La pelea.

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Capítulo diecisiete

Solo habían pasado siete semanas desde que Fizzy habían muerto. Harry y Louis casi no se veían, Lou estaba devastado, gravaba las canciones, estaba en el estudio todo el día, pero aún que haga cualquier cosa, nada lo animaba. Los mensajes que Harry estallaban su móvil, aún así, él no lo atendía, ni siquiera se dignaba a contestar. Las únicas 4 veces que se habían visto, Harry le había llegado de sorpresa a la casa o lo iba a ver al estudio.

Aún que el dolor se secaba a medida que trascurrian las semanas, él se sentía solo, apagado. Sus brillantes ojos azules habían perdido cada chispa que los identificaban. Estaban secos, estaban rojos, siempre de podían leer "Tristeza, angustia, depresión" era todo lo que se podía apreciar.

James estaba con el en cada segundo, se ocupaba de no dejarlo volver solo, no quería que algo le sucediera. La psicóloga de Louis le había recomendado somníferos y otros tipos de calmantes y sedantes que a Louis lo dejaban pa'trás.

— Hoy fue un largo día... Es hora de ir a dormir– oyó decir a su mejor amigo. James arripaba a Louis en su cuarto mientras le besaba la frente—. Prometo que mañana te sentirás mejor, sweet heart.

—Gracias, por cuidar de mí como a un bebé, J. No debes hacerlo, no quiero que sientas presión por esto– Expresó. También con temor, no quería convertirse en una sangujuela para sus familiares.

Charlotte lo estaba llevando demasiado bien, estaba con sus hermanas y su padre, siendo su sustento. Siempre fue la responsabilidad del hermano mayor, sin embargo Lou colapsó por completo cuando ocurrió lo de Felicité.

El cuarto de Louis era, obviamente, gigantesco. Tenía una cama de dos plazas y un smart TV de 56'' tenía a tres metros del lado derecho de la cama, un enorme armario, era una puerta que te llevaba a su clóset, era enorme y tenía tres estanterías con solo zapatos. Deportivos, botines y zapatos de salir. Del otro lado tenía un caño de al menos dos metros, que estaba rebalzado de perchas con camisas de los colores más monocromáticos. Desde el blanco al azul.

A los otros tres metros de su gran cama había un balcón, la salida eran dos puertas enormes de cristal, con un marco negro que hacía contraste con la blanca habitación, repleta de silencio y penumbra. Louis espero a no oír más los pasos de su mejor amigo y se levantó desde el lado izquierdo de su cama y caminó en cuidado con sus medias de Rick y Morty, hasta esa puerta. La abrió e instantáneamente una brisa fría y nocturna le cubrió por completo. El balcón tenía una escalera de concreto que daba hacia el bosque interno que separaba las mansiones del lujoso barrio en el que él vivía.

Examinó la noche, era agria, pero nada lo alegraba más que estar bajo la luna hermosa, ella alumbraba todo con una tenue luz, algo azulada.

Los pies del muchacho se quejaron al sentir pequeñas ramas, caídas de los enormes árboles de ese bosque. Aunque su nariz estaba embriagada del hermoso aroma que emanaba la tierra a esas horas de la noche. Debían de ser las 11:30. Todo el barrio dormía, al menos medio Londres estaba roncando. Pero él estaba examinando su vida.

Felicité.

Era todo lo que podía haber en su mente.

La extrañaba, lo peor de la gente que fallece es el hecho de saber que jamás volverás a verlos. No tendras la oportunidad de esperar a que salgan del baño para regañarlos. Ni a ver su sonrisa en el conteo -10 que siempre se hace en Navidad y año nuevo. Ya no lo harían más. Y Felicité era felicidad en la vida de él, era la que traía paz cuando habían peleas. ¿Se peleaban? Obvio. Pero ella cedía, ella sabía qué hacer y qué decir. Conocía a Louis por completo.

Cada vez se introducía más al bosque, no sabía nada, no sabía porqué lo hacía, qué buscaba. Más bien, sabía qué buscaba, solo no sabía cómo conseguirlo. Louis quería huir de él mismo. Cuánto se culpaba de todo lo que pasaba. Cuánto lamentaba haber perdido a todas las personas que él perdió.

Complementos///Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora