Lo vamos a conseguir.

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Estaban agotadas, casi no habían podido dormir. Los colchones de las literas del tren que habían cogido la noche anterior, no eran precisamente cómodos.

De camino a la estación, ambas se reían al recordar aquel libro que una noche leyeron juntas en la librería que estaban por abrir. La sensación agridulce de aquella historia, que acababa mal, porque sus protagonistas no habían cogido el tren que les correspondía y ya no pararía en su estación, les dejó con un sentimiento de fracaso y pérdida. El sentimiento de que, quizás, a ellas les hubiese pasado lo mismo. Pero verse camino a aquel tren que, irónicamente, fue el mismo que perdieron aquella noche por quedarse encerradas, les hizo sonreír.

- Al parecer sí que nuestro tren se ha parado de nuevo en la misma estación - le dijo Luisita.

Se miraron con amor en los ojos, en la parte trasera del taxi que las llevaba, porque ya no estaban hablando de aquel vehículo. Porque ellas habían decidido saltar a aquel tren en marcha y del que ya no querían bajar jamás.

Llegaron a Barcelona y Lola las esperaba en la estación. Se abrazaron con fuerza y se fueron a desayunar juntas.

A la hermana mayor de Luisi le preocupaba mucho el objetivo de aquel viaje, pero las conocía bien y sabía que eran imparables cuando se trataba de luchar por lo que creían. Sería lo que tuviera que ser.

A la hora estipulada empezaron a dirigirse al punto de encuentro. Estaban nerviosas. Nunca habían hecho algo parecido y estaba claro que aquello podría traerles muchos problemas, pero no podían no participar en aquello. Aquello que, sin saberlo, marcaría un antes y un después en la historia de España.

El Front d'Alliberament Gai de Catalunya había convocado, a los pocos días de celebrarse las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco, la primera manifestación para reivindicar los derechos de los gays y las lesbianas. Sus derechos. Los de todos.

Era domingo, 26 de junio de 1977. Hacía calor. A medida que se acercaban a Las Ramblas veían más y más gente arremolinándose en aquel lugar. No podían creer que tantas personas estuviera allí por lo mismo que ellas. Nunca se habían sentido tan comprendidas, tan arropadas, tan parte de un todo.

Allí no eran las invertidas, las raras, la aberración que las habían acusado de ser tantas otras veces. Allí eran solo Luisita y Amelia, dos mujeres que se querían, que querían compartirlo todo y no pasaba nada malo por ello.

Alguien habló por un megáfono. Su discurso hablaba de libertad, de integración, de vivir... y a Amelia se le llenaron los ojos de lágrimas.

- Mi amor... - dijo Luisi con preocupación - ¿estás bien?

- Si, cariño - dijo limpiándose la lágrima que caía por su mejilla- Es que no puedo creer que estemos viviendo esto. Después de todo lo que hemos pasado...

- Lo sé - y dejó por un momento de mirarla para mirar aquella multitud que las rodeaba - Sé qué hace poco le dije a mi abuelo que nuestro momento histórico no había llegado, pero viendo todo esto...- y volvió a mirarla a los ojos emocionada - creo que sí, este es nuestro momento. Ahora sé que lo vamos a conseguir - dijo sonriendo la rubia

- Lo vamos a conseguir - repitió Amelia acariciando la mejilla de la mujer que tenía enfrente.

La gente empezó a moverse, pero ellas se quedaron estáticas en su lugar. Se miraron, cogieron aire y echaron a andar. Caminaban rozándose tímidamente las manos. Les hormigueaban de las ganas que tenían de agarrarse y, como si se leyeran el pensamiento, entrelazaron sus meñiques, tímidamente, al principio. En cada paso que daban iban tocándose más y más piel, hasta terminar con todos los dedos engarzados, como una cadena indestructible. Y así era justo como se sentían, indestructibles, tan solo por caminar de la mano de la otra. Algo tan simple, algo tan cotidiano, pero que, para ellas, era tan extraordinario.

Docenas de cánticos de libertad empezaron a sonar a su alrededor. Gritos pidiendo igualdad. Voces pidiendo ser quiénes eran, sin consecuencias.

Amelia y Luisita no podían dejar de contemplar asombradas lo que les rodeaba y se miraban para comprobar que, lo que estaban escuchando y viviendo allí, era real. Qué las dos escuchaban lo mismo. Se sonreían y pronto se animaron a corear aquellas rimas con los demás.

