Tres. REM.

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Jimin y Jungkook eran los únicos que aún asistían a clases, el primero se vio resignado a perder el último año debido a su hospitalización, mientras que el segundo simplemente acababa de cumplir 18 años.

No solían hablar mucho dentro de la escuela, a pesar de llevarse muy bien fuera de ella, por eso cuando alguno le dirigía la palabra al otro al terminar algún módulo de clases, significaba que había un asunto importante de por medio.

Esa tarde extraña en la que no hubo ni una sola figura presentándose ante Jungkook aunque seguía sintiéndose como parte de un sueño, Jimin lo detuvo al terminar la última clase.

—¡Jungkook! —corrió para alcanzarlo—. ¿Hacia dónde vas?

—Voy a la casa de Yoongi, no contesta mis mensajes desde anoche, tal vez necesite algo para la resaca —hizo una pausa con la intención de que el otro dijera algo, sin embargo Jimin se mantuvo en silencio, mordiéndose el labio inferior—. Vamos juntos, si Yoongi está de buen humor puedo pedirle que te muestre un avance de la canción que estamos haciendo.

Jungkook se giró con la intención de emprender su camino a la casa de Yoongi, pero fue detenido.

—Acabo de hablar con Namjoon, dice que debemos reunirnos. ¿Vamos juntos?

—De acuerdo —siguió los pasos de Jimin—. ¿Es por la mercancía de anoche? Espera... Pero, ¿y Yoongi?

—Él ya está allá.

🔹

Namjoon les abrió la puerta, lo primero que vieron fue a Hoseok sentado en el puff con un tobillo vendado, después se fijaron en Taehyung que estaba a un lado de Seokjin en el sofá, mordiéndose las uñas. Finalmente vieron al líder luchando contra pequeños espasmos.

Todos tenían expresiones graves pero ninguno sentía la fuerza para pronunciar palabra alguna. Entonces Jungkook sintió miedo, no por lo que cualquiera podría imaginar, sino por el extraño animal que estaba echado a los pies de Seokjin. Era un gato persa enorme con ojos azules, era casi del tamaño de un san bernardo, tenía pezuñas y cola de pez que agitaba con rudeza. De sus ojos caían pequeñas perlas que se regaban por el lugar.

Había dos cosas que el chico quería preguntar: lo primero era qué había pasado; lo segundo, qué demonios era esa cosa que no dejaba de verlo con tanto odio.

Seokjin alzó la vista, sus ojos estaban rojos e hinchados, empapados en lágrimas. Sostuvo la mirada aterrada de Jungkook, imitándola por reflejo.

—Tú no puedes verlo —pronunció Seokjin con voz trémula—. No, no puedes.

🔹🦋🔹

—Jungkook, despierta.

Jungkook abrió los ojos con dificultad, tenía las manos y la nariz heladas pese a llevar puesta la chaqueta. Estaba entumido y no sabía en dónde se encontraba. Yoongi lo sacudió por los hombros, soltando una risa traviesa.

Cuando algunos todavía estaban dormidos, Seokjin decidió manejar hasta el muelle que solían visitar de vez en cuando. Era su lugar de sanación, iban ahí normalmente después de alguna pelea o discusión.

Jungkook tenía un recuerdo extraño sobre el lugar, no sabía bien si en verdad era un recuerdo, o un sueño, o un déjà vu. Se trataba de alguno de ellos liberando cenizas hacia el mar desde el muelle, cerca de los andamios de construcción a la derecha.

Quizá debía descartar que fuera un déjà vu, porque Yoongi estaba con ellos, vivo.

—Tuve un sueño extraño —dijo Taehyung una vez que todos se sentaron en la barda que marcaba el límite con la playa.

Morpho anaxibiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora