Es ridículo lo sensibles que somos. Y es increíble que no sepamos admitirlo, que todo nos hace daño, todo pasa factura. Y que no tenemos idea de nada, nada de nada.
Yo, hacía ya tiempo que me veía incapaz de pasear por aquel parque.Y contarle otra vez a ese árbol todas mis hazañas sin tenerlos cerca, sin reírme de todas ellas con ellos.
Ni bostezar absorbiendo el primer y único rayo de sol del día.
Ni llorar en el banco, a escondidas de cualquiera que me conociera. Cerrando los ojos y hundiéndome en mi frustración adolescente, monótona, ridícula, dolorosa.
Me pregunto si el tendero de aquella tienda se acordará de mi, de nosotros. En realidad, lo primero que debería saber es si sigue vivo, pobre hombre. Si es así, sería fácil que se diese cuenta. Le diría que gracias a él me desmayé por primera vez, y que de tanto querer experimentarlo me quitó la ilusión de golpe.
No quería desmayarme viendo morir a una señora, su mujer. O por lo menos, me hubiera gustado despertarme y preguntar "¿por qué?" antes de escuchar a mi madre llorando.
O mismamente, que éramos los pequeños criminales que robábamos cereales todos los veranos. No puedo evitar reírme al recordarlo.
Eso también es ridículo, robar cereales, en vez de alcohol o auriculares. Como también lo es habernos alejado sin comerlos una última vez juntos, a la misma hora, en la misma casa. O haber agradecido de una manera u otra habernos encontrado y no ser unos frikis por separado que prefieren robar comida infantil barata a cualquier otra cosa no ridícula para el resto del mundo.
Aunque aún así, yo no me libraba del cartel de pringado. Era el hijo de la camarera de una cafetería sin vida, que solo valía la pena mantener por lo que se ganaba, con suerte, los fines de semana.
Mis amigos, que todos eran mis primos, nos visitaban todos los veranos porque tenían sus segundas residencias cerca. Y yo, era yo, pringado de todos los veranos.
No hay mucho más. Yo era y soy una incógnita viviente, para colmo, solitaria. Y la mezcla de sol y tiempo, comúnmente denominado verano, tiene la culpa de todo.