Delante de ellas, una pareja de hombres se paró en medio de la multitud y se besaron. En un acto reflejo, miraron a su alrededor dispuestas a ponerse en medio si alguien venía a hacerles algo a aquellos dos chicos, pero no pasó nada. Ni un grito de odio, ni una palabra ofensiva salió de boca de ninguna de las miles de personas que rodeaban la escena.

Se volvieron a mirar y entendieron que, si había algún lugar seguro, algún momento en el que pudieran ser ellas en público, ese era aquel instante.

Amelia se paró e hizo parar a Luisita. La giró para quedar frente a ella.

- Quiero besarte - dijo cómo si no hubiese podido retener aquel pensamiento en su cabeza...y tal vez fue así.

- ¿Qué? - y Luisi se rio nerviosamente.

- Que quiero besarte. Aquí y ahora - repitió Amelia con un brillo en los ojos que Luisi jamás había visto.

- Pero, amor... ¿aquí? ¿Delante de toda esta gente? - preguntó aún incrédula la rubia.

- Luisita, yo te quiero besar siempre. Aquí, delante de toda esta gente y delante del mundo entero. - dijo como si aquello fuera lo más obvio - Jamás hemos podido, y no sé qué pasará mañana. Quizás no tengamos otra oportunidad como esta y quiero que sepamos, al menos una vez, que se siente al besarnos delante de una multitud y tener la sensación de estar seguras, a salvo.

Luisita la miraba con admiración "¡Dios! ¡Cómo quiero a esta mujer!" pensaba.

- Pues bésame, Amelia. Bésame por todas las veces que no hemos podido y por las que no podremos - le dijo con los ojos acuosos por la emoción.

Amelia soltó un pequeño chorrito de risa. De repente estaba nerviosa. Los mismos nervios que sintió en los primeros besos que se dieron. Los mismos que había sentido cada vez que se quedaba sola con Luisita cuando volvió de París.

La agarró de las manos, de nuevo, mientras miraba su propio gesto. Fue subiendo los ojos, recorriendo a aquella mujer que había conseguido que ella fuera quien era hoy. Se detuvo, un segundo, en sus labios. Luisita se mordía la sonrisa, casi podía sentir su inquietud, los nervios que ella misma sentía reflejados en la rubia. Dio un paso hacia adelante y se quedó a escasos centímetros de su novia. Se estaban respirando. La miró a los ojos y entendió que no quería estar en otro sitio más que en ese. Ahora. Ambas suspiraron a la vez.

- Si no me besas ya, me voy a volver loca, Amelia - dijo Luisita con una risa nerviosa.

- Déjame que disfrute de este instante - y subió una de sus manos para acariciarle la mejilla con el dorso de su mano. Amelia recorría el rostro de la rubia con los ojos. Le parecía lo más perfecto que había visto jamás - Necesito fotografiarte en este momento. Necesito retener cada detalle en mi memoria, porque, ahora, aquí, rodeada de esta gente que no conocemos y a la que ya me siento unida para siempre, estoy segura de que se lo vamos a contar a nuestros hijos y no quiero que se me escape nada.

Un gesto de sorpresa atravesó el rostro de Luisita al escuchar aquello y sus ojos volvieron a emocionarse, porque en ese momento supo que sí, que esto se lo iban a contar a sus hijos, porque los iban a tener e iban a ser las mejores madres del mundo.

- Te quiero - susurró Luisi.

- Y yo a ti, mi vida - correspondió Amelia.

Al fin, acortaron la poca distancia que las separaba y se besaron, rodeadas de miles de personas que gritaban por su amor, por su libertad, por su futuro y el de muchos y muchas que vendrían después. Un beso que para la mayoría era lo que siempre habían tenido, pero que a ellas se les había negado. Un beso que, ahora sí lo sabían, se repetiría más adelante en el bar de su familia, rodeadas de parroquianos del Asturiano. Se repetiría en los parques. Se repetiría en su plaza... en cualquier plaza. Era otro primer beso, el primero de muchos en público, que no podría haber sido más privado.

La marcha sufrió la represión de los grises, pero aquel momento no se lo habían podido robar, como tampoco le robaron la sensación de que ellas ganaban. Iban a ganar.

Lo vamos a conseguir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora