DOS

314 35 1
                                    


¿A dónde vamos exactamente?—pregunté.

—A una fiesta—contestó él con el semblante serio.

—Eso ya lo has dicho.

— ¿Entonces para que preguntas?—me miró durante una fracción de segundo antes de volver a concentrarse en la carretera.

—No me extraña que estés soltero—espeté, admirando como la comisura de su boca se doblaba en una media sonrisa.

— ¿Qué te hace pensar que estoy soltero?—me lanzó una furtiva y divertida mirada.

—Si tuvieras pareja yo no estaría aquí.

Frunció los labios y el entrecejo mientras balanceaba la cabeza adelante y atrás para darme la razón.

—Buen punto de vista—admitió—. ¿Y según tú cual es el motivo de que no tenga pareja, Robertson?—preguntó curioso.

—Llámame Jamie—le pedí—. Y no sé, déjame adivinar... Mmm... por tu falta de sensibilidad, tu arrogancia...—le miré de reojo. Era evidente que tenía un carácter fuerte pero ¡Joder! Estaba como un queso, eso no podía negarlo. Era muy atractivo, vestía bien y olía genial.

— ¿Y?

— ¿Y qué?—pregunte un poco aturdido.

—Insensible, arrogante—repitió—. ¿Qué más, Jamie? Adelante, me apetece mucho saber tú opinión sobre mí—me sonrió seductoramente antes de aparcar el coche.

—Y un mandón—contesté sin perder la sonrisa.

Él me miró a los ojos y yo me permití observarle un poquito disimuladamente. Tenía unos labios carnosos, una nariz fina y una barba que parecía sedosa y...

— ¿Y?—susurró con una ceja levantada.

—Y... yo—le miré a los ojos y fue entonces cuando me di cuenta de que se estaba burlando de mí. No le importaba nada lo que yo pensara de él.

Él notó que me había dado cuenta y rompió a reír. Gruñí y me las apañé para salir del coche mientras su risa inundaba el ambiente.

—Es usted de lo que no hay, señorito Robertson—evidenció mientras se acercaba a mí y me acariciaba la espalda con una mano.

Ese gesto me hizo dar un paso hacia delante, algo incómodo. Pero él no pareció darse cuenta de ese gesto por que no apartó la mano de allí. Sentí una pequeña descarga eléctrica allí donde seguía su mano y por un momento juraría que sentí como se detenía mi corazón. No solía sentirme nervioso al tener un hombre cerca de mí y no supe por que con él era diferente. Creo que fue por que no era uno de esos cuarentones gordos y babosos que se corrían al verme desnudo y que suplicaban por poder tocarme. Ese tipo era guapo, elegante y parecía tener pasta. Puede que aún estuviera convaleciente por el accidente.

Ian me empujó un poco más hacia delante para que yo me viera obligado a caminar. Miré a mí alrededor, no tenía ni la más remota idea de donde nos encontrábamos. Tampoco es que hubiera mucho; coches, árboles y un edificio de cristal y madera clara, que prestando atención parecía estar abarrotada. Caminamos hasta la entrada y lo primero en lo que me fijé fue en que era una exposición fotográfica.

—Creía que íbamos a una fiesta—solté haciendo un mohín.

—Mentí—sonrió y luego deslizó su mano por mi espalda hasta que la dejó caer a un lado.

Estábamos bloqueando la puerta, así que nos apartamos hacia un lado. Allí le miré fijamente, buscando una explicación que seguramente no iba a darme. Me perdí en el azul de sus ojos, él parecía divertido con mi reacción indignada. Tampoco es que yo estuviera para muchas fiestas y sin duda aquel plan me agradaba mucho más, pero me había mentido y no me gustaba que me mintieran. Ian apartó la vista y yo respiré hondo, como si hubiera estado conteniendo la respiración.

Siempre a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora