God

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Esa noche, Jae Beom sintió que algo había cambiado. No estaba seguro si había sido su entorno o él, porque las cosas dejaron de verse igual que antes y Jae Beom dejó de sentirse él mismo, definitivamente lo hizo. No puede describir de qué manera pero sí lo puede sentir en la punta de los dedos y sobre todo en su interior. Hay algo ahí que golpea de manera insistente y no lo deja en paz.

Su mente se llenó de JinYoung, de lo que hicieron juntos.

Puede recordar cada maldito instante, cómo había perdido la noción del tiempo y el control sobre su persona, el enorme placer que le fue enseñado y esos primeros viajes a las estrellas que jamás podrá olvidar.

Todo se sintió como un caos cuando horas después abrió los ojos y se encontró en la misma habitación a oscuras con una mano anclada a la cintura del pelinegro. Se bloqueó por completo y a pesar de que su estúpido cerebro le decía cuán patán sería por irse de esa manera en medio de la madrugada, Jae Beom terminó por escabullirse entre las sombras sin dejar rastro o explicación.

Y sí, eso no lo hizo sentir la persona buena y cortés que era. Jae Beom se atormentó por caer en las garras del pecado y haber disfrutado cada instante, pero aquello no lo torturó tanto como haber abandonado al menor entre las sábanas. Huyó igual que un cobarde y se fue sintiéndose tan nervioso que había olvidado su teléfono. Un descuido fatal, ya que tuvo que regresar por él en la tarde.

Oh, demonios.

Sí tan sólo lo hubiera tomado junto a su chaqueta, el podría hacer como si nada de eso hubiese pasado. Si tan sólo no se hubiera encontrado con JinYoung, si no hubiera ido tras él con tanto entusiasmo... Pero el hubiera no existe. Lo hizo, y no hay nada que Jae Beom pueda hacer para cambiar las cosas.

Jamás se sintió tan avergonzado por algo en toda su vida. Él imploró a los cuatro vientos que JinYoung no estuviera en casa de Mark pero como parte de su castigo, el menor fue quién abrió la puerta.
Jae Beom intentó ocultar su sentir tras una máscara de indiferencia que no duró más de treinta segundos, todo se fue a la mierda cuando JinYoung tensó sus bonitos labios en una sonrisa, viéndose contento por verle a pesar de lo que hizo.

—Hola, Jae Beom. ¿Vienes a ver a Mark?

—En realidad... vengo por mi teléfono. Creo que lo dejé aquí.

—Si quieres puedo ayudarte a buscarlo, así no te demoras demasiado...

Jae Beom no le dejó terminar. Se olvidó de su estúpido teléfono y de la culpa que no le dejó dormir. Acorraló al chico contra la puerta y lo besó una y otra vez, haciendo caso omiso a esas tontas ideas sobre lo mal que estaba. Sin preverlo, acabaron haciendo lo mismo que la noche anterior. Ese día, la semana siguiente y la siguiente después de esa, Jae Beom terminó enredándose en un ciclo vicioso que parecía no tener fin, pues tras varios meses continuó corriendo ansioso y desesperado a los brazos de JinYoung.

El menor juega con su resistencia, lo tiene donde lo quiere y Jae Beom lo odia tanto que lo ama. ¿Cuáles serán las consecuencias si le permitiera entrar en él? Para Lim es algo tan peligroso pero eso no es impedimento para quererlo, la verdad es que no le importa volverse adicto, quizás esa falsa preocupación que carece de motivos se debe a que ya es completamente dependiente de él.

Sabe que está perdiendo la compostura. Se repite una y otra vez que debe dejarlo ir, pero entonces vuelve a caer en sus brazos. Jae Beom no puede evitarlo, estar de esa manera con él lo hacía sentir extraño pero de una manera especial. Encajaba perfectamente como si su lugar predestinado fuera ese, ya sea al lado del chico o con su precioso cuerpo descansando sobre Jae Beom, justo donde se encontraba en esos momentos, cómodo y tranquilo luego de caricias intensas y besos que le robaban el alma.

Oh, My God [BNIOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora