Gigoló

Capítulo 1 - La Vida de Harry

Aquélla mañana desperté temprano, mucho más que una de esas tantas e innumerables mañanas monótonas en las que debía ir al colegio. Eran las 5a.m y durante la tarde tenía por fin, después de años de esfuerzo, mi anhelada graduación.

El Verano llegaría la próxima semana y todos los chicos de la escuela; excepto yo, tenían planes para hacer de sus últimas vacaciones, antes del ingreso a la universidad, algo fantástico e inolvidable.

Seguramente el sexo y las drogas no faltarían, como era de por si la constumbre en todas las fiestas de jóvenes y para jóvenes. Vaya que me hiba perder de una gran oportunidad para cortejar a Khloe y llevarla a la cama; como era mi propósito, pero el inusitado cáncer, que de repente se le presentó a mi madre, me obligó a cortar de lejos muchos gastos y uno de ellos era sin duda la fiesta de graduación.

El gym de la avenida Madison, en pleno corazón de Nueva York, abriría en media hora, por lo que después de revisar los chat de la noche anterior y escribir uno que otro mensaje de buenos días a Khloe y a mis amigos más cercanos, me dispuse a bajar a la cocina, en donde mi madre preparaba los Pancakes para el desayunó.

- Hola mamá. - Le saludé con efusividad, mientras le daba un beso intenso en la frente - ¿Has dormido bien anoche?

- Si hijo. Una que otra pesadilla, pero todo marcha bien. ¿Piensas ir al gym hoy? justo el día de tu graduación. Mira que tu tío prometió recogernos antes de las doce para evitar así el caos vehicular que se deberá formar, como ya es costumbre, en los alrededores del campus.

- Pienso entrenar sólo una hora. Además mira que breve es. Van a dar las seis. Tengo tiempo de sobra para ir y volver y estar listo para la ceremonia, antes de que el tío llegue. Dame un beso, que voy deprisa.

- ¿Acaso no piensas desayunar? Mira que ya va estando lista y es tu comida favorita. La prepare pensando en ti y en que hoy por fin te graduas. Tu padre debe sentirse muy orgulloso halla arriba.

Al mencionar a mi padre, mi madre no pudo evitar que las lágrimas invadieran su rostro y por ende afligieran mi alma. La próxima semana el teniente Frank Dominic cumpliría su primer año de muerte. La nefastas noticia nos llegó justo en medio del almuerzo; cuando la NBC informó del atentado cometido por Al Qaeda contra un comboy militar estadounidense que realizaba labores de patrullaje en pleno corazón de Bagdad. De inmediato nuestras miradas se cruzaron, en un presentimiento que horas más tarde tomaría absoluta validez. Un funcionario del departamento de estado, a través de la línea telefónica nos informó, luego de los formalismos y lamentaciones de siempre, que el cuerpo de mi padre sería repatriado en los próximos días y recibiría todos los honores de un héroe de la nación americana.

- No es tiempo para estar tristes. - Hoy te quiero radiante y bella como siempre. Eres una guerrera y me vas a tener siempre a tu lado. - Le dije, mientras la fundía en un abrazó solidario y fraterno. - Ven siéntate a la mesa. Yo servire el desayunó.

La estación del tren estaba a medio llenar. Long Island City en el distrito de Queens, distaba de media hora del corazón de Nueva York. Mi primer arribo sería al Times Square de Manhattan para comprar mi traje de graduación, de esos que por un precio módico te hacen ver como un príncipe legítimo y heredero por tanto al trono de Gales. La búsqueda, como pensé al principio, no resultó difícil. En la segunda tienda que visité, halle el traje azul oscuro y zapatillas marrones que días antes había visto en la internet.

Con todo dispuesto y sin actividades adicionales que atender, llegue al gym pasadas las 8.ª.m. La administradora me saludo con la misma sonrisa, fresca y sincera de siempre. Sin tiempo que perder me deshice de la polera para entrarle con más moral a las pesas y con ello los bíceps y los pectorales iniciaron su ya acostumbrado bombeo. En la sección contigua, la de mancuernas, no pude dejar de notar que una chica rubia, de senos y un culo enorme no me perdía de vista. De solo pensar en poseerla, la polla se me colocó dura. Sin ser indiferente le guiñe el ojo y con un movimiento de labios le indiqué la parte trasera del sitió en donde se resguardaban en cajas, bien las máquinas nuevas o lo que ya estaban parcialmente en deshuso.

Al iniciar la marcha y comprobar que la despampanante rubia en celo me seguia, no podía aguantar más tiempo para liberar a mi polla, enorme y palpitante de la opresión que sobre ella ejercía el bóxer. Antes de que llegara y tomara su posición de rodillas ya la tenía afuera, lista a ser lamida y subcionada por la boca de la decimosexta chica que me follaba en el gym. Una mamada de dioceses, estuvo a punto de llevarme al orgasmo. Conciente de que no tenía mucho tiempo, de que alguien podía aventurarse hasta allí y dañarlo todo, le levanté del piso, le di media vuelta y le bajé las mallas deportivas hasta sus rodillas, con la menor torpeza posible, mientras a tientas trataba de buscar en mi bolso el preservativo. La penetre con fuerza, con embestidas que me hacían estrellar las gonodas en su maravilloso trasero. Con mi mano derecha apretaba sus pechos redondos y perfectos, mientras que con la mano izquierda estimulaba su ya excitado clitoris. Su coño estaba realmente humedo y caliente. Dos squirting continuos hicieron debilitar sus piernas, celestiales y jugosas y justo al final, del último de ellos, mi orgasmo de abundante leche me hizo estremecer de placer.

Si la mañana había pintado bien, la tarde y noche de mi graduación debería prometer mucho más.