La canoa se mecía apaciblemente al compás de la corriente, sin dejar que el agua se tornara tranquila. Kagome mantenía la mejilla apoyada sobre el borde del bote mientras miraba con nostalgia su reflejo.
—No soy ella —musitó por enésima vez en la soledad de la barca. La angustia cargaba su voz hasta tornarse irreconocible.
¿Él había hecho que su voz sonara así?
Las aguas pulcras, cristalinas y puras reflejaban a la perfección el atardecer de ese día con tanta claridad que pareciera estar naufragando en un mar de fuego. Metió una mano con suavidad en el tranquilo caudal esperando quemarse, sin embargo, el frío caló sus huesos haciendo que un escalofrío la recorriera. Volvió a enderezarse, siendo consciente —otra vez— de que era la única a bordo. Miró la pequeña bolsa con chocolates cuidadosamente depositada a un lado suyo. Hasta hace unas horas esa había sido su mayor ilusión. Sí, su cita perfecta parecía un sueño hecho realidad.
... Pero todos los sueños deben terminar.
Kagome había preparado chocolates caseros por San Valentín, ese día finalmente se lo diría a Inuyasha, le pediría pasar de una simple amistad a algo mucho más íntimo. Estaban cada vez más cerca de derrotar a Naraku y su relación con Inuyasha parecía tener avances a cada día que pasaba. Así que se decidió a seguir una tradición de su época: Darle chocolates caseros a tu enamorado y esperar que éste te corresponda.
El día en el Sengoku era precioso. El clima cálido parecía abrazarla dándole ánimos para continuar y la tarde era ideal para un paseo romántico en canoa. Le pidió un bote prestado a un aldeano y citó a Inuyasha en el muelle luego de comer. Así le daría tiempo a ella de preparar el lugar.
La hora acordada llegó más temprano que tarde. Había optado por ponerse otro tipo de ropa para conmemorar la ocasión. Un conjunto más cómodo, pero tampoco osado. Algo coqueto para encandilar a Inuyasha.—¿Quieres dar un paseo? —preguntó el albino al verla a bordo de la pequeña embarcación. Ella solo asintió con euforia y le pasó el alargado palo que utilizaban para remar esperando que zarparan cuanto antes a aguas más abiertas para al fin declarársele— Que rara eres —le escuchó decir. Ojalá no pensara que su confesión fuera demasiado extraña.
Kagome se acomodó mejor en su asiento mientras escondía con recelo la pequeña bolsa con chocolates detrás de sí y admiraba la forma en que Inuyasha se preparaba para comenzar su pequeño paseo. Sintió que la canoa se tambaleó ligeramente, anunciando que el platinado se había subido sin más miramientos. Lo vio tomar la cuerda que mantenía la barquilla en la orilla preparándose para desatarla y comenzar a navegar. Apretó las piernas con impaciencia y un agradable hormigueo la recorrió de pies a cabeza. Estaba tan ansiosa.
La azabache contempló el tranquilo caudal, divisando las pomposas nubes en el agua y el cielo color ladrillo reflejados en el agua casi como si se tratara de un espejo. La laguna reflejó una serpiente marina dando vueltas armoniosamente, casi como si se tratara de una danza. Sacó la mano del agua asustada de que la fuera a morder. Pero, sorpresivamente, el agua no pareció inquietarse por la danza de la serpiente. Seguía estática. Volteó hacia Inuyasha preguntándose por qué aún no habían zarpado. Lo sorprendió mirando hacia el cielo con añoranza. Dirigió su mirada canela al mismo lugar y no hizo falta decir nada más.
... Así que no era una serpiente de agua; pensó.
Apretó la bolsa de chocolates que mantenía oculta tras de sí, sintiendo la vergüenza inundar cada parte de su ser. El tiempo parecía haberse detenido para ambos, excepto para la serpiente caza almas que seguía surcando el cielo rojizo buscando llamar la atención de Inuyasha lo suficiente como para que él la abandonara.
—Kagome... Yo... —comenzó. La azabache lo miró con temor esperando encontrar sus ojos, pero éstos se encontraban ocultos tras su espeso flequillo. Tal y como lo pensó, no tenía el valor de mirarla a la cara—... Lo sien...
