Querido desconocido, ya se que no te importa lo que te voy a contar. Pero me da igual. Necesito contarle a alguien e esto. Mi historia. La historia de Jane.
Era la última hora del viernes. La sádica profesora de algebra, la señora Tell, explicaba la materia, sin sorprenderse del hecho de que nadie la prestaba atención. En mitades de mayo, aún faltaba mucho para los exámenes, y hasta las moscas parecían más interesantes que las ecuaciones. Al otro lado de la sala, mi mejor amiga, Hayle, mordisqueaba un lápiz mientras miraba al fondo de la clase. Allí, Kara Seilors conversaba animadamente con el quarterback de nuestro equipó de fútbol, Mike, bajo la mirada atenta de unos cuantos curiosos. Seguramente hablaban sobre el partido de aquella tarde, pensé. Como no llegaba a escuchar la conversación, me di la vuelta para intentar concentrarme un poco en la lección. Se puede decir que no lo logré, pero por suerte tocó la campana.
Viva mi salvación.
Hayle me hizo una seña rápida con la mano, indicándome que la esperara, pero negué con la cabeza, recogiendo mis cosas. Mi madre me había encargado unas compras, y no quería llegar muy tarde a casa. Además, aquel día no estaba de humor para oír cotilleos sobre atletas, o relatos que me recordasen mi inactiva vida social. Salí de clase corriendo, antes de que me alcanzara, y fui a dejar mis libros en mi taquilla. Estaba dejándolos cuando alguien me habló a mi espalda.
-Hola-ni siquiera tenía que girarme para saber quien era. Jane. Llevaba ignorándola todo el día. -¿qué tal?
-Bien-la respondí.
-Mira, sobre la otra noche....-comenzó. Le hice un gesto para que parara. No tenía ganas de hablar.
-Mira, ¿podemos hablar más tarde? Tengo algo importante que hacer- no la di tiempo ni a responder, y me marché lo antes posible.
Mientras me iba, algunas personas me miraron, y recuerdo oír a Jane llamarme, pero no estoy muy segura.
Ahora que lo pienso, Jane sí me llamó. Recuerdo casi todo de ella aquel día. El perfume con olor a violetas que llevaba, lo bonita que estaba en aquel vestido verde, o como se había trenzado el pelo de la manera que me gustaba. Y la cara de Jane al marcharme. Sus bellos ojos manchados por una mezcla de impotencia y tristeza, mientras me miraba marchar. Por mi culpa. A veces desearía haber retrocedido, haberme despedido, algo.
Lo desearía, porque aquella fue la última vez que la vi.