sus ojos se agrandaban por última vez la confusión de haber sido vencidos por alguien tan ligero como yo.
En ese mundo que ya no existe, nunca nadie consiguió escapar de mi abrazo fatal, hasta que tú te cruzaste en mi camino.
Pompeya era famosa por su actitud relajada. Con sus calles animadas y llenas de vida, era la favorita de mercaderes y turistas, que buscaban aprovechar las burbujeantes oportunidades que ofrecía, con sus ofertas de servicios y espectáculos. Mi interés particular, por supuesto, estaba en las luchas de gladiadores.
Te vi pelear el primer día que llegué a la ciudad. En la arena eras feroz, pero elegante. La manera en que combatías me cautivó a primera vista. Te movías siguiendo el ritmo de un baile letal que encerraba a tus enemigos dejándolos indefensos y sin escape. Tu mirada lo veía todo: cualquier intento de ataque era bloqueado antes de concretarse, y tus ofensivas eran infalibles. Cuando venciste, el público a mi alrededor coreó tu nombre, llamándote, deseándote, honrándote.
Mi lengua recorrió el interior de mi boca, anticipándose a lo que sería probarte. Me pregunté qué tan intenso sería el sabor de la sangre de alguien tan imponente como tú, y como si hubieras adivinado mis pensamientos, clavaste tu vista en mí e hiciste un movimiento de saludo con la cabeza.
Esa noche, no me fue difícil encontrar el banquete donde se celebraba tu victoria. Bastaba seguir el rastro del aroma que desprendías, una tenue mezcla de sudor, sangre y la energía invisible que te acompañaba incluso después de haber pasado por los baños. Era imperceptible para el resto, pero inconfundible para mí.
El predio de la fiesta estaba preparado para recibir a la nobleza, con mesas atiborradas de frutas exóticas, las más finas carnes y los mejores vinos. Estabas acomodado en un sillón, rodeado de mujeres y hombres que competían por tu atención, y aun así tus ojos fueron hacia mí en cuanto me viste.
Sabía que llamaba la atención en esa ciudad, con mi complexión pálida exacerbada por mi naturaleza y mi falta de exposición al sol; aunque exponerme a él no me resultara fatal. Para entonces ya estaba acostumbrado a que los mortales elogiaran la belleza de mi rostro, una ventaja para mi trabajo de cazador. La expresión de deliciosa curiosidad que vi en ti no era nada nuevo para mí.