—No —lo cortó.
No, no quería escucharlo repetir esa frase una vez más. No quería ser rechazada segundos antes de una declaración que había preparado con tanto ahínco.
—No hace falta que digas nada —siguió. Su voz sonaba igual que siempre, pero solo ella sabía cuánto le dolía tragarse sus sentimientos—. Yo entiendo.
Tuvo ganas de golpearse ¿Cuántas veces dijo esa frase? ¿Cuántas veces le tocó entenderlo? Sus ojos se tornaron cristalinos, pero reprimió las lágrimas tanto como pudo. Aunque sea eso le quedaba, su orgullo.
—Entiendo que... Debes ir a verla.
—¿Segura? —Dudó. Pero Kagome sabía que aquella pregunta no era para saber si ella estaría bien sino para confirmar que lo dejaba libre, una vez más, de ir a ver a su querida Kikyo— Kagome, realmente lo siento.
—Vete —susurró. Instándolo a ir con su amada, pero también suplicando que la dejara sola de una vez por todas.
Y si es cierto que has dejado de quererme... Yo te pido, por favor, ¡No me lo digas!
—Ella te debe estar esperando —la colegiala cerró los ojos y le sonrió esperando poder disfrazar con eso toda su angustia. No quería verlo partir—. Te esperaremos para cenar.
Solo por hoy, únicamente hoy, necesitaba creerse sus mentiras. Necesitaba pensar que él llegaría junto a ella antes del anochecer, que velaría su sueño como tantas veces antes y que algún día le correspondería con el mismo fervor que ella. Necesitaba navegar en sus mentiras inocentemente. Creyendo que un día sería suyo.
Sintió que la canoa se sacudió nuevamente y poco a poco sintió la sensación de la soledad embargarla. Se había ido.—Por más bien que uno trate al perro, éste siempre vuelve con su dueña.
La tarde comenzaba a caer. La serpiente caza almas se había ido al mismo tiempo que su amado y su laguna de fuego paulatinamente parecía cada vez más una laguna común y corriente. Tomó la áspera cuerda entre sus manos y poco a poco la desató mientras tomaba el pesado remo entre sus manos. Seguía siendo una buena noche para pasear. Sola o acompañada, enamorada o con el corazón roto.
Dejaría que la marea la llevase adonde quisiese con la única compañía de la luna sobre su cabeza y las estrellas reflejándose bajo la barca de madera. Tiró al muelle la pequeña bolsita adornada cuidadosamente con un moño y dulces en su interior como si eso careciera de importancia. Como si no le doliera el alma entera en ese momento.Su amor había resistido tanto como pudo. Resistió tanto como un barco resiste tormentas, aguas turbias o naufragios. Pero en este momento su amor no era mejor que un barco de papel. Su barco se encontraba... A la deriva.
Algún día ella superaría ese amor no correspondido, algún día sería correspondida por un hombre, en algún momento sería feliz...... Pero esta vez, sin rastro alguno de resistencia, se permitiría naufragar por voluntad propia en la profunda inmensidad de su abandono.
FIN
One-shot partícipe del #SegundoDesafíoRelámpago de la página de Facebook #EsDeFanfics. Canción utilizada: "La marea" de Mariana Vega.
Portada HERMOSAMENTE diseñada por MaiiTaisho005 ❤ dentro de poco publicará fanfics de Inuyasha, les recomiendo seguirla si quieren leer fanfics preciosos 🖤
Este one-shot no debía exceder las 1.500 palabras, por eso es tan corto. Lamento que alguno se haya quedado con ganas de más :c
Espero que les haya gustado lo suficiente como para dejarme un review ¡Los amo muchísimo! No se olviden de pasarse por mi perfil y ver más fanfics c:
10.6.20
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Marea
FanfictionY un día te cansas de esperarlo con los brazos abiertos, creyendo que volverá a ti y te amará como siempre lo has querido. Un día, simplemente, te dejas llevar por la marea y decides dejarlo todo. Dejas ese amor, ese dolor, esa angustia. A veces lo...