Prólogo

1.1K 30 10
                                    

La ciudad de San Fransokyo, la metrópolis que nunca duerme, como algunos le decían. Podía apreciarse imponente al caer de la noche.

Las calles rebosaban de gran gentío, que disfrutaba de aquí para allá de los hermosos lugares y exorbitantes locales, que proveía la magnifica ciudad. Sin embargo, no muy lejos, en el último piso de uno de los rascacielos mas extraordinarios del lugar, un individuo de semblante apuesto yacía sentado en un espacioso y elegante sillón de cuero negro.

El atractivo hombre bebía una copa de vino en total tranquilidad, hundido en sus pensamientos.

Aquel hombre de cabello corto azabache y bien peinado lucía un entallado traje negro, junto a una camisa blanca, combinada con una corbata verde, muy fina y en su rostro podía verse una delgada barba bien cuidada, sin embargo, poseía una horrible cicatriz de quemadura, justo en el lado izquierdo de su cuello, la cual se perdía por debajo de su traje.

Sus ojos castaños opacos, tan fríos e inexistentes de vida, observaban la hermosa ciudad a través del gran ventanal. Imprevistamente, el sonido de unos tacones chocar contra la cerámica lo sacó de sus pensamientos, mirando por acto reflejo hacia la puerta, esperó paciente a que entrara la persona.

No tuvo que esperar demasiado, pues la puerta se abrió segundos después, mostrando a una bella mujer pelirroja, envuelta con un deslumbrante vestido plateado, ceñido al cuerpo, con encajes brillantes, resaltando cada una de las curvas de su cuerpo, el mismo le llegaba un poco mas arriba de las rodillas, calzaba tacones negros a juego con el vestido decorados con piedras preciosas, parecidos a diamantes. Aquella mujer le sonrío, este sin inmutarse se le quedó viendo.

La dama caminó despacio hacia una pequeña mesa, situada en una de las esquinas de esa lujosa oficina. Encima había una botella de vino, dentro de un cubo de hielo y un par de copas a un lado, tomó una y se sirvió del delicioso líquido.

Bebió un poco yendo hacia el sillón, sentándose al lado del pelinegro. Se mantuvieron en silencio por varios minutos, sin ninguna intención de romperlo.

— Te noto preocupado… ¿Pasa algo? —Preguntó al fin la pelirroja, en un frío tono.

—No es nada.

Ella alzó una ceja, examinando a la persona frente a ella, buscando algo que lo delatara y así saber el por qué de su distante comportamiento. Sin éxito, apartó la mirada, para concentrarse en la copa de vino que sujetaba en sus manos.

— Conseguimos sus identidades —intentó cambiar el tema, pasando a otro que era de mayor importancia para ellos— ¿Quieres saber quiénes son?

— No me interesa —respondió tajante, levantándose al instante para servirse mas vino— Encárgate tu Kuriko…

— ¿Estás seguro?

— Lo único que me importa es conseguir la otra mitad del proyecto de mi padre —explicó indiferente bebiendo un sorbo de su copa— Krei la tiene. Conseguirla es vital para nosotros, lo sabes…

— Lo sé —respondió Kuriko aproximando la copa a sus labios— Nos vengaremos de todos aquellos que asesinaron a nuestros padres…

— Esos infelices ni siquiera se lo esperan…

Ella se puso de pie, para luego dirigirse tranquilamente a la salida. Se paró unos minutos en el centro de la oficina, silenciosa manteniendo la copa entre sus dedos, el pelinegro la miró de reojo.

《BIG HERO 6》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora