Keep falling.

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Xiao Zhan dio una calada al cigarro entre sus dedos con la vista fija en el horizonte más allá del puente sobre el que se encontraba. El sol llevaba no demasiado tiempo de haberse escondido, pero sí el suficiente como para calmar las calles y darle paso a su propia soledad. El viento mecía su cabello delgado, sin llegar a desarmar su impecable peinado, y dispersaba contra su rostro el humo que exhalaba.

Con un último esfuerzo acabó de consumir el tabaco y apagó el cigarro contra la barandilla del puente. Miró la hora en su reloj de pulsera, las ocho con doce, y enseguida volteó hacia un perro a metros de él que observaba solemne a través de las protecciones. Unos cuantos segundos más y el animal comenzó a ladrar con fuerza al aire.

—Ocho con trece, amigo. Siempre tan puntual —musitó Xiao Zhan al perro. 

Arregló su abrigo color marrón y acomodó mejor la bufanda que cubría su cuello. Dejó sus fosas nasales llenarse de la frescura del aire de la noche y cerró los ojos para disfrutar de la sinfonía de ladridos que le ofrecía su amigo canino. Se veían tan seguido que consideró darle un nombre, pero el collar en su cuello se lo impedía.

La noche se hizo más oscura y pronto los ladridos se convirtieron en aullidos lastimeros al cielo. Zhan no podía consolar a un perro, no sabía cómo; así que, en su lugar, le hizo compañía en el frío nocturno hasta que su llanto cesó y cayó dormido. Para ese entonces, la noche también menguaba y el cielo perdía oscuridad. 

Pronto amaneció y tuvo que dejar de ver la luna en el firmamento para recibir el sol del alba que emergía desde el horizonte. La vista desde el puente era espectacular, era una pena que nadie pudiera compartirla con él. Ni siquiera los jóvenes que pasaban por ahí con su trote matutino. Al parecer nadie más que él estaba interesado en contemplar el cielo.

Era una lástima.

A diferencia de otros días, se marchó antes de que dieran las siete. No se despidió del perro y tampoco encendió un cigarro para acompañarlo en su caminata, esta vez decidió avanzar solo por las calles apenas concurridas debido a que era sábado y disfrutar del vaho que salía de su boca en lugar del humo que contaminaría sus pulmones.

Caminó hasta una cafetería popular que abría cada día sin excepciones, se sentó en una de las mesas de afuera del otro lado de la vereda y ahora sí encendió un cigarro mientras esperaba a que le llevaran su café. Necesitaba algo con qué entibiar sus manos, que a pesar de haber estado cubiertas con guantes se habían entumecido en algún punto de la noche, y que lo ayudase a mantenerse completamente despierto.

Al elevar la vista luego de terminar con el fuego y cilindro entre sus labios, se encontró con un muchacho de cabello bastante corto y negro mirándolo en silencio. Estaba algo desabrigado considerando el invernal clima que los envolvía y sus labios demostraban el frío que debería sentir. 

—Buenos días, Yibo —saludó, expulsando el humo. Esbozó una pequeña sonrisa que no lucía del todo cálida y tiró a la calle el cigarro que acababa de encender.

—¿Por qué sigues viniendo? —preguntó el chico sentado frente a él, sin corresponder su saludo matutino.

Wang Yibo, aunque su corte de cabello lo hiciera lucir recién salido del servicio militar y su expresión no demostrara emoción alguna, era alguien fácil de leer para Xiao Zhan. Estaba recriminándole el asistir a la cafetería como hacía cada mañana, pero sus ojos temblaban de emoción por verlo ahí al igual que todos los días.

—¿Por qué sigues sentándote conmigo? —contraatacó. 

Yibo se mantuvo en silencio y apartó la mirada.

—Su café amaretto, señor —dijo un empleado quien puso una taza rebosante de líquido oscuro frente a Xiao Zhan. Éste asintió en agradecimiento con una pequeña sonrisa y dio un sorbo a su bebida en cuanto el mesero se retiró.

FALLING AGAIN 再び ZHANYIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora