El tesoro

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No te veo, pero aquí estás.

Creo que los primeros días fueron los peores.

Quizás fue porque pensamos que no era la gran cosa. Dos semanas...un mes a lo mucho, decían algunos. Llegaban las noticias de otros países, donde las cosas iban verdaderamente mal. Al estar a un océano de distancia, poco nos importaba lo que sucediera en Asia o Europa. Nosotros estábamos a salvo, y nos rehusábamos a pensar en lo contrario. Así que, un día como cualquier otro, nos fuimos a nuestras casas, sin saber que aquello a lo que llamábamos "normalidad" estaba a punto de desaparecer. La libertad a la que tanto estábamos acostumbrados se esfumó radicalmente de un día para otro.

Cuando nos despedimos de nuestros amigos, no nos abrazamos ni dijimos nada especial. Nos íbamos a ver la siguiente semana, después de todo. Si alguien decía lo contrario, preferíamos decir que era un dramático o un paranoico. Ahora que veo en retrospectiva, tal vez solo decíamos que ellos exageraban para calmarnos a nosotros mismos. Decíamos en voz alta que todo iba a estar bien con la esperanza de que así fuera. Cuando las semanas se convirtieron en meses, dejamos de hacer chistes y comenzamos a escuchar.

Entonces nos quedamos encerrados en casa, acostumbrándonos como pudimos al confinamiento. Por lo menos las escuelas continuaron dando clases. La mayoría de nosotros se quejaba de ellas porque los profesores dejaban tareas sin control, pero yo sé que, en el fondo, nos aliviaba tener algo que hacer. Por lo menos veíamos los rostros que estábamos acostumbrados a ver en el día a día, y eso nos tranquilizaba. La verdad es algo bastante irónico; hace dos meses habría dado todo por terminar las clases de una vez por todas. Ahora no puedo pensar en otra cosa más que volver.

Cuando siento que el encierro es demasiado, salgo corriendo de la casa y me recuesto en el jardín. No quiero ver mi celular, no quiero escuchar música, y no quiero enterarme de nada. Solo quiero ver el cielo, recordando los viejos tiempos sin ninguna interrupción. No necesito ver las fotos en internet, ni ver los videos que se tomaron en la graduación. En mi mente puedo repetir la escena que yo quiera, una y otra vez. Tengo que respirar hondo, dejar suelto mi cuerpo y cerrar los ojos. Busco entre el océano de recuerdos una escena que quiera repetir; el vuelo del viaje de generación, aquella excursión en la que me perdí con mis amigos...o ya sé; el día en que comenzó el resto de mi vida. Sí, ese es mi recuerdo preferido.

Dejo salir un largo suspiro, y entonces me pierdo en mi memoria:

Acaban de darme mi diploma. Todo el auditorio comienza a aplaudir en cuanto el profesor menciona mi nombre. Veo como todo el esfuerzo culmina ahí. Pasan ante mí las desveladas, las peleas, los trabajos, las charlas de dos horas con mis amigos, las tesis, los exámenes...La pelea termina ahí, o al menos eso es lo que pienso. Mis piernas tiemblan, y siento miedo de que me vaya a caer. Pero no, tengo que ser fuerte. Orgulloso, camino hasta el profesor. Él sonríe, susurra "felicidades". Mis padres gritan desde la audiencia que están orgullosos de mí, y yo los saludo con la mano.

Mis mejores amigos me esperan sentados. Cuando llego hacia ellos, me dan palmadas en la espalda, y me felicitan.

-Ya ves que sí te graduaste? –dice Alex, estallando en una carcajada. Recuerdo cómo él era el que me devolvía a la realidad cada vez que pensaba que iba a reprobar. Cuando veía un examen difícil, o cuando el profesor presentaba un tema especialmente complicado, era él quien me daba un zape en la espalda y me decía que no fuera ridículo.

Diego toma mi diploma, y lo compara con el suyo. Los mira minuciosamente, como buscando una falla.

-Hasta a ti te pusieron la mejor foto. ¡En la mía parezco un psicópata! –me enseña su diploma, y no puedo evitar reír. Es como si el fotógrafo lo hiciera a propósito; tomar cien fotos y elegir la peor para los documentos importantes. En la suya, Diego está mirando hacia otro lado y tiene una sonrisa nerviosa en la que apenas muestra los dientes. Busca al fotógrafo entre la audiencia, jurando silenciosamente que se la va a pagar.

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