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Entre una gruesa capa de pintura blanca y otra, Valentina se permitió apartar los ojos de la pared que estaba pintando y admirar su obra de arte favorita en todo el mundo.

Juliana estaba al otro lado de la cocina combinada, sentada sobre sus propias piernas dobladas. Llevaba el pelo recogido en una firme cola de caballo, y su amplia camisa vaquera abotonada hasta el cuello estaba salpicada de gotas deformadas de la pintura verde pálida que usaba para pintar los armarios de la habitación. Estaba concentrada, sus labios separados y la punta de su lengua atrapada entre los dientes. Sin siquiera darse cuenta, Valentina ya estaba sonriendo viendo la escena.

No podía negar que la misión de pintar su nuevo apartamento estaba demostrando ser un momento muy agradable. Por supuesto, podrían contratar a alguien para hacer el trabajo, pero pagarle a alguien para que se ocupe de los detalles de la nueva casa iría en contra de todas las dinámicas que habían adoptado desde que decidieron que ya no encajaban en la inmensidad de la mansión Carvajal. Aunque era difícil para Valentina vivir lejos de su familia, ambas acordaron que las interrupciones de Chivis en las horas más inoportunas posibles habían perdido la gracia después de dos años. La decisión final se tomó cuando Juliana decidió abandonar su antiguo estudio para que Guille y Renata pudieran montar la habitación de los gemelos, que nacieron a principios de ese verano.

El apartamento que eligieron, pintaron y decoraron juntas no podría ser más perfecto, tanto por la propiedad en sí como por la ubicación, en la Avenida Paseo de La Reforma, justo en frente a la cafetería donde, años antes, las dos hicieron oficial su relación poco después de que Valentina declarara su amor en cadena nacional. Lo más divertido es que no se habían dado cuenta de esa coincidencia hasta la mañana en que llegaron para comenzar a pintar las paredes, dos semanas antes.

Y lo más divertido es que no hay coincidencia cuando vives tu destino.

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De alguna manera instintiva e inexplicable, Juliana ya sabía que sentiría el cálido aliento de Valentina en la nuca segundos antes de que sucediera. No pudo contener su sonrisa cuando se concretó la corazonada.

- ¿Cómo es posible que alguien sea tan sexy simplemente pintando un armario? - Susurró Valentina en el oído de Juliana mientras se sentaba en el suelo detrás de ella, causando una ola interminable de escalofríos.

Juliana esbozó una amplia sonrisa al instante, volviendo el cuerpo hacia su novia. Tan pronto como vio a Valentina, sintió que su estómago se sacudía. Val llevaba la vieja camiseta roja que solía pertenecer a Juliana, y llevaba el pelo en una trenza lateral. Tenía los ojos tan oscuros que Juliana pensó que podría perderse en ellos y nunca encontrar el camino de regreso.

Aunque no sentía nada más que los latidos de su corazón, Juls no pudo evitar preguntarse cómo era posible volver a enamorarse todos los días de la misma persona. Tuvo que tragar y respirar profundamente antes de encontrar las palabras para contestarle:

- Humm, podría decirte lo mismo, morrita. Principalmente porque tuve mucho tiempo para mirarte, ya que has estado pintando esa pared durante tres horas.

Val se carcajeó echando la cabeza hacia atrás, haciendo que Juliana la imitara.

- ¡Oye! Soy perfeccionista. Necesito tiempo para hacer este handwork, ¿okay? No soy una súper-artista-diseñadora exitosa como ciertas personas ...

La sonrisa se esfumó de la cara de Juliana, al tiempo que tocaba el pelo castaño de Valentina, enredando los mechones alrededor de sus dedos, un movimiento que desarrolló a lo largo del tiempo para reemplazar su viejo hábito de morderse las uñas.

- Hey, Juls ... - dijo Valentina, acariciando la cara de su novia con el dorso de su mano derecha - Ya te dije que no tienes porqué estar nerviosa. Eres increíble y vas a arrasar al firmar la nueva colección de Arce, ¿okay?

- Es imposible no estar nerviosa, Val. - susurró Juliana - Es una de las cadenas de tiendas más importantes de México, y es una colaboración con Fernanda Franco, ¿sabes? No puedo evitar no morirme de nervios. Quiero decir, su trabajo es realmente increíble, pero ella es una bruja y ​​...

- Nunca dije que fuera una bruja. - interrumpió Valentina - estoy segura de que ella será genial contigo. Solo tuvimos... nuestras diferencias en la prepa.

Juliana levantó las cejas.

- Val, tú la detestas.

- Esa es una palabra muy fea. - Intervino Valentina - O sea ... solamente no es una de mis personas favoritas.

- Val... - dijo Juliana sonriendo de lado - Eres hermosa tratando de tranquilizarme.

- Mi guapa - susurró Valentina, deslizándose hacia Juliana y envolviendo sus piernas alrededor de su novia - No era exactamente la palabra que tenía en mente en este momento.

La densa y sofocante tensión que siempre orbitaba a las dos explotó en un beso que rápidamente se volvió voraz. Mientras Valentina deslizaba sus manos detrás del cuello de Juliana y las enterraba bajo su melena oscura, su novia se apretujaba a ella por la cintura, ajustando sus cuerpos perfectamente y profundizando aún más el beso.

Entonces sonó el intercomunicador.

La incredulidad de lo inoportuno de la visita mantuvo a la pareja congelada en la misma posición por un momento o dos.

- Parece que no nos libraremos del fantasma de Silvina tan fácilmente, ¿verdad? - preguntó Juliana, haciendo reír a Valentina.

- Debe ser el chico que viene a traer los gabinetes del baño. - Recordó Valentina, dando un impulso con sus piernas y alejándose lentamente.

Juliana dejó escapar un suspiro pesado de frustración antes de inclinarse y besar a Valentina en la frente.

- Me conforta saber que tenemos todo el tiempo del mundo.

Valentina respondió con una sonrisa, mientras observaba a Juliana contestar el intercomunicador ligeramente irritada por la interrupción.

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Val estaba acostada en el piso de la cocina, reprimiendo una sonrisa cuando escuchó a Juliana expresarse en desacuerdo con todas las notas hechas por el chico flaco que midió los espacios entre las paredes del baño con una cinta métrica.

De repente, sintió que sus párpados pesaban sin control, aunque no tenía sueño. Trató de abrirlos, pero no tenía la fuerza.

Fue entonces cuando vio y sintió.

En un prado que, de alguna manera, olía a lluvia y hierba quemada al mismo tiempo, Valentina se encontró caminando con gran pesadez, arrastrando un cuerpo pesado y débil con gran dificultad. Sus brazos se quejaron, pero ella insistió como si la vida dependiera de ello. Miró hacia abajo y se encontró con una falda de flores, con la barra cubierta de hierba mojada. Aunque confundida, no dejó de arrastrar a la persona por la pierna, porque sabía que no podía darse el lujo de interrumpir su misión.

Miró a la víctima por encima del hombro. Era una mujer, no tenía dudas. Llevaba pantalones gruesos y oscuros, con una camisa blanca con botones, que ya estaba lúgubre. Llevaba una funda de cuero vacía en la cintura y tiras con municiones cruzadas en ambos hombros. A la altura de su vientre, una gran mancha de sangre reveló que había recibido un balazo. La herida parecía grave.

Entonces Valentina miró la cara de la mujer y dejó escapar un grito horrorizado solo un segundo antes de que despertara con seguridad en el piso de su departamento, con el corazón acelerado.

Era la cara de Juliana.

Conocerás tus sueños [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora